12 de septiembre de 2012

Autor, personaje y lector


En algún momento, el camino que tenemos marcado o el que hollamos al andar se hace más llevadero si en las distintas etapas que matizan su recorrido contamos con el afecto de seres cercanos que nos arropan, mascotas que nos brindan su cariño desinteresadamente, o libros que nos enriquecen, aunque no sea el bolsillo.

Hablemos nuevamente de los libros –tema recurrente en este blog-, esos objetos inanimados que no obstante pueden cobrar vida por la conjunción de ese triángulo mágico: autor-personajes-lector.

Una tarde con negros nubarrones de tormenta que observo desde la ventana, brindan la excusa para elaborar algunos párrafos que espero irán surgiendo a medida que la memoria me aporte elementos para abordar esta faceta particular del libro: el autor y sus personajes. Claro que la lista podría ser muy larga, mucho más que mis conocimientos, pero aunque nomás sea como mero pasatiempo, la experiencia puede ser útil, por lo menos para mí.

La invención de un personaje que se repite a lo largo de varias novelas ha proliferado especialmente en las últimas décadas, seguramente porque la personalidad de que lo dotó su creador ha sido del agrado de los lectores, que suelen serle fieles. A comienzos del siglo XX está práctica no solía ser común (tal vez alguien me corrija, con fundamento) pero sí hubo algunos, dentro de los que se encuentran en mi restringida área de información.

Tengo ante mis ojos un voluminoso volumen de 1.200 páginas y letra muy pequeñita que contiene las novelas de Sherlock Holmes, del que he leído varios relatos. Los que quedan esperan turno. El detective privado, ingenioso e irónico, creado por Arthur Conan Doyle en 1887 (es inevitable recurrir a enciclopedias para consular fechas) gustó desde sus comienzos y por lo tanto se mantuvo, aportando fama y dinero a su padre literario.



Otra figura por excelencia de la primera mitad de siglo es el inefable Hércules Poirot, surgido de la pluma de Agatha Christie. Creo haber leído la totalidad de sus más de 80 novelas, algunas dos veces pues no recordaba haberlo hecho antes. Agatha Christie creó a su personaje más famoso, al final de la Primera Guerra Mundial. El pequeño detective belga con su cabeza con forma de huevo y su pasión por "el orden y método", es desde entonces uno de los detectives más populares desde Sherlock Hoolmes. La autora jugaba limpio con el lector, dándole toda la información para resolver el problema. Un título con final sorprendente es El asesinato de Rogelio Ackroyd.

Mickey Spillane y Mike
Ha

Allá por la década de los 50/60 la adolescencia buscaba el entretenimiento fácil, directo, y entonces apareció Mickey Spillane con su rudo detective Mike Hammer. Todavía recuerdo el interés con que devoré “Yo, el jurado”, también con final sorpresivo. Es texto pasatista que cumplía muy bien su función. Nunca renegué de ese género, que fue un peldaño muy importante en el acceso a la lectura. Spillane aprovechó al máximo la aceptación que tuvo su Mike Hammer, que inclusive se transformó en exitosa serie televisiva.

No nos olvidemos del prolífico George Simenon y su inspector Maigret, que a lo largo de unos 400 títulos se ha convertido también en un clásico del género. Sin seguir un orden cronológico demos un salto en el tiempo y nos encontramos con la arrolladora ola de escritores suecos de novela negra. Allí descubrí por azar hace pocos años a Henning Mankell, y con él, al personaje con el que me siento más consustanciado, tal vez por encontrarme con un hombre “normal”: el inspector Kurt Wallander.

La primera novela que leí de Mankell, La quinta mujer, me sirvió para establecer una relación con el inspector Wallander y su visión un tanto pesimista de la sociedad en que le tocaba moverse, en este caso la sueca. Wallander es separado, vive solo, come mal, le gusta la ópera, tiene problemas de diabetes, o sea, todos los elementos para que muchos de sus lectores puedan identificarse con él.

Después de La quinta mujer, se sucedieron uno tras otro todos los libros de Henning Mankell y sobre todo los del inspector Wallander, a quién el autor lamentablemente ha hecho desaparecer del mundo literario en su última novela El hombre inquieto.

