25 de septiembre de 2016

La Fé y la desmesura

José Trepat

Ya falta poco -apenas diez años- para que el Templo Expiatorio de La Sagrada Familia entre a competir oficialmente con otros templos monumentales diseminados por el mundo, que tienen un denominador común: la desmesura en nombre de la Fe.

Es uno de los cinco espacios más visitados del orbe, nos propusieron un ingreso gratuito sin las consabidas aglomeraciones, y lo tenemos cerca....entonces, por qué no volver a uno de los emblemas de Barcelona?

La jornada de puertas abiertas fue dispuesta por el Ayuntamiento de la capital de Cataluña como parte de los festejos del día de La Merced, que se celebra los 24 de septiembre de cada año desde que en 1980 la fecha fue declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional.

La alcaldesa de la ciudad ofreció 30.000 entradas gratuitas con una hora fijada para el ingreso; debían gestionarse por Internet y en 40 minutos se agotaron.

Normalmente, los turistas que recalan en Barcelona tienen la visita a La Sagrada Familia como una de sus prioridades y no les importa esperar hasta dos horas para ingresar a la recientemente terminada nave central de esta obra diseñada por Antonio Gaudí, comenzada en 1882 y que nadie sabía cuando iba a quedar concluida.

Ahora sí, con importantes aportes económicos que se suman a las donaciones populares, puede afirmarse que en el año 2026 podrá verse por fin a las 18 torres con una central de 172,5 metros de altura, erguirse majestuosas sobre el cielo de Barcelona.


En días normales, Barcelona, igual que otras grandes urbes, es un caos de automóviles y gente, y más este año que ha marcado un record de turistas. Con esos antecedentes y a fin de evitar atascos y aglomeraciones, decidimos dejar el automóvil aparcado en Mataró y trasladarnos a Barcelona en transporte público, para un viaje de 40 minutos por una espléndida autopista que bordea el Mediterráneo. Los rayos del sol en un cielo sin nubes teñían de un azul intenso las aguas del Mare Nostrum surcadas por pequeñas embarcaciones a vela que saludaban la reciente llegada de un otoño que se anticipa bastante cálido para "desgracia" de quienes odiamos el calor y preferimos el frío.


Nuestro grupo de seis (la cantidad de entradas que habíamos conseguido) estaba compuesto por un servidor, la acompañante de siempre, Beatriz, nuestro hijo Guillermo, sus dos vástagos Matías y Lucas, y también Paula, la única nieta. Intentamos convencer a los niños de que se trataba de una visita "cultural", pero eso no logró modificar la valoración final de Matías (¡es aburrido!) y de Paula (¡que rollo!). En Argentina, el "rollo" sería "plomo".

En cuanto a Lucas, una especie de conejo Duracell al que nunca se le gastan las pilas, merece un párrafo aparte y, sobre todo, una atención constante porque es un fanático del movimiento continuo y poseedor de una capacidad pulmonar realmente envidiable. Corre y corre hasta que se detiene por DECISIÓN PROPIA. Pero eso dura escasos segundos hasta recupera fuerzas y a correr otra vez; por suerte lo hace también en círculo porque de lo contrario sería Forrest Gump en miniatura. Los encargados de su "custodia" a veces nos vemos en figurillas para seguirle el ritmo.

En el autobús que nos llevaba a Barcelona, su hermano mayor Matías y su prima Paula se habían sentados juntos y conversaban animadamente vaya uno a saber de qué. En la fila opuesta de asientos, Lucas, sentado junto a su padre, pareció de pronto sentirse "marginado" y decidió tomar cartas en el asunto. Así que abandonó su asiento y se abrió paso entre Matías y Paula para compartir el de ellos. Después de algunos forcejeos y protestas el intento fue frustrado por el padre y Lucas no tuvo más remedio que ocupar su lugar pero a regañadientes y en franca actitud de rebeldía.


Al llegar a la Sagrada Familia, distante unas diez calles de la parada del autobús, entramos sin demora pasando por los controles de seguridad que, EXTRAÑAMENTE no revisaron el voluminoso bolso de Guillermo y, más raro aún, TAMPOCO REGISTRARON a Lucas, ni lo sometieron a un exhaustivo interrogatorio.

Ya un poco más en serio, nos llamó la atención el escaso celo de los guardias, porque en los últimos días había circulado una información de que los grupos terroristas tenían a la Sagrada Familia como uno de sus objetivos. Pero lo cierto es que esta versión no fue confirmada oficialmente. Es dable suponer que las medidas de seguridad existen aunque no se exhiban abiertamente.

Ya en el interior nos dedicamos a observar la enorme nave central en medio de centenares de visitantes que hacían lo mismo que nosotros: aprovechar las cámaras digitales para atesorar una buena cantidad de imágenes.

En cuanto a esta monumental obra, cada uno llevará en sus retinas la impresión que le haya dejado. El sello de Antonio Gaudí, ese genial arquitecto con un estilo absolutamente personal y único, está impreso en cada rincón. Su obra tiene un mérito enorme, como otras creaciones que engalanan Barcelona (La Pedrera, Casa Batlló, etc.). Es ocioso hablar de los méritos de Gaudí, el máximo representante del modernismo catalán, quien diseñó el templo con apenas 31 años de edad y siguió su construcción a lo largo de cuatro décadas hasta que murió en un accidente en 1926.


Cuando el Templo Expiatorio de la Sagrada Famila esté terminado dentro de diez años no podrá evitar las comparaciones con otros monumentales recintos religiosos como las catedrales de Burgos, Sevilla, Zaragoza, Santiago de Compostela y obviamente la Basílica de San Pedro, además de otras.

Se compararán los estilos arquitectónicos, pero corresponderá a cada creyente arribar a una conclusión acerca de qué lugar ocupa cada uno de esos templos en su relación íntima y personal con el inspirador de esas desmesuradas construcciones.

Siguen algunas imágenes registradas por nuestras cámaras.



Según una información periodística, este año comienza la construcción de las cinco torres centrales que rodean a la de Jesucristo, que empezó a edificarse el año pasado. Las cinco son la torre de María y de los cuatro evangelistas.






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