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26 de diciembre de 2013

El tango de la Guardia Vieja (Arturo Pérez-Reverte)

- Libro nro. 232 leído en este blog -

Género:  Novela
Año:        2012
Páginas: 500
Elegido por:  Recomendación de un amigo (Orlando L.) aficionado a la lectura y al ajedrez
Lectura: Biblioteca
Valoración: Muy bueno



Lo primero es agradecer a mi amigo Orlando L. la recomendación de esta excelente novela. Excelente de acuerdo a mis gustos personales que no pretenden bordear de ninguna manera la crítica literaria, algo que corresponde a los expertos.

Dicho esto, hablemos del libro. Son 500 páginas divididas en 13 capítulos que desarrollan un argumento que comienza en el año 1928 cuando los personajes centrales, Max Costa, un vividor y ladrón de guante blanco y Mecha Inzunza, joven y hermosa mujer de un nivel social superior, se conocen a bordo de un transatlántico que navega rumbo a Buenos Aires. El autor va alternando la acción en tres épocas diferentes: después del encuentro inicial, Max y Mecha vuelven a verse en Niza a poco de haber estallado la Guerra Civil española, y finalmente sus vidas se cruzan nuevamente en Sorrento; la edad y las circunstancias habían cambiado para ambos.

A  la primera de esas tres épocas podemos asociarlas con el tango y con Buenos Aires como escenario. La recreación que Arturo Pérez-Reverte hace de la capital de Argentina en esos años es magnífica, al igual que todo lo que rodea a esa música tan tradicional y su mundillo propio de malevos, cafiolos, minas y compadritos, boliches de tango y otras muestras de ese léxico tan propio. Quien conoce Buenos Aires sabe que todo lo que se dice en las páginas de El tango de la Guardia Vieja es real.


Las descripciones de como se bailaba el tango me parecen de antología, claro que como lo explicó el mismo Pérez-Reverte, contó con el asesoramiento de algunas figuras muy relacionadas con el tango, como el poeta Horacio Ferrer. De todas maneras, es digno de encomio el esfuerzo del escritor por informarse acerca de lo que iba a escribir (no todos lo hacen de una manera tan minuciosa y también respetuosa). Esa primera época es sin duda le mejor de las tres.

En otro de los períodos se aborda un hecho de espionaje que tendrá a Max también como protagonista, mientras que en el último una buena parte del argumento gira en torno a una serie de partidas de ajedrez entre el campeón del mundo, el ruso Mijail Sokolov y un aspirante, el chileno Jorge Keller. Si el lector de la novela tiene conocimientos y le gusta el ajedrez, encontrará esta parte amena e interesante. Aquí también el escritor nacido en Cartagena se asesoró convenientemente y no divaga, sino que todo lo que dice o escribe es atinado y tiene sentido.

La novela es una historia de amor que se desarrolla en los tres escenarios mencionados, con una estructura narrativa que los va alternando fluidamente. Me dio la impresión de que está muy bien escrita con una prosa elegante y cuidada; el castellano bien utilizado da para esto y mucho más.
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Sinopsis   (contratapa del libro)
Un extraño desafío entre dos músicos, que lleva a uno de ellos a Buenos Aires en 1928; un asunto de espionaje en la Riviera francesa durante la Guerra Civil española; una inquietante partida de ajedrez en el Sorrento de los años sesenta...
El tango de la Guardia Vieja narra con pulso admirable una turbia y apasionada historia de amor, traiciones e intrigas, que se prolonga durante cuatro décadas a través de un siglo convulso y fascinante, entre la luz crepuescular de una época que se extingue.
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Primeras líneas
1. El bailarín mundano
En otro tiempo, cada uno de sus iguales tenía una sombra. Y él fue el mejor de todos. Mantuvo siempre el compás impecable en una pista, las manos serenas y ágiles fuera de ella, y en los labios la frase apropiada, la réplica oportuna, brillante. Eso lo hacía simpático a los hombres y admirado por las mujeres. En aquel entonces, además de los bailes de salón que le servían para ganarse la vida -tango, foxtrot, boston-, dominaba como nadie el arte de crear fuegos artificiales con las palabras y dibujar melancólicos paisajes con los silencios. Durante largos y fructíferos años, rara vez erró el tiro:  resultaba difícil que una mujer de posición acomodada, de cualquier edad, se le resistiera en el té danzante de un Palace, un Ritz o un Excelsior, en una terraza de la Riviera o en el salón de primera clase de un transatlántico. 
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El autor

Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, España, noviembre de 1951) se dedica en exclusiva a la literatura, tras vivir 21 años (1973-1994) como reportero de prensa, radio y televisión, cubriendo los conflictos internacionales en ese periodo. Trabajó doce años como reportero en el diario Pueblo, y nueve en los servicios informativos de Televisión Española (TVE), como especialista en conflictos armados.

Como reportero, Arturo Pérez-Reverte ha cubierto, entre otros conflictos, la guerra de Chipre, diversas fases de la guerra del Líbano, la guerra de Eritrea, la campaña de 1975 en el Sahara, la guerra del Sahara, la guerra de las Malvinas, la guerra de El Salvador, la guerra de Nicaragua, la guerra del Chad, la crisis de Libia, las guerrillas del Sudán, la guerra de Mozambique, la guerra de Angola, el golpe de estado de Túnez, etc.

Los últimos conflictos que ha vivido son: la revolución de Rumania (1989-90), la guerra de Mozambique (1990), la crisis y guerra del Golfo (1990-91), la guerra de Croacia (1991) y la guerra de Bosnia (1992-93-94). Desde 1991 y, de forma continua, escribe una página de opinión en XLSemanal, suplemento del grupo Vocento que se distribuye simultáneamente en 25 diarios españoles, y que se ha convertido en una de las secciones más leídas de la prensa española, superando los 4.500.000 de lectores.
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8 de marzo de 2012

De mi amigo Arturo


(Fragmento extraído del libro Con ánimo de ofender (Artículos 1998-2001) de Arturo Pérez-Reverte, un español miembro de la Real Academia, que no tiene reparos en hablar pestes de los españoles que han hecho méritos para ganarse su furia...como debe ser).
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Ha sido como volver atrás en el tiempo, regresando a la biblioteca del abuelo: el día de lluvia, la luz gris, los viejos volúmenes alineados en los anaqueles. Un niño de diez años lee sentado junto a la ventana. El libro se titula El caballero de Casarroja y tiene las tapas encuadernadas en tela, con el nombre de Alejandro Dumas en la portada. Y el niño pasa absorto las páginas, sobrecogido por el drama que allí se relata: la historia de amor y amistad, la guillotina ensangrentada en los días tumultuosos de la revolución francesa..
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...Y es que a veces una lectura en apariencia intrascendente, cualquier página leída al azar en el momento adecuado, inicia una cadena imprevisible que lleva a páginas insospechadas, o a mundos complejos, apasionantes. Por eso me causan tanta hilaridad los estúpidos que desprecian un libro, cualquiera que sea; aun el peor escrito. Porque un libro es un libro pese a que en apariencia no tenga nada dentro, y nadie sabe nunca dónde puede saltar la chispa que abre tantos caminos mágicos. Que se lo pregunten si no a un par de amigos: uno empezó devorando El Coyote y ahora es un experto mundial en misiones franciscanas en California y en la huella cultura hispana en Norteamérica. Otro empezó con Los tres mosqueteros y El prisionero de Zenda, y ahora dirige la Biblioteca Nacional.
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El tiempo pasa, y cambia nuestro corazón, y aquel niño que leía en la biblioteca del abuelo pudo ver después, y no precisamente en novelas de Dumas, demasiados cadáveres de otros niños que también tenían diez años y estaban en fosas comunes. Y me pregunto, por ejemplo, cómo sería ahora España si aquí hubiéramos tenido la lúcida previsión de guillotinar a Carlos IV y a María Luisa, y si a ese pérfido hijo de puta que luego reinó como Fernando VII alguien le hubiera hecho a tiempo una buena autopsia.

