19 de agosto de 2010

Revival cinematográfico




En todas las ciudades con varias salas cinematográficas, debería haber por lo menos una que, en lugar de proyectar algunas de las nuevas bazofias salidas de los estudios, se dedicaran a reponer las grandes películas que enorgullecen la historia del llamado séptimo arte. Las nuevas generaciones de espectadores lo agradecerían.

Bien es cierto que hoy en día todo está grabado en DVDs facilmente asequibles, y que por lo tanto quien no ha visto una gran película del pasado es porque no ha querido.

Pero aunque la mayoría de los títulos enriquecen las colecciones de los aficionados, ello no obsta para que grandes producciones como por ejemplo "Lo que el viento se llevó", "Cantando bajo la lluvia", "Casablanca" o "Gigante", por citar solo cuatro, puedan volver a verse en las grandes pantallas de los cines actuales.

Es obvio que para las salas comerciales todo depende de la rentabilidad, pero aquí podría darse una especie de subvención por parte de las Secretarías de Cultura.

Un factor adicional es que ello sería también un homenaje a los directores, actrices y actores que hicieron grande esta industria, al tiempo que se rescataría del casi olvido a películas que dejaron aportes notables en los campos visual, artístico e interpretativo.

La semilla de estos párrafos germinó en mi mente esta misma tarde en la segunda sesión de lo que pretende ser una segunda, tercera o cuarta visión de películas que tengo en DVD, como una manera de aprovechar mejor las valiosas e irrecuperables horas de ocio que cada día nos ofrece.

En la "primera sesión" volví a ver la primera parte de la trilogía "El Padrino". Todo comentario laudatorio es ocioso porque es conocida por todos y en algunas listas figura como la mejor película de la historia.

Para la sesión de hoy coloqué en el reproductor el DVD de una producción que había visto hace unos 20 años y sobre la que muchas veces quise volver: "Los gritos del silencio". No recuerdo el juicio que me mereció la primera vez, pero hoy me pareció una película formidable, con escenas bélicas de gran realismo, desgarradora, triste, pero muy recomendable para quien quiera recordar algunos episodios del sangriento conflicto de la década del 70 en el sudeste asiático.

Ambientada en Camboya durante los últimos días del gobierno de Lon Nol apoyado por los Estados Unidos, la película narra un hecho real: la amistad entre el corresponsal del New York Times, Sydney Schamberg, y su ayudante, guia e interprete camboyano, Dith Pran, su colaborador y colega durante tres años.

En la primera parte, los periodistas son testigos de los atentados de los guerrilleros comunistas del Khmer Rouge que avanzan inexorablemente sobre la capital obligando a la evacuación estadounidense tanto civil como militar. La cámara capta escenas desgarradoras con explosiones, cuerpos desmembrados, niños llorando, todo con un montaje sobresaliente, por el cual recibió un Oscar de la Academia.

Al decidirse le evacuación surge la posibilidad de que Dith Pran sea evacuado junto con su familia, y así se lo hace saber su jefe Sydney. El diálogo que se suscita y la decisión que adopta Dith, es un momento clave que según dijera tiempo después el periodista,
"marcó mi vida para siempre".

Tú debes decidir. ¿Quieres irte o quedarte? le dice Sydney, sabiendo que si se quedaba su vida correría gran peligro.
El ayudante camboyano le responde:
¿Es que no lo entiendes? Soy periodista!

La decisión obviamente fue la de quedarse junto a su colega.

Sydney y otros periodistas se refugian más adelante en la embajada inglesa, pero el Khmer Rouge no permite que ningún camboyano se les una, por lo cual Dith Pran queda librado a su suerte.

El enviado del New York Times regresa a Estados Unidos con la carga en su conciencia de no haber podido salvar a Dith, y recibe varios premios por sus artículos, inclusive el codiciado Pulitzer mientras su colega y amigo era hecho prisionero y torturado, hasta que....

La película denuncia también la política estadounidense que antepuso sus intereses político-estratégicos en la región, antes que velar por la seguridad del pueblo camboyano. Después llegó el conflicto en Vietnam, uno de los mayores genocidios de la historia que terminó también con la deshonrosa retirada de los militares norteamericanos.

Una película notable, hecha con bastate fidelidad al texto escrito por Sydney Schamberg en el New York Times: "Muerte y vida de un camboyano".

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