29 de octubre de 2011

UNA FOTO, UNA NOTICIA

Leer periódicos y revistas es una manera excelente de estar en contacto con el mundo que nos rodea. De entre los centenares de artículos y fotografías, siempre habrá alguno o alguna que nos interesan más que otros. Es inevitable; todos somos subjetivos. Del recorrido efectuado hoy por Internet, dos foto/noticias me llamaron la atención.

La idea era publicar UNA FOTO, UNA NOTICIA, tal como reza el encabezamiento, y así quedará, pero después de publicada, la segunda foto/noticia también me interesó, quizás por estar en las antípodas de la primera.

En fin, aquí puede aplicarese aquello de que "nada es verdad ni es mentira; todo es según el color del cristal con que se mira". Que cada uno lo haga con su propio cristal.

Safia Adem vela la muerte de su hijo Hamza Ali Faysal, de solo tres años, en un campamento de refugiados somalies, instalado entre los escombros de la catedral de Mogadiscio. La criatura murió de enfermedades causadas por la desnutrición, dos semanas de haber escapado con su familia de la hambruna y sequía que asuela el sur de Somalia. El gobierno estadounidense estima que unos 30.000 niños han muerto en esa región en los últimos 90 días, a causa de la crisis.

(Foto tomada de la revista TIME. El epígrafe y el texto han sido traducidos por el blog)

Relato del fotógrafo
De regreso a Somalia casi dos décadas después de haber cubierto la hambruna de comienzos de los años 90, el fotógrafo John Moore escribe acerca de la tragedia que afecta hoy a este castigado país.

“Entré en las ruinas de la catedral junto con media docena de guardaespaldas y mi ayudante Bashir. Allí nos encontramos con varias docenas de pequeñas tiendas de campaña distribuídas en el interior del edificio. Refugiados que escapaban del hombre y la sequía en las zonas rurales de Somalia se habían desplazado hasta allí para establecer una especie de campamento.
“Un grupo de personas se había reunido frente a una de las tiendas. Bashir les preguntó que estaba ocurriendo. Le dijeron que un niño había muerto poco antes de que nosotros llegarámos. Pude ver como dos hombres envolvían el cuerpecito de Hamza Ali Faisal, de tres años, en una sábana, y se aprestaban a dirigirse hasta un cementerio.
"Comencé a seguir al grupo pero enseguida mi ayudante me pidió que me detuviera. Situado en un vecindario especialmente peligrosos, el cementerio estaba fuera del perímetro de nuestra zona de seguridad. Regresé al templo y me encontré con la madre del niño, Safia Adem, que desde la abertura de su tienda observaba a la caravana fúnebre con una mirada perdida.
“Yo había estado en Somalia durante la hambruna de los 90. En tanto que la tragedia se mantiene en los mismos niveles que entonces, el mundo más allá de las fronteras de Somalia es un lugar diferente y yo también soy una persona diferente. Desde mis comienzos como fotógrafo he visto muchas muertes. Ahora mi pelo ya no es rubio y tengo hijos propios. En ese momento de pérdida indescriptible, Safia tuvo la generosidad de permitirme que la fotografiara. Me siento conmovido de una manera tal que quizás solo un padre puede entender”
—John Moore
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Desde el momento en que fue proclamado papa, el 19 de abril de 2005, tres días después de cumplir los 78 años de edad, Joseph Ratzinger dejó claro que en el terreno estético el suyo no sería un papado continuista. Mientras su antecesor, el polaco Karol Wojtyla, había dado pruebas, a lo largo de sus casi 27 años de reinado, de un desinterés total por el corte de sus casullas, siempre vulgares, Ratzinger cuida hasta el último detalle de su indumentaria eclesiástica y litúrgica. Hasta el punto de que cada uno de sus atavíos es una declaración de intenciones, una manifestación de sus preferencias por los ritos preconciliares.

En sus primeras Navidades como sumo pontífice apareció en público con el camauro, un gorro de terciopelo escarlata forrado de armiño que no se había visto en el Vaticano en todo el siglo XX, con la única y breve excepción del uso esporádico que le dio Juan XXIII. El pintor Rafael inmortalizó al papa Julio II, que reinó al inicio del siglo XVI, luciendo uno, aunque Benedicto usa una versión actualizada.

Los que pensaron que era un golpe aislado de osadía papal quedaron decepcionados al verle poco después, impecable, con otra pieza de museo: una muceta de terciopelo rojo, forrada también de armiño, sobre un roquete (especie de camisola corta) rematado en encaje antiguo. En septiembre de 2006 se protegió del sol con el saturno, sombrero rojo de fieltro, bordado con motivos vegetales en hilo dorado, que Wojtyla usó rara vez.
(Artículo completo en EL PAIS, sábado 29 octubre 2011)
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