Obviamente, el niño de diez años es él

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2 de diciembre de 2011

El capitán Alatriste (Arturo Pérez-Reverte)

Género: Novela
Páginas: 248
Año: 1996
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Bueno
Se nota que Alejandro Dumas es uno de los escritores que más ha influido en la obra de Arturo Pérez-Reverte. Esta novela, que inicia la saga del capitán Alatriste, parece haber sido escrita en la época en la que sitúa la acción: el Siglo de Oro español, y más precisamente el Madrid del siglo XVII.

Con un argumento simple, el lector simpatiza rápidamente con este caballero que se gana la vida como espadachín a sueldo, y se sumerge en las intrigas palaciegas. La mención reiterada y apariciones esporádicas de nombres trascendentales de la cultura española, como Lope de Vega, Calderón de la Barca y Francisco de Quevedo, le da más brillo a esta recreación histórica.

La novela se lee con interés, sobre todo por parte de aquellos a quienes nos interesa ese tramo de la fascinante historia de España y sus personajes más relevantes. Es indudable que el autor se ha preparado concienzudamente y conoce el tema como pocos.

Argumento
"No era el hombre más honesto ni el más piadoso, pero era un hombre valiente"... Con estas palabras empieza El capitán Alatriste, la historia de un soldado veterano de los tercios de Flandes que malvive como espadachín a sueldo en el Madrid del siglo XVII. Sus aventuras peligrosas y apasionantes nos sumergen sin aliento en las intrigas de la Corte de una España corrupta y en decadencia, las emboscadas en callejones oscuros entre el brillo de dos aceros, las tabernas donde Francisco de Quevedo compone sonetos entre pendencias y botellas de vino, o los corrales de comedias donde las representaciones de Lope de Vega terminan a cuchilladas. Todo ello de la mano de personajes entrañables o fascinantes: el joven Íñigo Balboa, el implacable inquisidor fray Emilio Bocanegra, el peligroso asesino Gualterio Malatesta, o el diabólico secretario del rey, Luis de Alquézar. Acción, historia y aventura se dan cita en estas páginas inolvidables. (Fragmento extraído de la página web de Arturo Pérez-Reverte)
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2 de noviembre de 2011

Tengo un amigo




Hay un escritor vivo, contemporáneo, miembro de la Real Academia Española, y sin pelos en la lengua, como debe ser, al que he convertido en amigo. Habrá otros/otras con estas mismas características, pero hoy quiero referirme a éste en particular, por todo lo que me aporta diariamente, y me seguirá aportando, a menos que se metamorfosee en alguna otra cosa.

Es un hombre que a pesar de su vasto bagaje cultural, no trepida en descender al llano y hablarnos a nosotros, sus lectores, con las palabras que se utilizan en la vida cotidiana, sin detenerse a pensar si lo que dice es políticamente correcto o si ofende a alguien. Por el contrario, parece que le agrada eso de ofender, sobre todo si el destinatario de sus “insultos” se ha hecho acreedor a ellos.

Ha sido corresponsal de guerra en muchos conflictos internacionales, o sea que cuando habla de las miserias humanas –y también grandezas- sabe lo que está diciendo. Más de una vez, sus escritos resumen lo que uno hubiese querido decir, pero carece de medios y auditorio. Debemos conformarnos con leerlo y pensar “que suerte, éste piensa como yo”, o, “yo pienso como él”. Este sentimiento se hace más ostensible cuando escribe sin tapujos sobre las mentiras y falsedades de algunos políticos, o de personalidades de otras esferas.

Se trata de Arturo Pérez-Reverte, creador del capitán Alatriste, la serie novelística más emblemática de la literatura española actua, y autor de un considerable número de novelas sobre hechos históricos del pasado de España, indispensables, diría, para conocer más y mejor el pasado de este país complejo y fascinante.

No solo libros escribe el hombre. Sobre mi mesita de noche, junto a mi cama, descansa un libro cuyo título resume el contenido: Sin ánimo de ofender, una recopilación de sus columnas en un semanario dominical, en el que aborda todo lo que se le ocurre con un bienvenido lenguaje directo que divierte, hace pensar, o emociona, según el tenor de la nota en cuestión. Se me ha hecho una rutina leer cada noche una de sus columnas. Este es un ejercicio que recomendaría a todo aquel que no es muy aficionado a zambullirse en libros voluminosos. No me cabe duda que dedicarle pocos minutos diarios servirá para que el lector renuente, se interese cada vez más por abordar otros textos; es una manera de comenzar a leer: primero un par de páginas, y de allí en más, lo que apetezca.

