1 de julio de 2009

ANDRES CASCIOLI



José Trepat

Hay coleccionistas para todos los gustos. Están aquellos a quienes se les da por la numismática, sellos postales, fotografías de viaje, tapitas de bebidas gaseosas y así, lo más variopinto en una lista interminable.

Soy de los que solían archivar recortes periodísticos ya sea de periódicos o revistas para releerlos en un tiempo futuro con más calma y detenimiento, pues me parecía que esos artículos merecían una mejor atención, por su contenido y también por respeto a las firmas que los refrendaban.

Esos recortes sacados de diarios como Clarín, La Nación, EL PAIS y La Opinión en su primera época, además de las notas de tapa de las revistas Time y Newsweek, entre otras publicaciones, constituían de por sí una enciclopedia “viviente” que se actualizaba de manera continua, y que en el futuro me permitirían reconstruir algún hecho del pasado con documentación de “primera mano”, escrita en “caliente”.

Me imagino que esta especie de hobbie es común entre quienes hemos pasado por el periodismo. Muchos de esos artículos cumplieron su cometido. Fueron releídos y vueltos a archivar, pero otros, apretujados en carpetas cada vez más numerosas se transformaron en pilas de “papeles viejos” que había que tirar por carecer de espacio, y por alguna mudanza. En la actualidad, los archivos son digitalizados y ese problema no existe.

En cada una de esas “limpiezas” periódicas muchos diarios y revistas iban a parar a las bolsas de residuos. Entre las muy pocas que se salvaron de la picota está la colección (aunque no completa) de la revista Humor, creada por el admirado Andrés Cascioli en la época más sangrienta de la historia argentina: la dictadura militar de Jorge Rafael Videla, a la que Cascioli y su equipo plantaron cara jugándose nada más ni nada menos que la propia vida.


Mi colección de Humor está guardada en pilas de ejemplares atadas con correas de levanta cortinas, en una especie de altillo, donde la humedad y el moho están haciendo estragos. Quizás algún día descansen en un lugar más confortable, pero sin duda jamás serán vendidas como papel viejo.

Si esta decisión puede considerarse como un homenaje al tano Cascioli y su gente, que así sea, ahora que nos hemos enterado de su muerte, que en mi opinión ocupó menos espacio que el que merecía como ejemplo de coraje y dignidad, además de notable dibujante y caricaturista.

No se trata aquí de ahondar en la biografía de Cascioli, sino de extraer del baúl de los recuerdos algunos apuntes de lo que significó para mi formación como persona en un momento tan difícil y no sobrado de ejemplos de su talla.

En 1978, año de la aparición de Humor, Argentina vivía amordazada por la tiranía de Videla, y era comprensible dado lo cruento de la represión de los militares contra sus opositores. Todavía cuesta imaginarse que alguien se atreviera a enfrentar al aparato militar desde un espacio público, como es una revista cuyo contenido era obra de personas con nombre y apellido. Es decir que era muy fácil buscarlas y encontrarlas.

En los kioscos de revistas todo era apacible. Las de mayor venta eran Somos, de interés general que se movía dentro de ciertos límites, y Gente, la publicación más farandulesca de la Editorial Atlántida, que se adaptaba rápidamente al gobierno de turno.

Recordemos que Humor echó la simiente para nombres que después tuvieron vuelo propio, como el inigualable Roberto Fontanarrosa, los dibujantes Crist y Maitena y el inteligente Alejandro Dolina. 


A partir del primer número, la gente esperaba con avidez la aparición de la revista. Las geniales caricaturas de Cascioli en su portada eran semana tras semana un verdadero editorial en abierto desafío a la censura y se convirtieron en un fenómeno periodístico y cultural.

Humor continuó en su línea con todos los gobiernos militares de turno, a pesar de las amenazas de muerte que sus responsables recibían periódicamente. Era tal la aceptación popular que llegó a vender 330.000 ejemplares, 100.000 más que la complaciente Gente.

De la mano de Cascioli –era impensable una portada sin la esperada caricatura- Humor fue creciendo y consolidándose con el apoyo masivo de los lectores. Más adelante, con el advenimiento de la democracia, Humor mantuvo su línea de crítica abierta al gobierno de turno, cuando esta la merecía, pero las ventas fueron mermando y la editorial La Urraca, que había fundado, entró en crisis financiera.

Los gobiernos democráticos tampoco se salvaron del lápiz y la agudeza de Cascioli. Carlos Menem fue caricaturizado en muchas tapas, igual que Raúl Alfonsín y otros.

Tampoco tenía pelos en la lengua. A Menem lo definió como "musulmán traidor que renunció a sus orígenes, regresó buscando apoyo y después se volvió a despegar".

Muchos estamos en deuda. Debimos haber apoyado más a Cascioli, aunque nomás fuera como reconocimiento por lo que había hecho cuando muchos prefirieron el anonimato.

Además de militares y políticos, nombres del arte y la cultura cayeron bajo la lupa de Andrés Cascioli, aunque aunque seguramente vistos desde el respeto y la admiración. Van estos dos ejemplos a modo de colofón.

*

2 comentarios:

martagbp dijo...

Gracias José por el recordatorio ya que la revista Humor no sólo fue un ícono peródístico con concentración altísima de gente pensante sino que, por eso mismo, fue un refugio y un respiro de intelectualidad durante los años de la dictadura- Seguramente los personeros del despotismo de estado no la entendieron y por eso sobrevivió!! Rodolfo nos contó que tiene casi completa la colección. Un tesoro sin duda. Cariños.

flaco dijo...

Me sumo al concepto de la nota y al comentario de Marta.