20 de mayo de 2013

Andalucía (un viaje personal) V

5. ¡Tánger!  Pusimos pie (y también algunos €) en África
(Primera parte)

 Llegó el día! En lo personal, la visita a Tánger era uno de los capítulos que más me interesaban en el programa. Siempre me ha gustado conocer lugares exóticos y Tánger podría ser, relativamente, uno de ellos.

En la nota anterior anunciamos cual iba a ser el destino de hoy, pero no imaginábamos que la actividad iba a comenzar tan temprano. Y aquí cabe insertar una acotación. En los viajes de regreso al hotel, el guía Mateo decía que sólo al llegar anunciaría la hora en que nos despertarían al día siguiente, con el fin de evitar así las quejas que nunca faltan. Por eso, esta vez fue drástico.

Al detenerse el autocar y abrirse las puertas, Mateos tomó el micrófono y con su potente voz, sólo dijo: ¡A LAS CINCO! Acto seguido puso pies en polvorosa, huyó directamente. El autocar se llenó de murmullos "que esto no puede ser", "que venimos a descansar", "que somos personas mayores". Nada, no había ante quien quejarse, así que resignación y valor!, a cenar y a dormir, que los horarios había que cumplirlos a rajatabla.



Despertarse: a las 05:00. Desayuno: 05:30. Mateos acertó: el colchón había apaciguado los ánimos, y a las 06:00 todos al autocar, que nos llevaría a Tarifa y de allí hasta la costa africana en 35 minutos de navegación sobre un mar sereno.

Nuestra simpática y parlanchina guía 
local, experta en promocionar los 
productos nacionales
Tras llegar y desembarcar en suelo de Marruecos, nos esperaban ya tres autobuses, cada uno con un guía local que nos transmitirían una catarata de datos y nombres propios y comunes de los que seguramente ya nadie se acuerda. A nosotros nos tocó una mujer que, al subir lo primero que dijo en perfecto castellano, fue:"me llamo Fátima y hablo  mucho" y vaya si lo hizo! Tenía la particularidad de matizar historia con tandas publicitarias; ya veremos como lo hacía.

El plan era un recorrido por el perímetro y barrios de Marruecos, para luego abandonar el autocar y caminar por el centro antiguo de la ciudad para ver sus angostas calles, sus comercios y su gente, sobre todo a los vendedores callejeros, que se pegaban a los turistas como las sanguijuelas que martirizaban a Sylvester Stallone en Rambo.

Apenas iniciada la marcha, Fátima extrajo de su memoria y expuso sin complejos la lista de ocupantes que tuvo Tánger desde la prehistoria: Fenicios, cartagineses, romanos, bizantinos, portugueses, británicos, italianos, españoles.  Dando un gran salto en el tiempo, llegamos a 1956 con la independencia de Marruecos, en la que Tánger quedó anexada al país africano.

Situándonos ya en la época actual, Fátima decía que algunos jeques sauditas poseían lujosas residencias en barrios exclusivos; mucho tiene que ver el clima, las playas y la proximidad con Europa. La verborragia de la guía iba en crescendo, intercalando a sus explicaciones nombres árabes que nadie iba a retener, mientras nuestro vehículo se acercaba al faro de Cabo Espartel, desde donde una línea imaginaria traza la división o unión de las aguas del Océano Atlántico con las del Mar Mediterráneo.

Allí haríamos una pausa para degustar un típico te de menta, tomar algunos fotos y dar descanso a nuestros oídos.



Estábamos en la ciudad que muchos novelistas y cineastas eligieron para sus noveles y películas de intriga y espionaje, muy cerca de la famosa Casablanca, inmortalizada por la película con Humphrey Bogar e Ingrid Bergman. Después del té, todos al autocar, que a Fátima todavía le quedaba mucho rollo.


Algunos kilómetros más siguiendo la línea de la costa y nueva detención, esta vez para conocer la llamada Gruta de Hércules. A bajar y recorrerla rapidito como exigía el programa.

