Hay cosas que me gustan y otras que no. Esto es una obviedad porque a todo el mundo le ocurre lo mismo. Lo útil es tomar posiciones y defenderlas.
Anoche me dispuse a ver un partido de fútbol entre el Sevilla F.C. y el Borussia Dortmund por la Liga Europa, un torneo devaluado frente a la formidable Champions League. Pero bueno, como es lógico todos quieren ganar, ya sea por el país, por el equipo o por el bolsillo, cualquiera sea el orden.
Lo transmitía Canal 5, un canal que no goza de mis simpatías porque no obstante tener algunos programas interesantes, emite ese aborrecible engendro llamado Gran Hermano. A cargo de la transmisión estaba el Jefe de Deportes, conocido como Jota Jota, secundado en los comentarios por el ex futbolista Fernando Morientes.
Naturalmente, al canal le interesaba que el Sevilla F.C. pasara a la siguiente ronda por aquello de los derechos televisivos y lo que ello supone, económicamente hablando.
Promediaba el segundo tiempo y Sevilla perdía 1-2. Con el empate le bastaba para seguir en el torneo. En un momento dado el equipo español consigue el empate, así que ese resultado lo clasificaba. Allí comenzó la exhibición de patrioterismo barato por parte de Jota Jota, que no trepidaba en aplaudir y alentar comportamientos antideportivos de los sevillistas en aras de lograr su objetivo. Importaba el fin y no los medios.
Los jugadores del Sevilla exageraban las faltas que les cometían quedándose tirados en el césped. “Ahora quedémonos 20 segundos en el suelo, que sumados a otros 20 mientras se ejecuta la falta, ya tenemos casi un minuto menos para el final”, vociferaba Jota Jota, cagándose en el fair play, o lealtad deportiva.
Los periodistas festejaban también las pérdidas de tiempo del arquero sevillista Palop, que le valieron una tarjeta amarilla. “Total, como todavía no tiene ninguna, no lo perjudica”, justificaba alegremente Jota Jota, pensando que si el partido terminaba empatado, el canal y él tendrían otra/s transmisiones. ¡Viva el juego limpio!.
Anoche me dispuse a ver un partido de fútbol entre el Sevilla F.C. y el Borussia Dortmund por la Liga Europa, un torneo devaluado frente a la formidable Champions League. Pero bueno, como es lógico todos quieren ganar, ya sea por el país, por el equipo o por el bolsillo, cualquiera sea el orden.
Lo transmitía Canal 5, un canal que no goza de mis simpatías porque no obstante tener algunos programas interesantes, emite ese aborrecible engendro llamado Gran Hermano. A cargo de la transmisión estaba el Jefe de Deportes, conocido como Jota Jota, secundado en los comentarios por el ex futbolista Fernando Morientes.
Naturalmente, al canal le interesaba que el Sevilla F.C. pasara a la siguiente ronda por aquello de los derechos televisivos y lo que ello supone, económicamente hablando.
Promediaba el segundo tiempo y Sevilla perdía 1-2. Con el empate le bastaba para seguir en el torneo. En un momento dado el equipo español consigue el empate, así que ese resultado lo clasificaba. Allí comenzó la exhibición de patrioterismo barato por parte de Jota Jota, que no trepidaba en aplaudir y alentar comportamientos antideportivos de los sevillistas en aras de lograr su objetivo. Importaba el fin y no los medios.
Los jugadores del Sevilla exageraban las faltas que les cometían quedándose tirados en el césped. “Ahora quedémonos 20 segundos en el suelo, que sumados a otros 20 mientras se ejecuta la falta, ya tenemos casi un minuto menos para el final”, vociferaba Jota Jota, cagándose en el fair play, o lealtad deportiva.
Los periodistas festejaban también las pérdidas de tiempo del arquero sevillista Palop, que le valieron una tarjeta amarilla. “Total, como todavía no tiene ninguna, no lo perjudica”, justificaba alegremente Jota Jota, pensando que si el partido terminaba empatado, el canal y él tendrían otra/s transmisiones. ¡Viva el juego limpio!.
¡Como deseé que el Borussia Dortmundo marcara un gol!
Este tipo de periodismo que desprecia todo lo que sea parecido a objetividad, no le hace nada bien al deporte ni a la ética que debe observar y transmitir quién está a cargo de un medio público. Me viene a la memoria el gran periodista argentino Dante Panzeri, defensor de una escuela que criticaba lo criticable y defendía lo que había que defender, sin importar el color de la camiseta. Claro, Panzeri tenía muchos enemigos en el gremio porque siempre les arruinaba el “negocio” con sus críticas punzantes y demoledoras.
La otra cara
Esta mañana estaba haciendo algunos trabajitos en la PC mientras escuchaba Radio Nacional de España, que es la emisora del Estado y no del Gobierno, algo que a veces es difícil comprender. Muchas veces se supone que la radio estatal debería estar para hablar a favor del gobierno de turno y lanzarse a campañas panfletarias contra quien se le oponga.
El programa que escuchaba (y no es la primera vez que lo hago) estaba conducido por Juan Ramón Lucas, un periodista que se ha ganado el respeto generalizado por la sobriedad, el equilibro y la buena educación con la que aborda los temas de actualidad.
Sus invitados son personas del gobierno y de la oposición. Para todos el trato es respetuoso por igual y las partes pueden exponer lo que les venga en gana sin descalificaciones y sin insultos. Un ejemplo de lo que debe ser una radio estatal, en la que tienen cabida todas las opiniones. Radio Nacional de España sí es realmente una emisora pública “para todos”.
Como ser pensante, me resultaría muy desagradable que en la radio y la televisión del estado escuchara sólo elogios obsecuentes para el gobierno de turno y críticas y mofas para la oposición. Por una razón muy simple: es de “todos”.
Los oyentes pueden sentirse más que agradecidos por el respeto con que se los trata.
Al margen de esto, en la televisión española también hay programas basura, no vaya a creer!
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