Pérez-Reverte comenzó a publicar sus columnas en 1993 y desde entonces tiene más de cuatro millones de lectores semanales. Tantos no pueden equivocarse. El volumen que tengo en mi poder corresponde a los artículos escritos entre 1998 y 2001, pero no es el único. Tampoco es el primero en matizar su carrera literaria con estas columnas. Lo precedieron Miguel de Unamunu, Pío Baroja, Azorín o Valle-Inclán.

Pérez-Reverte describe así lo que hace con tanta pasión: “Escribiendo detesto menos el mundo, me detesto menos a mí mismo, me reconcilio con las cosas buenas porque yo creo en el mundo a mi manera”. El prólogo del libro que me espera cada noche dice que su cometido es “poner de manifiesto aquellas conductas en las que prevalece la mediocridad, la hipocresía, la falsedad, la brutalidad humana”. Estoy de acuerdo en todo.

El periodista-escritor y miembro de la Real Academia, centra sus artículos en la realidad española, cuya sociedad recibe los mandobles de este “fiscal” que no cree en eso de barrer la basura debajo de la alfombra, por el respeto que se debe tener a la bandera y bla, bla, bla.

El libro al que se refiere esta nota es un volumen de 500 páginas en tapa blanda, que no debe superar el costo de dos cajetillas de cigarrillos. A los jóvenes que son el futuro del país, la esperanza del mañana, etc. etc.: llévense este libro a casa y comiencen a conocerlo. Sigan quejándose de la realidad pero hagan algo para cambiarla. Estos textos nos activan las neuronas.
- José Trepat

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26 de abril de 2011

El maestro de esgrima - (Arturo Pérez-Reverte)





Género: Novela


Páginas: 329


Año de publicación: 1988


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Opinión : Bueno


Acabo de pasar la última página de las 329 que Arturo Pérez-Reverte creyó necesitar para escribir ésta, su segunda novela, en la que nos traslada al Madrid del siglo XIX y nos describe el ambiente en el que sus escasos personajes –los necesarios- dan vida a una trama de intrigas políticas, traiciones y desengaños.


En la primera mitad del libro, el autor nos presenta a la figura central de la novela, el maestro de esgrima Jaime Astarloa, un virtuoso y noble caballero que imparte clases de esa disciplina aprendida en la escuela francesa.


Después de 200 páginas dedicadas a explicar la técnica de la esgrima con términos que revelan los esfuerzos del escritor por informarse y asesorarse en la materia, el lector –en este caso yo mismo- llega a preguntarse si realmente pasará “algo” en lo que resta de la novela.


Pero esa duda se desvanece rápidamente al entrar en la segunda mitad. Se plantea la intriga, se profundiza en los personajes, se agregan otros y el libro se hace corto, tal es así que las últimas 150 páginas fueron leídas de un “tirón”, aprovechando un descanso laboral forzoso de quien esto escribe.


Dejando de lado el uso exquisito que Pérez-Reverte hace del idioma castellano, el lector se siente trasladado a ese momento de la historia en el que la católica Isabel II reina en medio de la agitación de los políticos que debaten la continuidad de la monarquía o el advenimiento de una República Federal.


De la mano de Pérez-Reverte el lector se sitúa fácilmente en la atmósfera del Madrid de la época, con sus calles adoquinadas transitadas por carruajes y el ambiente bullicioso de los cafés y tabernas, escenarios de las acaloradas discusiones políticas.


En esa época se ubican Las aventuras del capitán Alatriste, la exitosa serie que llegó bastante después de El maestro de esgrima. Parafraseando el final de la película Casablanca, “este puede ser el comienzo de una hermosa amistad” entre este lector y el capitán Alatriste.


