Excelente
Vamos a matizar un poco las opiniones sobre libros, incursionando en las series de televisión que, junto con el cine, constituyen los pasatiempos preferidos por el responsable de este blog, o sea, un servidor.
Son muchas las series vistas a lo largo de los años, con suerte dispar, como es natural. Algunas pasaron sin pena ni gloria, otras resultaron más que entretenidas, y están también las que se ganaron mi admiración. Una de estas últimas es The Good Wife (La buena esposa), que está en su tercera temporada.
Harto de soportar las caricaturescas actitudes de Horatio Caine y su permanente tortícolis en CSI Miami, y sus sucursales CSI Las Vegas y CSI Nueva York, además de otras producciones del mismo estilo y esquema, hace algún tiempo resolví no seguir perdiendo “mi” tiempo frente al televisor y opté por la lectura y algún partido de fútbol televisado, algo que me resulta muy relajante.
Pero sí debo reconocer que hubo y hay series que llegaron a interesarme; mencionaré solo dos, aunque hay más: Los Soprano y la primera época de House, pues creo que a este último ya se le está acabando la pólvora y lo mejor sería ponerle fin. Conviene aclarar que estoy hablando de las series americanas, para delimitar un poco esta parrafada.
Lo cierto es que hace algún tiempo “descubrí” The Good Wife, no recuerdo si por recomendación o de casualidad. Comencé a verla porque el tema de abogados y fiscales siempre me atrajo, desde aquellos entretenidos episodios del abogado Perry Mason. En síntesis, The Good Wife me cautivó porque abundan los diálogos inteligentes apoyados por excelentes actores encabezados por Julianna Margulies, una actriz relativamente poco conocida, que supo dar a su personaje una atracción especial, con una sonrisa apenas esbozada y ojos entrecerrados.
En la serie es Alice Florrick, la esposa de un fiscal del Estado que se ve obligado a dimitir al ser acusado de corrupción, delitos económicos, y de haber mantenido relaciones sexuales con prostitutas. Todo ello hace que sea enjuiciado y condenado a prisión. Alice está junto a él cuando su marido declara públicamente que va a dimitir. Esto ocurre al comienzo y ella le brinda su apoyo, de ahí lo de “la buena esposa”.
A partir de entonces, Alice, una mujer de unos cuarenta años, debe rehacer su vida junto a dos hijos adolescentes, y para ello retoma su profesión de abogada, ingresando en un importante bufete, con la ayuda de uno de los socios de la firma, Will Gardner, un ex compañero de facultad y ahora su jefe.
Con el avance de los capítulos el argumento va ganando en interés a medida que Alice se consolida en su posición y se convierte en el hilo central de la trama, con todos los ingredientes acostumbrados: relación con sus colegas, luchas por destacarse unos sobre otros, envidias, celos profesionales, atracciones en el plano personal, todo en base a diálogos inteligentes y un elenco de actores que los desarrollan con gran solvencia.
Su marido sale de prisión y vuelve a la política con la esperanza de que ella lo secunde, pero Alice ya ha encarrilado su nueva vida y decide separarse; no es ajena a esta decisión la atracción mutua hacia su jefe Will. Por otra parte, en la serie tenemos los casos legales que empiezan y terminan en cada capítulo, todos con un interés especial, por el tema y el desempeño de los abogados de la firma contra la fiscalía.
Cada episodio ha sido cuidado con meticulosidad y la historia no cansa, sino que el interés aumenta gracias a los espléndidos guiones. El marido de Alice en la ficción es Josh Charles, a quien muchos recordarán por su personaje de Mr. Big en Sexo en Nueva York. Su actuación no desentona en absoluto. Merece un párrafo especial el personaje de la enigmática Kalinda Sharma, ayudante de Alice, interpretado por Archie Panjabi, de origen indio.
