José Trepat
Este blog se hace sin obligaciones y sin urgencias. No se buscan temas en especial sino que estos fluyen naturalmente para que el proceso de gestación y publicación nos acompañe en el devenir cotidiano, haciéndolo más llevadero. Son como huellas en el desierto que inexorablemente serán tapadas por las arenas del tiempo para dejar paso a otras.
Es nuestra manera de comunicarnos con quienes sentimos afectos personales y también con todas las personas que por circunstancias diversas se sientan interesadas en pasear la vista por un tópico determinado, atraídas por las imágenes visuales que unas veces acompañan y otras sirven de excusa a las notas.
Conocer lugares diferentes a los que uno ve a diario nos amplía el horizonte, que duda cabe, y muchos consideramos la posibilidad de un viaje como una manera de evadirnos de la rutina y a la vez satisfacer la curiosidad de ver con nuestros propios ojos algunos de los tantos sitios que hemos conocido a través de la lectura, el cine o la televisión.
Con esta premisa, aprovechamos la reciente visita que hicieron a Londres dos jóvenes seguidoras de este blog, Ana T., y su amiga Mariela V., para compartir con ellas algunas impresiones de viaje, en paralelo con las que recogimos nosotros en una experiencia similar hace algún tiempo, cuando elegimos también como destino turístico la capital inglesa.
Ana y Mariela aprovecharon al máximo los pocos días que estuvieron allí, pues contaron con la benevolencia de las condiciones climáticas, alteradas sólo por alguna fugaz llovizna. En cambio nosotros, con la misma cantidad de días, conocimos al Londres “real”, o sea, lluvia y más lluvia, con el agravante de que por haber ido en diciembre, a las tres y media de la tarde ya era de noche.
Hay coincidencia en que tanto en la primavera de ellas como en el invierno nuestro, la experiencia fue altamente positiva. Las primeras impresiones? En lo personal me sentí impactado por el “peso” histórico de los edificios y monumentos de Londres, escenario de tantos acontecimientos trascendentales en la historia de la humanidad.
Una imagen de esa grandiosidad la observé reflejada –opinión muy subjetiva y quizás poco importante- en el tamaño de los leones que rodean la columna del almirante Horatio Nelson en Trafalgar Square, plaza construida para conmemorar la victoria inglesa frente a la armada franco española en la Batalla de Trafalgar. Mirándolos desde el nivel de la calle, bajo la lluvia y con paraguas, los leones me parecieron enormes, tal vez exagero.
La llegada al que fue el asentamiento de los romanos en el año 43 bajo el nombre de Londinium, se produjo en el aeropuerto de Heathrow, el de más tráfico internacional en el mundo, pero el traslado a los alojamientos no fue igual.
Las dos amigas argentinas, exprimiendo al máximo sus recursos, habían planeado con antelación los pasos a seguir. En el mismo aeropuerto abordaron el Metro, sabiendo en cual estación debían bajar para ir caminando desde allí directamente al Hostel que habían contratado.
A nosotros en cambio, nos esperaba en la terminal aérea un autómovil que nos llevó a nuestro hotel, un edificio victoriano, con carpetas y alfombras también de la época, a juzgar por lo raídas. Todo muy señorial y recargado en cuanto a mobiliario y cortinados, pero poco funcional y nada espacioso si se compara con los hoteles españoles de la misma categoría. Puertas adentro, nos sentíamos como en el Londres del siglo XVIII.
En su primer día en la capital inglesa, los visitantes buscan enseguida las imágenes que la caracterizan, entre ellas las clásicas cabinas telefónicas rojas y los autobuses de dos pisos, tan vistos en películas y fotografías.Para las visitas a los distintos lugares de interés se suele utilizar el transporte público, principalmente la vasta red subterránea que cubre al área céntrica y los alrededores de Londres.
Llama la atención la profundidad a que se encuentra el laberinto de túneles por los que circula el London Underground, conocido coloquialmente como The Tube. Fue la primera línea que se construyó en Europa, en el año 1863.
