9 de noviembre de 2009

Internet y los libros




La escritora Carmen Santos se hace eco en su blog de una columna de su colega Carmen Posadas sobre la descarga gratuita de libros en Internet, en la que vierte conceptos que por cierto no carecen de fundamento.

Carmen Posadas dice que a diferencia de lo que uno tal vez pudiera pensar, la inmensa mayoría de los escritores no se hacen ricos con sus obras, por las que perciben apenas el 10% del precio de venta. Yo pregunto: ¿Por qué es así? ¿Quién se lleva el 90 por ciento restante? Algo está podrido en Dinamarca.

No puede cuestionarse ninguno de los párrafos que Carmen Posadas expresa en XLSemanal, sobre todo cuando se refiere al ego que algunos escritores famosos pudieran tener al saber que sus creaciones llegan a miles de lectores. “Como si uno viviera del ego, por muy desmesurado que lo tenga. Pero el ego no paga la luz, ni el teléfono, ni la factura del médico ni el resto de los gastos que tenemos como todo bicho viviente”, dice la columnista con lógica irrefutable.

¿Por qué esta nota? Porque de alguna manera me siento involucrado en el tema y deseo solidarizarme con los autores que me han dato tantas horas de placer y también tanto conocimiento a través de sus obras.

Yo he descargado libros de Internet, pero cuidado! Tengo la conciencia tranquila y explico por qué. Para comenzar y a modo de defensa diré que mi biblioteca personal consta de más de 2.500 libros comprados. Y también he de decir que no hay nada comparable a leer un libro de tapas duras o blandas y con hojas de papel, ya sea tipo biblia o rústico (prefiero este último).

Los libros que he descargado son audiolibros, un renglón que las editoriales tienen poco en cuenta. ¿Y por qué audiolibros? Porque en el viaje (tres horias diarias) de ida y vuelta a mi trabajo, consumo la literatura que alguien me lee, ya que en el coche obviamente no puedo hacerlo.

Las editoriales deberían editar los libros en la forma tradicional y acompañados de un CD que no pueda ser copiado, en su versión oral. Esto permitiría que miles de personas pudieran acceder a la literatura, sobre todo aquellas que tienen problemas de visión, las que les gustaría “leer” mientras hacen algún trabajo manual, las que toman el sol en la playa, etc. etc. etc.

Para no extenderme demasiado, dejo constancia aquí del respeto hacia los escritores que defienden su profesión y el derecho a vivir de ella. Pero entre los lectores no todos tienen vista de lince y los audiolibros pueden ser muy útiles, así que facilitemos su acceso a un precio razonable y asequible.

Como en casi todas las cosas hay que buscar el equilibrio.



Me acaba de venir a la memoria que hace años adquirí los CDs de La familia de Pascual Duarte, leída por su propio autor, Camilo José Cela. ¿No les gustaría a los escritores hacer un esfuerzo y grabar la versión oral de sus libros, siempre y cuando la voz sea adecuada? De lo contrario hay personas con muy buena dicción que podrían hacerlo.

En Estados Unidos hay miles de títulos de audiolibros. ¿Qué pasa en España?
Punto final.


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