Si quisiéramos adjetivar esta muy buena serie, podríamos decir que está hecha con elegancia, buen gusto e inteligencia, algo de lo que carecen tantos engendros televisivos.
Son muchas las series vistas a lo largo de los años, con suerte dispar, como es natural. Algunas pasaron sin pena ni gloria, otras resultaron más que entretenidas, y están también las que se ganaron mi admiración. Una de estas últimas es The Good Wife (La buena esposa), que está en su tercera temporada.
Harto de soportar las caricaturescas actitudes de Horatio Caine y su permanente tortícolis en CSI Miami, y sus sucursales CSI Las Vegas y CSI Nueva York, además de otras producciones del mismo estilo y esquema, hace algún tiempo resolví no seguir perdiendo “mi” tiempo frente al televisor y opté por la lectura y algún partido de fútbol televisado, algo que me resulta muy relajante.
Pero sí debo reconocer que hubo y hay series que llegaron a interesarme; mencionaré solo dos, aunque hay más: Los Soprano y la primera época de House, pues creo que a este último ya se le está acabando la pólvora y lo mejor sería ponerle fin. Conviene aclarar que estoy hablando de las series americanas, para delimitar un poco esta parrafada.
Lo cierto es que hace algún tiempo “descubrí” The Good Wife, no recuerdo si por recomendación o de casualidad. Comencé a verla porque el tema de abogados y fiscales siempre me atrajo, desde aquellos entretenidos episodios del abogado Perry Mason. En síntesis, The Good Wife me cautivó porque abundan los diálogos inteligentes apoyados por excelentes actores encabezados por Julianna Margulies, una actriz relativamente poco conocida, que supo dar a su personaje una atracción especial, con una sonrisa apenas esbozada y ojos entrecerrados.
En la serie es Alice Florrick, la esposa de un fiscal del Estado que se ve obligado a dimitir al ser acusado de corrupción, delitos económicos, y de haber mantenido relaciones sexuales con prostitutas. Todo ello hace que sea enjuiciado y condenado a prisión. Alice está junto a él cuando su marido declara públicamente que va a dimitir. Esto ocurre al comienzo y ella le brinda su apoyo, de ahí lo de “la buena esposa”.
A partir de entonces, Alice, una mujer de unos cuarenta años, debe rehacer su vida junto a dos hijos adolescentes, y para ello retoma su profesión de abogada, ingresando en un importante bufete, con la ayuda de uno de los socios de la firma, Will Gardner, un ex compañero de facultad y ahora su jefe.
Con el avance de los capítulos el argumento va ganando en interés a medida que Alice se consolida en su posición y se convierte en el hilo central de la trama, con todos los ingredientes acostumbrados: relación con sus colegas, luchas por destacarse unos sobre otros, envidias, celos profesionales, atracciones en el plano personal, todo en base a diálogos inteligentes y un elenco de actores que los desarrollan con gran solvencia.
Su marido sale de prisión y vuelve a la política con la esperanza de que ella lo secunde, pero Alice ya ha encarrilado su nueva vida y decide separarse; no es ajena a esta decisión la atracción mutua hacia su jefe Will. Por otra parte, en la serie tenemos los casos legales que empiezan y terminan en cada capítulo, todos con un interés especial, por el tema y el desempeño de los abogados de la firma contra la fiscalía.
Cada episodio ha sido cuidado con meticulosidad y la historia no cansa, sino que el interés aumenta gracias a los espléndidos guiones. El marido de Alice en la ficción es Josh Charles, a quien muchos recordarán por su personaje de Mr. Big en Sexo en Nueva York. Su actuación no desentona en absoluto. Merece un párrafo especial el personaje de la enigmática Kalinda Sharma, ayudante de Alice, interpretado por Archie Panjabi, de origen indio.
Si quisiéramos adjetivar esta muy buena serie, podríamos decir que está hecha con elegancia, buen gusto e inteligencia, algo de lo que carecen tantos engendros televisivos.
- José Trepat
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