A 250 kilómetros de Mataró, podríamos haber ido en coche por rutas lisas como mesas de billar, pero optamos por integrarnos en un grupo de excursionistas con las mismas intenciones con los que llegamos en poco más de tres horas cómodamente sentados en un autocar que nos ahorró estrés y molestias.
Partimos a las seis de la mañana (oscuridad total) y así, devorando kilómetros a la velocidad permitida, paramos a las ocho en un área de servicio para desayunar y verificar el buen estado de las instalaciones sanitarias. A esa hora ya comenzaba a clarear y cada uno se dedicó a su quehacer favorito: leer, dormitar y charlar de un extremo al otro del vehículo, una costumbre muy arraiga en los autobuses locales de Mataró.
Llegamos sin inconveniente a la hora prevista al sector comercial de la capital andorrana. Un grupo optó por bajar y quedarse allí, pero el resto queríamos ver nieve, así que después de esta escala el autocar con nosotros arriba, siguió viaje montaña arriba, dónde la nieve era la vedete del paisaje, a pesar de que este invierno no había tanta como otras veces en las que hasta la ciudad quedaba cubierta con un manto blanco.
Era lógico asociar a la nieve y la alta montaña con el frío, de modo que fuimos convenientemente pertrechados, pero la sorpresa fue mayúscula cuando llegamos a nuestro destino: una temperatura de alrededor de 15 grados y un cielo espléndido con sol a pleno; hasta llegamos a sentir calor. Por una parte fue algo frustrante porque estábamos preparados para el frío, pero al mismo tiempo la sensación era magnífica: un día de sol como recuerdo pocos en esta estación.
Después de dos horas y media en ese paisaje emprendimos el descenso hasta la capital. Allí el autocar nos dejó con la consigna de volver a ese lugar a las 17:30 para regresar a Mataró. La gente hizo las compras de rigor y a casa! Es normal que al pasar por aduana la marcha se ralentice porque son muchos los que un domingo deciden pasar el día en el principado y aprovechen para cargarse de licores, cigarrillos y artículos diversos. En la aduana, el único control que tuvimos fue un vistazo a la bodega del autocar (¿sería para si había oculto algún polizón que quería ingresar en España?.
Superado el requisito legal, seguimos viaje viendo una película o durmiendo, al gusto de cada uno. Llegamos a Mataró a las 22.30. Una jornada perfecta. Que se repita!
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