José Trepat
Siempre con los sentidos dispuestos a percibir alguna señal que nos estimule a llenar el espacio vacío que es para quienes hacemos un blog la página que aún no ha sido escrita cuando abrimos el sitio que hemos creado en Internet, nos toca hoy intentar un ensayo de interacción con un trabajo elaborado por uno de nuestros seguidores más constantes.
A modo de metáfora, me da la sensación de que nos encontramos ante un campo virgen que nos disponemos a roturar y sembrar con nuestras modestas herramientas para recoger luego la cosecha que será buena o mala, según la calidad de las simientes y la dedicación que hayamos puesto en el proceso.
Nuestro seguidor es merecedor del afecto personal de quién esto escribe por su dedicación a una disciplina que siempre hemos alentado desde aquí, y que es nada más ni nada menos que la afición a la lectura como medio de enriquecernos como personas. Y como es una afición nada onerosa, al alcance de cualquiera, seguiremos predicándola contra viento y marea.
Es encomiable también su intención de compartir el fruto de su investigación para ayudar a conocer hechos y personajes que considera deben ser difundidos. En el caso particular que nos ocupa, el personaje elegido por el seguidor –autodidacta, como se autodefine- ha sido el cantor de temas folclóricos argentinos Jorge Cafrune.
Y ahora sigamos con la nota en primera persona.
Casualmente, el “turco” Cafrune, de origen sirio-libanés, fue y es sin lugar a dudas mi folclorista preferido, a tal punto que en mi coche siempre llevo una veintena de sus temas, entre los cuales la joya de la corona es “Zamba de mi esperanza”, del que ha hecho una versión única e irrepetible.
Por eso mi adhesión a la nota-homenaje que ha publicado en su blog, y a la que, con su anuencia, me permito aportar algunos recuerdos y reflexiones personales.
La primera mención que escuché de Cafrune fue a mediados de la década de 1960 cuando trabajaba como Supervisor de Telex en International Telephone and Telegraph (ITT). Un día, una operadora de Telex llamada Gunta (sueca ella) comentó orgullosamente que había comprado un equipo de audio en el que una y otra vez hacía girar un “long-play” de Jorge Cafrune.
La sueca estaba maravillada por la fidelidad de su equipo en el que, decía, se escuchaba “hasta la respiración” de Cafrune. Con el paso del tiempo el estilo personal del barbado cantor con su frondosa caballera negra cubierta con un sombrero de ala recta, fue consolidándose nítidamente entre mis preferidos.
Es un hecho irrefutable que la muerte prematura transforma al personaje en mito, sobre todo cuando ocurre en el momento de plenitud de sus posibilidades. Basta recordar a Eva Perón, Carlos Gardel, James Dean, Che Guevara y otros. Cafrune fue uno de ellos. La trascendencia de una muerte u otra queda librada al juicio de la historia, y también la incógnita de que hubiera sido de ellos de no haber tenido un final trágico.
Pero lo que sí es verdad es que todos acopiaron méritos para ingresar en el rincón de los elegidos.
Como en tantos otros casos en Argentina –ya que de un argentino estamos hablando- las circunstancias de la muerte de Jorge Cafrune quizás algún día puedan saberse. Hay alguien que lo sabe sin duda. Pero por el momento es un misterio, aunque para muchos no es tal, pero como no hay pruebas, nada puede afirmarse.
Yo trabajaba en la Agencia Reuters cuando una noche llegó a nuestra redacción un despacho de una agencia local de noticias, informando que el folclorista Jorge Cafrune había sido atropellado por un vehículo junto con su cabalgadura. Ahí quedó la información y allí quedó Cafrune con las costillas perforándole los pulmones. Al día siguiente moría por no haber recibido atención médica rápida.
Para la policía había sido un accidente. Nada de investigación, eso quedaría para tiempos de democracia. Era 1978, año del Mundial de Fútbol en el que Jorge Rafael Videla y su Junta Militar gritaban a voz en cuellos los goles de Mario Kempes, haciéndole coro miles de gargantas.
Años después su hija, Yamila Cafrune, abogada y también cantante, dijo que la familia había llegado a un punto muerto con respecto a las circunstancias de la muerte de su padre, pero aventuró algunas conjeturas de que podría haber sido obra de la Gendarmería o la Triple A, la tenebrosa organización creada por el ex ministro de Perón, José López Rega, quien habría dicho que “Cafrune era más peligroso con una guitarra que un ejército con armas”. Esta frase queda en condicional.
Lo que sí se comentaba en esa época era que sus discos estaban prohibidos, entre ellos Zamba de mi esperanza. La razón? Por contener la palabra esperanza.
En su época de éxito, Jorge Cafrune promovió a figuras del folclore de la talla de Mercedes Sosa y José Larralde.
Como ocurrió con la muerte del Che Guevara, finalmente se supo quien había apretado el gatillo. En el caso de Cafrune tal vez se sepa quien estaba al volante, y de ser válidas las conjeturas, quién había dado la orden.
Como parte de sus éxitos, “el turco” legó a sus hijos quizás lo más importante: una vida honorable.