Mankell ocupa la cartelera de los escritores suecos de mayor éxito junto con el fenómeno editorial Stieg Larsson y su trilogía Milleniumm, completada poco antes de morir a los 50 años. Con el paso del tiempo, quizás Milleniumm sea más conocida por el nombre de uno de los personajes, la hacker Lisbeth Salander, que por su autor. El otro personaje central es el periodista Mikael Blomkvist, probablemente el alter ego de Larsson, pues lo que hace Blomkvist en el libro, mucho no difiere con lo que pregonaba Larsson en su actividad como periodista en la vida real.

Henning Mankell cita frecuentemente al matrimonio formado por Maj Sjöwall y Per Wahlöö, como los creadores de la nueva novela negra sueca con su serie de diez libros, escritos hace ya varios años, con un personaje central, el inspector Martin Beck.

En las novelas de corte policial, el norteamericano Michael Connelly, nos presenta al detective Harry Bosch, uno de los personajes mejor logrados según algunos críticos. Las andanzas del ahora veterano Bosch le han valido a Connelly algunos premios en la especialidad. Al igual que Mankell y otros, Connelly alterna a su personaje estrella con otras novelas en las que los protagonistas son otros, sin conexión alguna.

Entre las escritores mujeres más prolíficas se encuentra Sue Grafton, “madre” de la detective privada Kinsey Millhone, que de manera original ha titulado todas las novelas que la tienen como protagonista, comenzando por las letras del abecedario. Patricia Cornwell, estadounidense como Grafton, ha confiado en la médica forense Kay Skarpetta como heroína de sus novelas policiales con algún condimento científico para adaptar la trama a la profesión de Skarpetta. A ninguna de las dos les ha ido mal con los personajes salidos de su imaginación.


La británica P.D. James comenzó a escribir su serie de novelas de suspenso a los 43 años, dando vida al inspector Adam Dalgliesh, que la acompañó en gran parte de su obra, escrita con inteligencia, en la que predominan los detalles que ayudan a describir un lugar o una situación. Donna Leon, escritora y profesora norteamericana, fue guia turística y residió varios años en Roma antes de radicarse en Londres. Italia, y más precisamente Venecia, fue el escenario elegido para crear al personaje sobre el cual giran todas sus novelas de suspenso: el comisario Guido Brunetti, “amante de su esposa y padre de dos hijos”.

Ian Fleming, ex periodista de la agencia Reuter y con una importante actividad en los servicios de inteligencia británicos durante la Segunda Guerra Mundial, murió en 1964 a los 56 años, sin haber podido recoger los multimillonarios dividendos que han generado su archifamoso personaje, James Bond, agente 007. Todas sus novelas fueron llevadas al cine, con lo que eso significa para quien tiene el copyright.

Entre las novelas de acción puramente pasatistas, pululan también los héroes de pacotilla como por ejemplo el Dirk Pitt creado por Clive Cussler para diseminar el orgullo y la superioridad norteamericana por todos los rincones del Globo. Hay diferencias entre James Bond y Dirk Pitt. El agente inglés cumple misiones espectaculares, imposibles, pero siempre con una pizca de ese humor británico tan particular, y que bien empleado, es inigualable. En cambio, el Pitt inventado por Cussler se cree que la cosa va en serio y que el objetivo final es dejar a la bandera de las barras y las estrellas bien alto aunque para ello deba realizar hazañas que nadie se cree; una especie de Rambo. Como entretenimiento vaya y pase, pero nada más.

La literatura española tiene también a sus creadores de personajes, como el simpático Pepe Carvalho, un gallego ex agente de la CIA devenido en detective, salido de la fértil imaginación del desaparecido Manuel Vazquez Montalbán. Carvalho siente pasión por la gastronomía y eso lo hace humano y querible. Su compatriota Alicia Gimenez Barlett creó a la detective Petra Delicado, que no es un dechado de virtudes en su profesión pero que con la ayuda de su compañero, el subinspector Fermín Garzón, se las ingenia para salir airosa en los casos que su creadora le plantea. Sus novelas no tienen pretensión literaria pero cumplen con el objetivo de entretener al lector.



Y con este personaje terminamos esta nota, dejando en el camino a tantos otros escritores y personajes con iguales o más méritos que los citados, pero la memoria ha sido exprimida y ya no gotean más nombres.
- José Trepat
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