4 de noviembre de 2010

Blanco y Negro



(Nota breve sobre algo que me ha llamado la atención)

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Parecería que el color gris ha desaparecido de la gama cromática de la política argentina.

Esta es la impresión que el visitante recoge a poco de llegar y establecer los primeros contactos con quienes habitan este país; en su gran mayoría oscilan entre el blanco y el negro cuando la conversación se centra en el apellido excluyente que conduce a la nación desde 2003. El apellido, claro está, no es otro que Kirchner.

Es difícil -de hecho me ha sido imposible- encontrar a alguien que se ubique en la zona gris, es decir que adopte una posición de equilibrio entre los extremos representados por los ultra kirchneristas y sus acérrimos opositores.

La zona "gris", que no debe necesariamente ser tibia o no comprometida, ocuparía una posición racional equidistante, en la que se reconozcan las virtudes y se admitan los defectos. Eso no lo he percibido.

Antes de continuar con la exposición de estos enfrentamientos aparentemente irreconciliables, es conveniente dotar a la nota del marco y el contexto apropiado.

Llegar a Buenos Aires es encontrarse con una capital moderna, pujante con gran actividad comercial. Impresionan los flamantes rascacielos, aunque paradojicamente, los edificios más bellos son los que fueron construídos en la primera mitad del siglo pasado.

Como país productor de materias primas, Argentina atraviesa un momento de gran euforia derivada especialmente de la exportación de soja, que alcanza niveles sin precedentes y han acrecentado de manera significativa las reservas del Banco Central.

Con esta bonanza en la producción agraria, el gobierno argentino exhibe cifras y estadísticas que obviamente le son netamente favorables, aunque allí está la oposición para denunciar manipulación de datos.

El visitante que llega como turista y recorre la espléndida Buenos Aires antes de dirigirse sin escalas a los hermosos escenarios turísticos como Cataratas o el Sur Patagónico, partirá de Argentina plenamente satisfecho, también gastronomicamente hablando.

Pero hay otra Argentina, también real, representada por ciudadanos que están felices y conformes con su situación, y ciudadanos que carecen de lo elemental para lo que pueda llamarse una vida digna. Negar esto sería enterrar la cabeza como el avestruz, o como llevar anteojeras que les impidan observar lo que pasa a su alrededor.

Mis interlocutores ubicados en ambos extremos del espectro político parecían seguir el mismo guión: por un lado, los Kirchner hicieron todo bien y nada mal, y por el otro, los Kirchner hicieron todo mal y nada bien. Estas posiciones tajantes las encontré también en los periódicos favorables a uno y otro sector.

Tal vez no lo haya visto, pero no hallé ningún medio que pusiera las cosas en su justo lugar o equilibrio.

En dos reuniones de grupos de amigos, noté algo curioso: en ningún momento se tocó el tema político y ni siquiera se mencionó al matrimonio K. ¿Por qué tanto recelo? ¿Para no herir susceptibilidades? Quizás haya sido lo más atinado. Pero esto tampoco es sano. Se puede defender una posición, aceptando que el interlocutor piense de manera distinta.

Lo expuesto hasta aquí es la impresión recogida en la primera parte de esta visita. Al producirse la inesperada muerte de Néstor Kirchner, baluarte insustituible del gobierno encabezado formalmente por su esposa Cristina Fernández, "el blanco y negro" quedó un poco difuminado; habían aparecido algunos tonos grises.

Los medios de prensa partidarios trazaron panegíricos laudatorios del ex presidente, como no podía ser de otra manera, en tanto que los medios y periodistas opositores no solo suspendieron sus ataques sino que rescataron las virtudes de Néstor Kirchner y mencionaron algunos de sus logros.

Los éxitos de su mandato fueron divulgados profusamente y no han sido cuestionados excepto las menciones a su personalidad y facilidad para granjearse enemigos y a los procedimientos empleados para alcanzar determinados fines. La balanza quedó inclinada a favor de K.

Parece obvio que a medida que pasen los días, los opositores hagan a un lado las inhibiciones que siempre trae aparejada la cercanía de la muerte, y vuelvan a descargar su artillería, más teniendo en cuenta que Argentina ingresa a un período pre-electoral. Probablemente expondrán argumentos para atacar al gobierno y afirmar que ellos lo harían mejor; es el juego de la democracia.

Lo que es difícil admitir es que un país que exporta alimentos y tiene reservas record en el Banco Central, tolere que un promedio de dos niños por día mueran de desnutrición. De esto es tan culpable este gobierno como todos los que los precedieron.

Sobre la desnutrición y la salud seguirá habiendo blanco y negro o se puede aspirar a que por lo menos en esto los extremos se unan?
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