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8 de noviembre de 2009

PERSONAJES - Arturo Pérez-Reverte

José Trepat Que un miembro de la Real Academia Española y a la vez conocido y prolífico escritor –entre otras cosas- baje al llano y en un tono coloquial, directo y duro, califique a ciertos banqueros como “hijos de la grandísima puta”, llama la atención, por decirlo de alguna manera.

Pero la sorpresa ya no lo es tanto a medida que uno va interiorizándose de la personalidad y antecedentes de este apasionante personaje de nuestros tiempos que no trepida en lanzar verdades como puños a través de una columna firmada y con foto incluida en un suplemento dominical que distribuyen varios diarios españoles. Son verdades que uno quiere escuchar y pocos de aquellos que tienen la facilidad de hacerlo públicamente, se atreven a suscribir con su nombre y apellido. Pero los hay, sería injusto negarlo, aunque quizás ninguno lo hace con tal contundencia y lenguaje descarnado. Conocí, o tal vez debe decir que supe de la existencia de Arturo Pérez-Reverte, hace ya varios años, cuando una tarde de sábado en Buenos Aires, sentado frente al televisor, el conductor del programa entrevistó a un periodista español que hacía sus primeras armas como novelista, y seguramente realizaba una gira de promoción por América latina. De entrada, este hombre me cayó muy bien. Hablaba con una fluidez impresionante, casi de manera verborragica, con notable dominio del idioma y una pasión desbordante por la que era su profesión: la de escribir, ya sea como periodista o flamante novelista. Recuerdo que me cautivó su facilidad de expresión, que me hizo recordar a la del filósofo Julián Marías que por aquellos años ofrecía charlas televisivas sobre temas diversos, también con una notable precisión conceptual. Era un placer escuchar a estas personas que manejaban de manera tan soberbia el idioma castellano. El hijo de Marías, Javier Marías, es otro de mis columnistas favoritos en la actualidad, pero el tema de esta nota es Arturo Pérez-Reverte, por quién día a día crece mi admiración a medida que voy encontrando entrevistas que se le han hecho y sobre todo, por las columnas que firma en XLSemanal, dónde dice lo que le viene en gana y siempre a calzón quitado, cómo debe ser. Pérez-Reverte, el creador de la muy exitosa serie de novelas sobre Las aventuras del capitán Alatriste, no deja títere con cabeza en sus arremetidas contra los políticos, el gobierno, la oposición, los banqueros, el sistema educativo, la iglesia y todo lo que a su modo de ver, merezca ser criticado.