Así lo resume su hija Yamina: Como me dijo una vez (Horacio) Guarany, yo nunca voy a tener que bajar la vista cuando hable de mi viejo.
A modo de metáfora, me da la sensación de que nos encontramos ante un campo virgen que nos disponemos a roturar y sembrar con nuestras modestas herramientas para recoger luego la cosecha que será buena o mala, según la calidad de las simientes y la dedicación que hayamos puesto en el proceso.
Nuestro seguidor es merecedor del afecto personal de quién esto escribe por su dedicación a una disciplina que siempre hemos alentado desde aquí, y que es nada más ni nada menos que la afición a la lectura como medio de enriquecernos como personas. Y como es una afición nada onerosa, al alcance de cualquiera, seguiremos predicándola contra viento y marea.
Es encomiable también su intención de compartir el fruto de su investigación para ayudar a conocer hechos y personajes que considera deben ser difundidos. En el caso particular que nos ocupa, el personaje elegido por el seguidor –autodidacta, como se autodefine- ha sido el cantor de temas folclóricos argentinos Jorge Cafrune.
Y ahora sigamos con la nota en primera persona.
Casualmente, el “turco” Cafrune, de origen sirio-libanés, fue y es sin lugar a dudas mi folclorista preferido, a tal punto que en mi coche siempre llevo una veintena de sus temas, entre los cuales la joya de la corona es “Zamba de mi esperanza”, del que ha hecho una versión única e irrepetible.
Por eso mi adhesión a la nota-homenaje que ha publicado en su blog, y a la que, con su anuencia, me permito aportar algunos recuerdos y reflexiones personales.
La primera mención que escuché de Cafrune fue a mediados de la década de 1960 cuando trabajaba como Supervisor de Telex en International Telephone and Telegraph (ITT). Un día, una operadora de Telex llamada Gunta (sueca ella) comentó orgullosamente que había comprado un equipo de audio en el que una y otra vez hacía girar un “long-play” de Jorge Cafrune.
La sueca estaba maravillada por la fidelidad de su equipo en el que, decía, se escuchaba “hasta la respiración” de Cafrune. Con el paso del tiempo el estilo personal del barbado cantor con su frondosa caballera negra cubierta con un sombrero de ala recta, fue consolidándose nítidamente entre mis preferidos.
Es un hecho irrefutable que la muerte prematura transforma al personaje en mito, sobre todo cuando ocurre en el momento de plenitud de sus posibilidades. Basta recordar a Eva Perón, Carlos Gardel, James Dean, Che Guevara y otros. Cafrune fue uno de ellos. La trascendencia de una muerte u otra queda librada al juicio de la historia, y también la incógnita de que hubiera sido de ellos de no haber tenido un final trágico.
Pero lo que sí es verdad es que todos acopiaron méritos para ingresar en el rincón de los elegidos.
Como en tantos otros casos en Argentina –ya que de un argentino estamos hablando- las circunstancias de la muerte de Jorge Cafrune quizás algún día puedan saberse. Hay alguien que lo sabe sin duda. Pero por el momento es un misterio, aunque para muchos no es tal, pero como no hay pruebas, nada puede afirmarse.
Yo trabajaba en la Agencia Reuters cuando una noche llegó a nuestra redacción un despacho de una agencia local de noticias, informando que el folclorista Jorge Cafrune había sido atropellado por un vehículo junto con su cabalgadura. Ahí quedó la información y allí quedó Cafrune con las costillas perforándole los pulmones. Al día siguiente moría por no haber recibido atención médica rápida.
Para la policía había sido un accidente. Nada de investigación, eso quedaría para tiempos de democracia. Era 1978, año del Mundial de Fútbol en el que Jorge Rafael Videla y su Junta Militar gritaban a voz en cuellos los goles de Mario Kempes, haciéndole coro miles de gargantas.
Años después su hija, Yamila Cafrune, abogada y también cantante, dijo que la familia había llegado a un punto muerto con respecto a las circunstancias de la muerte de su padre, pero aventuró algunas conjeturas de que podría haber sido obra de la Gendarmería o la Triple A, la tenebrosa organización creada por el ex ministro de Perón, José López Rega, quien habría dicho que “Cafrune era más peligroso con una guitarra que un ejército con armas”. Esta frase queda en condicional.
Lo que sí se comentaba en esa época era que sus discos estaban prohibidos, entre ellos Zamba de mi esperanza. La razón? Por contener la palabra esperanza.
En su época de éxito, Jorge Cafrune promovió a figuras del folclore de la talla de Mercedes Sosa y José Larralde.
Como ocurrió con la muerte del Che Guevara, finalmente se supo quien había apretado el gatillo. En el caso de Cafrune tal vez se sepa quien estaba al volante, y de ser válidas las conjeturas, quién había dado la orden.
Como parte de sus éxitos, “el turco” legó a sus hijos quizás lo más importante: una vida honorable.
Así lo resume su hija Yamina: Como me dijo una vez (Horacio) Guarany, yo nunca voy a tener que bajar la vista cuando hable de mi viejo.
NOTA: Los datos biográfricos de Jorge Cafrune están en la nota que originó estos párrafos (http://diadelprimo.blogspot.com/)
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1 comentario:
Muy buena nota!
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