José Trepat
Cuando descubrimos alguna pieza musical que nos emociona, cuando leemos un libro que nos interesa especialmente, cuando vemos alguna película cuya trama nos atrapa, cuando vemos alguna serie por televisión que nos impacta de una u otra manera…
Cuando sucede algo de eso, surge el deseo –por lo menos en mi caso- de compartir esa experiencia con otras personas que sentimos cercanas, aunque algunas veces la distancia que nos separa sea de miles de kilómetros. Es decir, creemos honestamente que los méritos que nuestra capacidad emocional o intelectual ha “descubierto” en la obra o personajes en cuestión, pueda tener también el reconocimiento de otros.
Delimitando el amplio espectro esbozado en el primer párrafo de esta nota , el presente comentario está circunscrito al ámbito televisivo y más concretamente, a una serie que la televisión española emite desde hace diez años. Se trata de “Cuéntame como pasó”, una obra de ficción ambientada en un período concreto de la historia reciente: la transición del franquismo a la democracia.
Con las licencias que toda ficción puede utilizar en cuanto al rigor histórico de los hechos que narra, la saga familiar de la familia Alcántara me “atrapó” desde que comencé a verla en el año 2002, pero lo que me ha deslumbrado, sobre todo en los capítulos más recientes, es la actuación de tres de los principales actores: Juan Echanove, Ana Duato y principalmente Imanol Arias; todos absolutamente admirables en sus interpretaciones. El resto del elenco no desentona en absoluto.
Hay momentos en los que cuesta creer que simplemente estén actuando, rodeados de luces, técnicos y un director que “vigila” cada uno de sus gestos o expresiones. El espectador desconoce cuántas toma se han hecho de una escena, pero el resultado final es óptimo, y eso es lo que queda en la retina.
Lo de “admirables” se aplica también a su condición de personas comprometidas con su tiempo y con los problemas sociales de este mundo globalizado. Cuando un deportista, un escritor o un actor sacude las fibras emocionales del destinatario de su trabajo, se produce –a veces- el deseo de indagar un poco más acerca del mundo real en el que esos personajes se desenvuelven.
¿Qué admirador de Gabriel García Márquez, José Saramago –por ejemplo- u otro escritor/ra de mayor o menor relevancia no ha sentido interés en algún momento por conocer más datos sobre su vida?
En el caso de Ana Duato e Imanol Arias esa búsqueda de información no defrauda.
Alejados de los escándalos protagonizados por caras bonitas y escaso cerebro, que con frecuencia invaden el mundo de la farándula, estos actores con mayúsculas han preferido dedicar parte de su tiempo a realizar obras que merecen más difusión que los escandalotes que no aportan más que elevadas dosis de idiotez.
En mis recorridos por la radio y televisión oficial española, que en opinión persnal son de una excelente calidad y contenido –quien no lo crea así tiene derecho a hacerlo- descubrí hace poco un video sobre una visita de Ana Duato e Imanol Arias, a Níger, uno de los países más pobres del mundo, como embajadores de UNICEF para colaborar con su presencia en proyectos de asistencia médica y vacunación, y un sistema integral de extracción y tratamiento de agua, entre otros.
El video de una hora de duración resume el viaje de siete días de los artistas, que esta vez sin maquillajes ni coloretes en los rostros, exhiben sin embargo su rostro más humano y real: el de la solidaridad con quienes no tienen tanta suerte de poder sentarse frente al televisor para disfrutar de la saga de la familia Alcántara.
Los abrazos y besos que la rubia actriz recibe y reparte entre los negritos africanos y las morisquetas de su compañero de viaje frente a un auditorio que sigue atentamente sus gestos con miradas de asombro, hacen pensar que tantas otras figuras públicas podrían hacer aportes similares, por una razón muy simple: para solucionar un problema primero hay que conocerlo, y Ana e Imanol hacen lo que está a su alcance: lo difunden aprovechando su imagen.
Pero no se trata aquí de relatar el contenido del video porque todos pueden verlo en http://www.rtve.es/television/20081126/niger-una-emergencia-silenciosa/199076.shtml, y que es sumamente interesante, sino de expresar admiración por esta pareja de cotizados actores y por otras figuras de la vidriera pública que probablemente también lo hacen.
Imanol Arias, quién como dato curioso, fue quién presentó al galardonado director de cine Pedro Almodóvar a un desconocido entonces Antonio Banderas, es también dueño de una empresa que se dedica a la ecología y al medio ambiente, llamada CAYTEC. Pertenece además a varias ONG, como Intermón OXFAm, Médicos del Mundo o el Grupo Attac.
Su posición contra la guerra de Iraq lo llevó a participar en varias manifestaciones, a las que definió como “contra una forma de gobernar, en contra de un mundo que viene. Es necesaria una reflexión por parte de todos que eviten realidades como la explotación infantil y el hambre. El deber de los actores es el de seguir demandando un lugar en el mundo", explicó.
Cuando descubrimos alguna pieza musical que nos emociona, cuando leemos un libro que nos interesa especialmente, cuando vemos alguna película cuya trama nos atrapa, cuando vemos alguna serie por televisión que nos impacta de una u otra manera…
Cuando sucede algo de eso, surge el deseo –por lo menos en mi caso- de compartir esa experiencia con otras personas que sentimos cercanas, aunque algunas veces la distancia que nos separa sea de miles de kilómetros. Es decir, creemos honestamente que los méritos que nuestra capacidad emocional o intelectual ha “descubierto” en la obra o personajes en cuestión, pueda tener también el reconocimiento de otros.