Despojándose de esa clase de nacionalismo que unas veces resulta patético y otras imbécil, el académico y escritor nacido hace 52 años en Cartagena, Murcia, dispara su artillería contra los responsables de la educación en España, a quienes –son sus palabras- “hacéis posible que este autocomplaciente país de mierda sea un país de más mierda todavía”. Son epítetos fuertes sin duda, pero es su manera de decir las cosas: “ Lo mío es una mirada sobre el mundo, a veces un pensamiento, otras un cabreo. Es un ajuste de cuentas semanal. Un ajuste muy subjetivo; no pretendo para nada informar, ni educar, ni transmitir, sólo expresar según esté cabreado, feliz, simpático o de mala leche. Por eso digo que no es periodismo. La columna es un ejercicio de literatura que utiliza el periódico como medio. El periodismo es una cosa tan seria, tan cabal, tan concreta, tan nobilísimamente objetiva que no tiene ninguna vinculación con lo que hago”. La crítica dura, hiriente, va acompañada de un concepto sobre la educación, que encontramos en una de las entrevistas. “Yo soy jacobino y creo que los estados deben ser fuertes y que la educación debe ser férrea y medieval. Digo que los estados deben ser fuertes, no autoritarios ni totalitarios. Entre los jacobinos no hay nacionalismos posibles, sino un país solidario y a marcar el paso; y el que no quiera ser libre, lo va a ser a garrotazos”. Para refrescar la memoria sobre el término Jacobino, recurro al diccionario de la Real Academia, que lo define como un partido francés de la época de la Revolución, partidario de dirigir la educación de los ciudadanos. Para que quede bien claro lo que entiende por Educación, señala que debe ser férrea y medieval. “Y el que no quiera estudiar, a trabajar: a ser un dignísimo fontanero, un dignísimo albañil, un dignísimo agricultor. La educación debe ser accesible a cualquiera, pero cuando estudias, hay que esforzarse”. Se podrá discrepar pero que su mensajes claro, no hay duda. Su ingreso en la Real Academia se produjo en el 23 de enero de 2003 con 21 votos a favor y cuatro en blanco. Nadie votó en contra. Sin haberlo buscado, dice que su ingreso aportará el contacto con la realidad. "No soy un renovador del lenguaje, ni de la novela, ni de nada. Sólo soy un tipo que cuenta historias lo mejor que puede. Así que lo único que puedo aportar son mis novelas y mis lectores de aquí, de América y de otro países". La opinión que Pérez-Reverte tiene de los políticos, o por lo menos de algunos de ellos, queda reflejada en otra de sus columnas cuando relata que a veces suele pasar frente al edifico de Las Cortes en el momento en que salen los diputados , “encorbatados ellos y peripuestas ellas…con los aires que pueden ustedes imaginar. "No identifico a casi ninguno, y apenas veo los telediarios; pero al pájaro se le conoce por la cagada. Van pavoneándose graves, importantes, seguros de su papel en los destinos de España, camino del coche o del restaurante donde seguirán trazando líneas maestras de la política nacional y periférica. No pocos salen arrogantes y sobrados como estrellas de la tele, con trajes a medida, zapatos caros y maneras afectadas de nuevos ricos…. Diputados, nada menos. Sin tener, algunos, el bachillerato". El párrafo precedente puede aplicarse también otros países, muchos de América latina, pero quien lo dice en este caso es español y se refiere a España. Nada de barrer la basura debajo de la alfombra; al pan pan y al vino vino. Admite sin embargo que entre los políticos hay gente honrada cuya existencia es necesaria. Sus 21 años como corresponsal de guerra en conflictos como la guerra de Irak, de las Malvinas y de los Balcanes, le permite hablar con propiedad sobre los responsables y consecuencias de esas contiendas. “Estuve en los bosques de cruces de madera, en los callejones sin salida a donde llevan sus irresponsabilidades, sus corruptelas, sus ambiciones…. Algún día, si tengo la cabeza lo bastante fría, les detallaré a ustedes cómo se lo montan. Cómo y dónde comen y a costa de quién. Cómo se reparten las dietas, los privilegios y los coches oficiales”. Nada nuevo bajo el sol don Arturo, pero es saludable que estas cosas se digan y que estos personajes queden desenmascarados. ¿Por qué esta gente tiene derecho a su jubilación después de haber estado apenas siete años en un escaño frente a los 35 de trabajo honrado que se le exige a un ciudadano común? Con su bisturí en forma de metafórica pluma de escribir, Pérez-Reverte sale en defensa de aquellas personas mayores que han perdido sus viviendas porque en un momento dado las pusieron como aval para las hipotecas que sus hijos no pueden pagar debido a la crisis económica de la hasta hace poco pomposa “octava potencia del mundo”. ¿Qué padre no hubiera hecho eso por un hijo?. “Y ahora que se están ejecutando las hipotecas los responsables de que esto haya sido así miran para otro lado. Y sonríen, porque puede haber un fotógrafo de prensa cerca y la moda es salir sonriendo. Nadie ha ido a la cárcel por la crisis, pero la han merecido muchos, porque ha hecho mucho daño, sin contar los suicidios que debe de haber provocado”, leemos en un blog que comenta una columna del escritor, y que suscribimos. Las palabras que cierra el primer párrafo de esta nota hacen alusión a la campaña de entidades bancarias que ofrecen a los jóvenes “dinero fácil” para cumplir los sueños de tener coche nuevo –no usado para trabajar, sino nuevo- viajar y comprarse lo que quieran. Lo que muchas veces los jóvenes no analizan es que sucumbir a esa tentación los tendrá “enganchados” durante muchos años con el banco para saldar su deuda. “Hace mucho tiempo que no llamaba hijo de puta a nadie en esta página”, dice Pérez-Reverte en su columna dominical. “Pero hay días en que el impulso resulta más poderoso que las buenas intenciones”, y a continuación pone el colofón a su nota. *