Un hecho recurrente y comprensible en estos lugares donde la principal fuente de ingresos es el turismo. En todas las paradas de los autocares, todo lo que había era pensando en ellos (los turistas). Puestos de venta de artículos artesanales, personajes vestidos a la usanza local, vendedores y más vendedores de productos típicos, incluyendo pequeñas piedras extraídas de la Gruta de Hércules, que daban suerte (¿¿??).
Bajamos entonces a la Gruta de Hércules, dónde otra tanda de voluntariosos artesanos hacían lo indecible por quedarse con algunos de nuestros euros. ¿Sabrían que el contingente estaba compuesto principalmente de catalanes..a los que una injusta fama les atribuye un apego desmedido por sus divisas?

Antes de continuar el viaje, dejemos una constancia gráfica de este lugar

Dicen que meter la cabeza por un agujero de la roca,
que da a un río subterráneo, trae buena suerte. Y así es,
por lo menos para el avispado marroquí que se
embolsaba dos euros por cada foto


Una vez completadas satisfactoriamente estas dos paradas, nos esperaban unos veinte minutos de viaje hasta el barrio antiguo y comercial de Tánger, y la guía los aprovechó para dar rienda suelta a su verborragia. Con rara habilidad, iba matizando las explicaciones acerca de lo que veíamos a nuestro paso, con menciones cada vez más frecuentes de las bondades de la medicina marroquí, basada principalmente en  hierbas naturales.

Al principio nos parecían datos interesantes, pero como a medida que pasaban los minutos, sus explicaciones estaban enfocadas mayormente en esas propiedades medicinales, le hice un comentario espontáneo a mi acompañante: "Pero esta mujer nos está enchufando una tanda publicitaria". Un poco más adelante veremos como se confirmó esta presunción.

Reiteradas menciones de Fátima sobre los beneficios del aceite de argán, una lista interminable de nombres de hierbas que aportaban curas milagrosas para las más variadas enfermedades y dolencias, como la artritis, sinusitis, ronquera, estrías en la piel, insomnio, relajantes nerviosos, reconstituyentes, sustitutos del Viagra, y lo que se nos ocurra.... todo formaba parte de la medicina natural que podía obtenerse en la zona. ¡Qué afortunados éramos! ¡Habíamos encontrado la panacea para aliviar todos nuestros males!


Los autocares se detuvieron finalmente en la parte alta del casco antiguo y allí nos abandonarían. Ahora había que caminar por las tortuosas callejuelas que harán que irremediablemente uno se pierda a menos que vaya con alguien que conozca el lugar. Nuestra inefable Fátima se puso a la cabeza de la manada y todos detrás de ella sin perderla de vista.


A medida que íbamos bajando hacia la zona más céntrica y comercial aumentaba el asedio de vendedores ambulantes, como si fuera una manga de langostas sobre plantaciones de apetitosas hojas verdes. Pulseras, instrumentos musicales, gorros típicos, relojes, collares, anillos, surgían por doquier. ¿Pero es realmente un Rolex? pregunté a uno de los vendedores, poniendo cara de ingenuo. "Sí, sí, Rolex, sólo tres euros y podemos negociar el precio!" respondió en un castellano curtido ya por la cantidad de veces que habría pronunciado esa frase vendedora. 


En la caminata nos encontramos con el feliz propietario de un par de serpientes que sacaba de una canasta de mimbre para que el turista se llevase el recuerdo de una foto con el reptil alrededor de su cuello. A dos euros por cada cuello en que el ofidio se enroscaba, es fácil calcular las pingües ganancias que el sonriente encantador de serpientes obtenía diariamente. 



Este incauto turista, que prefirió el anonimato, obló también
los dos euritos
Fin Tánger, primera parte
*

3 comentarios:

martagbp dijo...

Ja, ja, muy interesante sobre todo lo úktimo! Besos!

Noemi dijo...

Que buen lugar, yo pense que el recorrido habia terminado, ahora espero lo que sigue, se me nota el Aleman. je je je............

jose trepat dijo...

Todavía faltan dos o tres notas, ya queda poco. Por suerte el alemán viajó a Buenos Aires y me dejó tranquilo