Delimitando el amplio espectro esbozado en el primer párrafo de esta nota , el presente comentario está circunscrito al ámbito televisivo y más concretamente, a una serie que la televisión española emite desde hace diez años. Se trata de “Cuéntame como pasó”, una obra de ficción ambientada en un período concreto de la historia reciente: la transición del franquismo a la democracia.
Con las licencias que toda ficción puede utilizar en cuanto al rigor histórico de los hechos que narra, la saga familiar de la familia Alcántara me “atrapó” desde que comencé a verla en el año 2002, pero lo que me ha deslumbrado, sobre todo en los capítulos más recientes, es la actuación de tres de los principales actores: Juan Echanove, Ana Duato y principalmente Imanol Arias; todos absolutamente admirables en sus interpretaciones. El resto del elenco no desentona en absoluto.
Hay momentos en los que cuesta creer que simplemente estén actuando, rodeados de luces, técnicos y un director que “vigila” cada uno de sus gestos o expresiones. El espectador desconoce cuántas toma se han hecho de una escena, pero el resultado final es óptimo, y eso es lo que queda en la retina.
Lo de “admirables” se aplica también a su condición de personas comprometidas con su tiempo y con los problemas sociales de este mundo globalizado. Cuando un deportista, un escritor o un actor sacude las fibras emocionales del destinatario de su trabajo, se produce –a veces- el deseo de indagar un poco más acerca del mundo real en el que esos personajes se desenvuelven.
¿Qué admirador de Gabriel García Márquez, José Saramago –por ejemplo- u otro escritor/ra de mayor o menor relevancia no ha sentido interés en algún momento por conocer más datos sobre su vida?
En el caso de Ana Duato e Imanol Arias esa búsqueda de información no defrauda.
Alejados de los escándalos protagonizados por caras bonitas y escaso cerebro, que con frecuencia invaden el mundo de la farándula, estos actores con mayúsculas han preferido dedicar parte de su tiempo a realizar obras que merecen más difusión que los escandalotes que no aportan más que elevadas dosis de idiotez.
En mis recorridos por la radio y televisión oficial española, que en opinión persnal son de una excelente calidad y contenido –quien no lo crea así tiene derecho a hacerlo- descubrí hace poco un video sobre una visita de Ana Duato e Imanol Arias, a Níger, uno de los países más pobres del mundo, como embajadores de UNICEF para colaborar con su presencia en proyectos de asistencia médica y vacunación, y un sistema integral de extracción y tratamiento de agua, entre otros.
El video de una hora de duración resume el viaje de siete días de los artistas, que esta vez sin maquillajes ni coloretes en los rostros, exhiben sin embargo su rostro más humano y real: el de la solidaridad con quienes no tienen tanta suerte de poder sentarse frente al televisor para disfrutar de la saga de la familia Alcántara.
Los abrazos y besos que la rubia actriz recibe y reparte entre los negritos africanos y las morisquetas de su compañero de viaje frente a un auditorio que sigue atentamente sus gestos con miradas de asombro, hacen pensar que tantas otras figuras públicas podrían hacer aportes similares, por una razón muy simple: para solucionar un problema primero hay que conocerlo, y Ana e Imanol hacen lo que está a su alcance: lo difunden aprovechando su imagen.
Pero no se trata aquí de relatar el contenido del video porque todos pueden verlo en http://www.rtve.es/television/20081126/niger-una-emergencia-silenciosa/199076.shtml, y que es sumamente interesante, sino de expresar admiración por esta pareja de cotizados actores y por otras figuras de la vidriera pública que probablemente también lo hacen.
Imanol Arias, quién como dato curioso, fue quién presentó al galardonado director de cine Pedro Almodóvar a un desconocido entonces Antonio Banderas, es también dueño de una empresa que se dedica a la ecología y al medio ambiente, llamada CAYTEC. Pertenece además a varias ONG, como Intermón OXFAm, Médicos del Mundo o el Grupo Attac.
Su posición contra la guerra de Iraq lo llevó a participar en varias manifestaciones, a las que definió como “contra una forma de gobernar, en contra de un mundo que viene. Es necesaria una reflexión por parte de todos que eviten realidades como la explotación infantil y el hambre. El deber de los actores es el de seguir demandando un lugar en el mundo", explicó.
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De origen humilde, Imanol afirma que “la falta de dinero me hizo ser una persona muy sociable y sensible a los que me rodean”. Obsesivo con la pulcritud y la limpieza trasladó esa cualidad a su empresa Caytec, dedicada a la limpieza de instalaciones de aire acondicionado.
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“Tomamos un litro y medio de agua al día con una cantidad ingente de controles, un kilo 400 gramos de alimento diario con todas las inspecciones pertinentes, pero consumimos 19.000 litros de aire al día en edificios cerrados sin ningún control. Esa desproporción me hizo fijarme en la necesidad de montar esta empresa”, dijo en una entrevista.
Estos pocos párrafos elaborados en una tarde de sábado quieren tan sólo expresar admiración por un trabajo actoral impecable, y solidaridad hacia todos quienes hacer valer su influencias para ayudar a paliar la vergonzosa brecha que separa a ricos y pobres en un mundo que es de todos.
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