Género: Novela, policial
Año: 1991
Páginas: 240
Transcurre en: La Habana, Cuba
Epoca: Invierno de 1989
Elegido por: Autor
Valoración: Muy bueno
Debo confesar con un poco de rubor que éste es el primer libro que leo del escritor cubano Leonardo Padura, a quién incorporo ya a mi lista de favoritos. Un estilo muy personal y notoriamente muy cubano, si tomamos en cuenta la cantidad de vocablos locales que adornan esta novela en la que se mueven personajes entrañables, como el protagonista, el teniente de policía Mario Conde, con el que es imposible no simpatizar desde el comienzo mismo.
Mario es separado, vive solo y sueña con escribir un libro que sea "escuálido y conmovedor", pero de momento debe ganarse la vida como policía que acomete las tareas que se le encomiendan en compañía de su colaborador y amigo, el sargento Manolo. El escenario en que se mueven es La Habana de 1989 pero el autor se limita a desarrollar el caso que los ocupa sin extenderse mucho sobre la realidad social, evitando también toda referencia política, a diferencia de, por ejemplo, Petros Markaris, que aprovecha las novelas que tienen como protagonista al comisario Kostas Jaritos, para explayarse sobre la sociedad griega. Me hubiese gustado de Padura algo similar.
Pasado perfecto es el primer volumen de una tetralogía que recorre las cuatro estaciones; éste corresponde al invierno. Mario Conde debe investigar la desaparición de un funcionario, que casualmente resulta ser un amigo de la infancia, etapa que el policía recuerda en varias partes de la novela. Con ello, el autor nos da una semblanza más acabada de su personaje, por ser ésta su presentación en sociedad.
Aquí no hay tiros, ni puñetazos ni persecuciones espectaculares. El propio Leonardo Padura ha dicho que no escribe novelas policiales, sino que utiliza algunos elementos de ese género para contar historias que le importan a él y posiblemente también a los demás.
Me gustó el estilo coloquial de Padura y esos giros tan cubanos que aunque desconozca el significado de muchos de ellos, no impiden que el argumento se siga perfectamente.
Bienvenido entonces a este blog y hasta un próximo encuentro.
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Elaboración de los famosos habanos cubanos |
El primer fin de semana de 1989 una insistente llamada de teléfono arranca de su resaca al teniente Mario Conde, un policía escéptico y desengañado. El Viejo, su jefe en la Central, le llama para encargarle un misterioso y urgente caso: Rafael Morín, jefe de la Empresa de Importaciones y Exportaciones del Ministerio de Industrias, falta de su domicilio desde el día de Año Nuevo. Quiere el azar que el desaparecido sea un ex compañero de estudios de Conde, un tipo que ya entonces, aun acatando las normas establecidas, se destacaba por su brillantez y autodisciplina. Por si fuera poco, este caso enfrenta al teniente con el recuerdo de su antiguo amor por la joven Tamara, ahora casada con Morín. «El Conde» -así le conocen sus amigos-, irá descubriendo que el aparente pasado perfecto sobre el que Rafael Morín ha ido labrando su brillante carrera ocultaba ya sus sombras.
La Habana, escenario de la novela |
No necesito pensarlo para comprender que lo más difícil sería abrir los ojos. Aceptar en las pupilas la claridad de la mañana que resplandecía en los cristales de las ventanas y pintaba con su iluminación gloriosa toda la habitación, y saber entonces que el acto esencial de levantar los párpados es admitir que dentro del cráneo se asienta una masa resbaladiza, dispuesta a emprender un baile doloroso al menor movimiento de su cuerpo. Dormir, tal vez soñar, se dijo, recuperando la frase machacona que lo acompañó cinco horas antes, cuando cayó en la cama, mientras respiraba el aroma profundo y oscuro de su soledad. Vio en una penumbra remota su imagen de penitente culpable, arrodillado frente al inodoro, cuando descargaba oleadas de un vómito ambarino y amargo que parecía interminable. Pero el timbre del teléfono seguía sonando como ráfagas de ametralladora que perforaban sus oídos y trituraban su cerebro, lacerado en una tortura perfecta, cíclica, sencillamente brutal. Se atrevió. Apenas movió los párpados y debió cerrarlos: el dolor le entró por las pupilas y tuvo la simple convicción de que quería morirse y la terrible certeza de que su deseo no iba a cumplirse. Se sintió muy débil, sin fuerzas para levantar los brazos y apretarse la frente y entonces conjurar la explosión que cada timbrazo maligno hacía inminente, pero decidió enfrentarse al dolor y alzó un brazo, abrió la mano y logró cerrarla sobre el auricular del teléfono para moverlo sobre la horquilla y recuperar el estado de gracia del silencio.
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El autor (Tomado de Editorial Tusquets)
Leonardo Padura (La Habana, 1955) trabajó como guionista, periodista y crítico, hasta lograr el reconocimiento internacional con la serie de novelas policíacas protagonizadas por el detective Mario Conde: Pasado perfecto, Vientos de cuaresma, Máscaras, Paisaje de otoño, Adiós, Hemingway, La neblina del ayer y La cola de la serpiente, traducidas a numerosos idiomas y merecedoras de premios como el Café Gijón 1995, el Hammett 1997, 1998 y 2005, el Premio de las Islas 2000 y el Brigada 21. También ha escrito La novela de mi vida y El hombre que amaba a los perros, una trepidante reconstrucción de las vidas de Trotsky y Ramón Mercader, traducida a diez idiomas, vendidos sus derechos al cine y merecedora del Premio de la Crítica en Cuba, el Francesco Gelmi di Caporiacco 2010 y, en 2011, el Premio Carbet del Caribe, el Prix Initiales y el Prix Roger Caillois. En 2012 Padura recibió el Premio Nacional de Literatura de Cuba. Herejes, una absorbente novela sobre un cuadro de Rembrandt y una saga judía que llega a nuestros días, confirma al autor como uno de los narradores más ambiciosos e internacionales en lengua española.
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