Ingresar a los profundos túneles provoca un poco de aprensión y es imposible no evocar las escenas que deben haberse vivido durante la Segunda Guerra Mundial, cuando eran utilizados como refugio contra los bombardeos alemanes que destruyeron gran parte de la ciudad.
Llaman la atención los taxis, vehículos que se caracterizan por su misma forma y aspecto antiguo, aunque los hay de distintos colores y algunos hasta con dibujos. Es el medio ideal si se viaje con equipaje, aunque caro, como también lo son, relativamente, el tren, el Metro y el bus.
Las dos turistas, que se reencontraron después de un tiempo para compartir esta visita, nos cuentan que comparada con París, con su monumentalidad, simetría y orden, Londres es más caótica, por lo menos en su parte céntrica, dónde confluyen personajes excéntricos y resalta la policromía de las vestimentas de las diversas etnias que se entremezclan con atildados hombres de negocios locales.
Mariela se había informado con antelación de que en Londres conviven muchas culturas y religiones y de que se hablan unas 300 lenguas, como puede comprobarse caminando por la comercial Oxford Street, que desemboca en la renombrada esquina de Picadilly Circus. Desde allí se puede continuar hacia los lugares elegidos para visitar, con alguna parada ocasional en uno de los tradicionales pubs (bares o tabernas) para observar mientras se descansa, el ajetreo incesante en las horas pico.
Según el tiempo de que uno disponga, se impone establecer un orden de prioridades para conocer los sitios, monumentos y museos más renombrados, de manera que hay que decidir cual de ellos se visitará primero: La Torre de Londres (declarada Patrimonio de la Humanidad), el London Bridge, el Parlamento (Whittehall) o el Museo Británicio, por mencionar sólo cuatro de una lista interminable.
Los museos son gratuitos pero otros sitios requieren un pago, como es el caso de La Torre de Londres, donde la boletería está atendida por un empleado vestido a la usanza medieval del imperio inglés, al igual que quien controla el acceso y el personal que deambula en el interior del recinto amurallado que es oficialmente El palacio y Fortaleza de Su Majestad, aunque el último gobernante que la ocupó fue Jacobo I (1566-1625).
También se la utilizó como prisión hasta la Segunda Guerra Mundial. Su último recluso, durante cuatro días, fue el criminala de guerra nazi Rudolf Hess.
Como parte de sus tradiciones puede verse en el recinto interior de la Torre de Londres, construida en el siglo XI, como seis cuervos negros deambulan a su albedrío.
Cuenta la leyenda que si estos pajaros desaparecierean, el monumento se destruiría y con él, el Reino Unido. De ahí que reciben cuidados especiales y cuando uno muere es reemplazado por otro cuervo salvaje.
En el patio interno hay una placa que recuerda el lugar exacto en que fue decapitada Ana Bolena, la reina consorte, con un hacha similar a la que puede verse en el museo de la Black Tower. Todo aquí es historia y la visita alienta el interés por indagar más sobre este período del imperio inglés.
Los Alabarderos, que tienen a su cargo el control de la Torre y son a la vez guías turísticos, nos explican que el foso alrededor de la fortaleza fue construido por orden del rey Ricardo Corazón de León, y llenado con aguas del Támesis, a escasos metros.
Desde la Torre se divisa el famoso London Bridge, con las sólidas dos bases de piedra que sostienen la estructura desde el año 1176. Cargado de años y de historia, el puente resistió el gran incendio de Londres en 1666. Durante 300 años se utilizó para empalar las cabezas de los enemigos del imperio. La primera fue la de William Wallace, a quién dio vida el actor Mel Gibson en la premiada película Braveheart (Corazón Valiente).
