Puente Carlos (Praga)
Praga es sinónimo de Puente Carlos, y viceversa. Quiere decir esto que quien visita la fascinante capital de la República Checa tiene que atravesar indefectiblemente el histórico puente medieval que une Barrio Pequeño y Ciudad Vieja, los dos barrios históricos a orillas del río Moldava.
Pero aunque no fuese necesario ese tránsito obligado, es como un imán para el turista que tras recorrer a pie parte de la ciudad, pasando por la Plaza de San Wenceslao, desemboca indefectiblemente en la torre gótica con una gran arcada de acceso al piso adoquinado del famoso puente, escenario mudo de trascendentales acontecimientos que jalonaron varias centurias de la historia del país.
Como parte de uno de los numerosos grupos de visitantes que siguen fielmente a su guía, el turista -en este caso el autor de estas líneas- se encuentra finalmente en uno de los extremos del puente de 516 metros de largo por 10 de ancho, sostenido por 16 arcos y pilares que perforan el lecho del Moldava, río que hoy se ve manso pero que en otras épocas sus correntadas y crecidas arrasaron otros puentes que precedieron al actual.
Es una mañana espléndida, soleada y con un cielo azul y sin nubes. El clima invita a caminar mientras el obturador de la cámara fotográfica no tiene descanso pues a izquierda y derecha las construcciones góticas y barrocas ofrecen la posibilidad de capturar imágenes que serán uno de los mejores recuerdos de la visita.
Dicen que en la noche, especialmente en invierno, el puente queda envuelto en una bruma que le da un aspecto fantasmagórico, pero esta mañana el escenario es diferente. En ambos lados puestos de venta de souvenirs comparten el espacio con grupos de músicos que interpretan piezas de jazz, una verdadera pasión para los checos, similar a la que sienten por la música clásica. Esto confiere a esta ciudad una envidiable imagen de cultura.
Esa es la impresión que le deja al visitante la proliferación de carteles anunciando diversos conciertos que se ofrecen diariamente a precios módicos.Pero esta nota está dedicada casi exclusivamente al puente Carlos, llamado así en homenaje a Carlos IV, Emperador del Sacro Imperio Romano, quién ordenó su construcción en reemplazo de uno anterior, Judith, nombre de la esposa del rey Wenceslao I, que lo había construído en 1172 y colapsó casi doscientos años más tarde.
El puente Carlos, que fue también una conexión importante para el comercio entre Europa orienetal y occidental, es el segundo puente más antiguo existente en la República Checa.Iniciamos al cruce del Moldava caminando lentamente sobre los adoquines del puente Carlos, a fin de darnos tiempo para observar las 30 estatutas que lo flanquean, esencialmente barrocas, todas de personajes religiosos, que comenzaron a instalase sobre los pilares a partir del año 1657.
Entre estas figuras destaca la de San Juan Nepomuceno, un santo muy venerado en la región de la Bohemia, y que es rapidamente reconocible además de su figura característica, por la gran cantidad de personas que se agolpan en su base. El motivo es simple: Existe la tradición de tocar una placa de bronce colocada debajo de la estatua, con lo cual se mantiene siempre brillante y pulida.
No sé si eso confiere algún don especial, pero por las dudas, también la tocamos, antes de continuar la marcha.
Cabe señalar que la guía nos explicó que todas las estatuas son réplicas de las originales que están guardadas en un museo para preservarlos del deterioro. Sabia medida pues muchos edificios de Praga se ven oscurecidos por una capa de polvo gris oscuro que parece hollín.
Como dato curioso nos enteramos de que se utilizaron huevos para endurecer el mortero utilizado al colocar los bloques. Es solo una leyenda, pero recientes estudios hallaron restos orgánicos. Nos quedamos con la duda.
Llegamos al extremo opuesto, dónde, tras caminar unos cuantos metros cuesta arriba, nos esperaba el almuerzo y la posibilidad de una foto panorámica del puente que acabábamos de conocer.
- José Trepat
1 comentario:
Unas fotografías realmente especiales, Praga parece un lugar perfecto para perderse.
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