9 de mayo de 2012

Ver el Guernica!, un sueño realizado

Habíamos visitado ya el cuarto y tercer piso del Museo Reina Sofía, en Madrid, observando cansinamente y sin mucho interés diversas obras de arte moderno expuestas en las gigantescas salas de paredes blancas. Todas tendrían un sentido y una explicación, pero no nos despertaron ninguna emoción. Esperábamos ver pinturas de artistas de renombre, pero esencialmente, una en particular y excluyente: el archifamoso Guernica, de Pablo Ruíz Picasso.



Así es como está expuesto en el museo (click en la foto para verla 
a mayor tamaño)

Tanto habíamos leído a lo largo de los años sobre este famoso cuadro cargado de historia y de simbolismo, que todo lo demás quedaba en un segundo plano. Era una de las razones del viaje a Segovia y Madrid. En una visita anterior fue el Museo del Prado el destinatario de nuestro interés.

El Guernica era parte de esas "cosas" que uno se propone conocer en su paso por este mundo. Con algunas, la deuda estaba saldada, como por ejemplo Los fusilamientos del 3 de mayo y La maja desnuda, de Francisco de Goya, Las Meninas y el Cristo crucificado, de Velázquez, todas estas en el mencionado Museo del Prado. En esta galería de deseos realizados están también La Piedad y el David, de Miguel Angel, la tumba de Napoleón en París, La Libertad guiando al pueblo, de Delacroix, La coronación de Napoleón, de Jacques Louis David, La Gioconda, de da Vinci, en el Louvre.

Cristo crucificado, de Diego Velázquez, posiblemente el mejor Cristo
en la cruz pintado por el hombre
Por suerte, esta lista de propósitos cumplidos es bastante más extensa, pero no puedo dejar de mencionar al menos otra dos: la casa de Salvador Dalí, en Port Lligat, España, y la mesa dónde Víctor Hugo escribió Los Miserables, en su casa de París. Tal vez no nos demos cuenta, pero todo esto nos enriquece espiritualmente a quienes nos gusta viajar y nos interesa la cultura en sus diversas manifestaciones. Hay otras, muchas, que esperan que nuestros ojos las descubran. ¿Será posible? Nadie lo sabe.

Ahora estamos frente al Guernica, a sólo cinco metros del enorme cuadro de 7,80 por 3,50 metros que ocupa en exclusividad una amplia sala del Reina Sofía, aparentemente su última morada desde que Picasso lo pintó en los meses de mayo y junio de 1937, y cuyo título alude al bombardeo de la ciudad vasca del mismo nombre, por parte de la aviación alemana el 26 de abril de ese mismo año.

Nosotros, modestos visitantes, lo observamos sólo con emoción por lo que simboliza y por la repercusión que ha tenido en todo el mundo. Miles de expertos se han ocupado ya de desmenuzar técnicamente cada una de sus partes y todos han sacado sus conclusiones. Se han escrito libros y millares de artículos periodísticos sobre el Guernica y los hechos que lo inspiraron. Los visitantes quieren tener su recuerdo personal y fotografiarse frente a la pintura en blanco y negro y tonos de grises, pero celosos y atentos guardianes lo impiden terminantemente. De todas maneras, hay cientos de miles de fotos, así que eso no es importante.

El visitante observa la obra en silencio y deja que su mente viaje en el tiempo y piense en como debe haber sido ese lunes 26 de abril en Guernica; en cómo los bombarderos y cazas alemanes sembraron muerte y destrucción sobre un objetivo civil, otra de las barbaridades de la guerra. Y también en lo que pensaría Picasso cuando decidió dar la primera pincelada, en un estudio de París, a esta obra monumental que ahora contemplaban nuestros ojos privilegiados.
- José Trepat

Se cumplen 75 años desde que Picasso dio la primera pincelada
del Guernica (Foto EL PAIS)

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1 comentario:

Beatriz dijo...

Hermoso paseo y emocionante ver tal magnífica obra...