Ana comenta que toparse de pronto con la imagen real del famoso puente la retrotrajo a su época de estudiante de inglés en un aula con las paredes cubiertas de posters de Inglaterra. El puente era uno de los que más se destacaban. Por eso tantas fotografías de un mismo lugar, aprovechando el contraste de colores de cielo y nubes. El resultado, como puede verse, es magnífico.
Después de cruzar el Támesis, nuestros pasos nos llevan a una de las principales atracciones del Londres actual, la gigantesca noria London Eye (Ojo de Londres), construída hace nueve años padra conmemorar el milenio.
Subir a una de sus amplias 32 cabinas para completar un giro que dura unos 35 minutos, es algo oneroso pero vale la pena por la visión panorámica que se tiene desde lo alto, principalmente del complejo que ocupa el Parlamento con su Big Ben, uno de los símbolos tan emblemáticos de la capital inglesa.
En la parte inferior de la fotografía de la izquierda se ven las cabinas, una en día soleado y la otra bajo la lluvia que nos acompañó en nuestro viaje.
Un dato curioso es que la noria no se detiene en ningún momento. Hay que entrar y salir de las cabinas en 30 segundos, o de lo contrario esperar la cabina siguiente.
Desde su interior, en el punto más alto, las imágenes difieren también dependiendo de las condiciones climáticas.
Al finalizar la visita a la noria gigante, las imágenes que recogimos desde lo alto, nos llevan directamente hacia el edificio que alberga las dos cámaras del Parlamento británico y el archifamoso Big Ben, el Gran Reloj de Westminster. Para ello cruzamos nuevamente el Támesis y ya nos encontramos fente a la torre de estilo gótico victoriano, de 96 metros de altura.
El Parlamento visto desde The London Eye |
Nuestra visita tuvo lugar en las primeras horas de la tarde, ya casi oscuro y bajo una persistene lluvia.
Un sitio imperdible es el Museo Británico, uno de los más antiguos del mundo y que contiene más de siete millones de objetos de las más diversas procedencias.
Se necesita más de un día completo para una visita más o menos exhaustiva, pero la escasez de tiempo obligó a circunscribirla a lo que más nos interesaba. En esta caso coincidimos en el sector correspondiente al antiguo Egipto y una de sus "joyas", la célebre piedra de Rosseta.
Hablar de Egipto y no querer conocer sus momias es algo díficil de concebir, así que dedicamos también unos minutos (lástima que fueron pocos) para saber más sobre el tema, tan apasionante para muchos.
La paciencia y el tiempo de quienes hayan llegado hasta aquí posiblemente se han agotado.
Estas dos "visiones" compartieron también visitas a la Catedral de San Pablo, la Abadía de Westminster, el Palacio de Buckingham.
Quedó tanto por ver! Pero es que Londres abruma por la grandiosidad de sus monumentos y su historia, independientemente del credo político que uno profese. Eso es algo nimio si se compara con lo que ofrece la capital de Inglaterra y del Reino Unido para ampliar los conocimientos y la cultura. La historia es de todos, para bien o para mal.
Como corolario de su visita, que incluyó también la National Gallery, con La virgen del espejo, de Velazquez, considerada su joya mayor, Ana y Mariela fueron recibidas por la familia real británica...aunque sólo en el Museo de Cera.
*
7 comentarios:
Me sirvió a mí también esta nota para enterarme de unas cuantas cosas relativas a Londres... Está bueno que incluyas estos datos porque se aprende de una manera entretenida. Además, con cada viaje que se hace, va creciendo la curiosidad por conocer más sobre estos lugares! Molt bé, daddy!!
Es de buena educación responder a los comentarios, de modo que gracias Ana por el tuyo. Seguramente hay muchas más cosas que decir sobre Londres, pero hay que poner un límite. Cualquier corrección/aclaración será bienvenida.
Leída. Argentina.
Leida.Argentina
Leido, como todas. Mataró, España, ah no, que esto no es España, es Catalunya...
Leido, España
Leido, Ciudad Autonoma de Bs.As.Argentina 02-09-2013
Publicar un comentario