8 de mayo de 2014

Hace tres años...

En los próximos días se cumplirán tres años desde que cardiólogos, personal médico y la solidaridad espontánea de muchas personas desconocidas en una apartada región de Turquía (¡sí!, Turquía, tan lejos de mi casa), se empeñaron en agregar un plus a mi existencia terrenal, después de un infarto que "fulminó" definitivamente y de manera irrecuperable el 43 por ciento de mi corazón, la mitad del lado izquierdo.

Me es imposible proseguir con ese relato sin mencionar, claro está, el apoyo de los hijos, a más de 2.000 kilómetros de distancia, y la entereza de mi esposa Beatriz que, sola en un paraje desconocido entre gente que no hablaba su idioma y ante la visión del marido en terapia intensiva, con brazos y estómago amoratados de tantas inyecciones, en ningún momento perdió la calma. (En una hipotética situación inversa dudo que yo hubiese mantenido la misma sangre fría). Si la procesión iba por dentro, ella lo sabe más que nadie.

Pero también es cierto que todo fue una cadena de solidaridad y nunca está demás reiterar agradecimientos a tantas personas que se involucraron, aunque ninguna de ellas se entere de que estas líneas han sido escritas. Es entonces una necesidad personal esta manera de expresar a tres años vista, mi gratitud, una de las palabras de mi vocabulario que más me gustan.

¿Y cómo funcionó esa cadena? La historia está relatada a lo largo de tres notas reunidas bajo el título de "Sucedió en Capadocia", pero sucintamente, estos fueron los "eslabones" de la cadena.

Cuadro de situación. Éramos parte de un grupo de turistas que visitaba la región turca de Capadocia, a cuyos integrantes habíamos conocido al llegar a Estambul.

El infarto se produjo en un lugar apartado, lejos de zonas pobladas.

Comienza la cadena:

UNA ENFERMERA española que integraba el grupo tomó las primeras decisiones. Me dio una aspirina y pidió una pastilla sublingual de nitroglicerina. La enfermera ofreció abandonar el grupo y acompañarnos; no fue necesario.

UN MIEMBRO del grupo tenía la pastilla (¡suerte!) y me la dió.

EL GUIA (búlgaro) intentó llamar por teléfono a su hijo médico en Estados Unidos para pedirle consejo.

ALGUIEN se ocupó de llamar a una ambulancia.

A los pocos minutos llegó una ambulancia vieja y destartalada, me sentaron en una silla de ruedas y me llevaron a un pequeño dispensario por caminos en mal estado. Mi camilla se balanceaba peligrosamente debido a los saltos del vehículo y a la velocidad.

El personal del DISPENSARIO me examinó de urgencia y ALGUIEN llamó a la población importante más próxima para decir que me llevaban a lo que resultó ser una clínica privada.

Otro viaje terrible en ambulancia con Beatriz al lado mío. Nos habíamos separado del grupo y estábamos solos entre turcos con los que era imposible entenderse.

 La atención en la clínica fue inmediata. Traslado urgente a una sala especial donde ENFERMERAS turcas con la cabeza cubierta por un pañuelo o como se llame, eran dirigidas por un MÉDICO que impartía órdenes constantemente. Tres inyecciones en cada brazo, otras en el estómago, mientras me conectaban los cables para un electrocardiograma. En medio de una nebulosa y con dificultades para respirar veía a muchas personas a mi alrededor hasta que me desmayé. Cuando recuperé el conocimiento, tenía ante mí a un CARDIÓLOGO turco quien ¡oh albricias! balbuceaba algunas palabras en inglés, lo suficiente para que pudiéramos entendernos ¡al fin!. Me explicó que había sufrido un infarto muy serio y que iba a estar varios días internado (debíamos viajar de regreso dentro de dos días). Obviamente, eso era imposible.

ALGUIEN, un joven turco que hablaba español, se ofreció a mi esposa como intérprete y le facilitó el traslado al hotel para recoger nuestras pertenencias y regresar a la clínica dónde íbamos a estar los próximos días.

HIJOS, que al enterarse decidieron que uno de ellos debía viajar a Turquía. De común acuerdo insistimos en que no era necesario. Llamados diarios para ver como seguía.

UN SOBRINO MÉDICO que me llamó a la medianoche al hotel para interiorizarse de mi estado y ofrecerme su ayuda. Gracias Alejandro!

Panorama incierto pero aquí hace su aparición MONDIAL ASSISTANCE. Antes de viajar habíamos contratado un seguro médico para ambos en esa organización. Pocas veces tomamos una decisión tan acertada, ya que por el módico pago de 21,40 euros por cada uno de nosotros, apenas enterados de lo ocurrido (tras llamado telefónico de Beatriz) la organización se hizo cargo de la situación y asumió TODOS LOS GASTOS (atención médica en la clínica privada, gastos de hotel por días adicionales, e inclusive el envío de un médico que viajó de Madrid a Turquía para acompañarme en el regreso a casa). Se habló de muchos miles de euros pero nunca supe la cifra exacta.

El MÉDICO, Didio da Silva, nos dio una tranquilidad especial por su modo de comportarse, por su bonhomía y don de gentes. Traslado del hotel de Turquía hasta el aeropuerto en silla de ruedas y ambulancia, viaje en clase business y traslado del aeropuerto de Barcelona en ambulancia hasta la puerta de mi casa en Mataró. Un apretón de manos y fin de la intervención de MONDIAL ASSISTANCE.

La continuación de la historia fue el ingreso al Hospital de Mataró, atención de cardiólogos, cateterismo, resonancia magnética, etc. etc. Hoy, a tres años he podido contarlo y agradecer nuevamente a toda esa CADENA HUMANA.
-José Trepat

*
Comentarios en Facebook

1 comentario:

Noemi dijo...

Como pasa rapido el tiempo, gracias por compartir, y como dice la cancion, que sera, sera, sera lo que deba ser. Abrazos