José Trepat
Con apenas 22 años, hay límite para Rafael Nadal en tierra batida, clay, polvo de ladrillo, o como quiera llamársele?. La polémica sigue abierta acerca de cual es el mejor tenista de la historia, pero casi todos coinciden en que no ha habido un jugador que dispute a Nadal su condición de imbatible en esta superficie.
Estas líneas no pretenden cubrir de elogios a “Rafa” por su desempeño en las canchas de tenis –las estadísticas hablan por sí solas- sino tomarlo como ejemplo de cómo debe comportarse un deportista de élite fuera de su ámbito de actividad específica.
Nadal confiesa que antes de cualquier partido, piensa siempre que puede perder, por el respeto que le merecen todos sus rivales. No se cree el numero uno que algunos quieren atribuirle. “El número uno es Roger Federer, un jugador casi perfecto”, dice una y otra vez. Es lo máximo que puede decirse de alguien porque la perfección en seres humanos no existe.
A diferencia de algunos futbolistas millonarios que descienden de los lujosos autobuses de su club, con auriculares en los oídos o haciendo que hablan por su móvil, ignorando la presencia de sus admiradores que solo pretenden un saludo o un autógrafo, Nadal se aviene a todo tipo de requerimiento, siempre con una sonrisa. La humildad es patrimonio de los verdaderamente grandes, y Nadal lo es, sin duda.
Al concluir la final de Roland Garros, en la que el jugador manacorí aplastó literalmente a un desconcertado Federer, por un contundente 6-1, 6-3, 6-0, Nadal no lo celebró como suele hacerlo tendiéndose abierto de manos y piernas sobre el piso de arcilla, o con expresiones y gestos de júbilo. Fue una muestra del gran respeto que siente hacia su rival. “Federer tuvo un mal día y a mí me salió todo bien, pero él es el número uno”, dijo.
El propio tenista suizo tampoco desentonó a cuanto a comportamiento deportivo. “Cuando ataca es mortal prácticamente, tiene un nivel de juego muy elevado, y yo no he podido estar a ese nivel, pero el año que viene volveré a intentarlo. Desde luego no te dan ganas de jugar contra Rafa mañana mismo", bromeó en la conferencia de prensa.
En la sección opinión de lectores del diario La Nacion, de Buenos Aires, he leído muchos elogios para Nadal, pero también algunos comentarios estúpidos, como que el número dos del mundo “es bueno, pero sólo en clay…en clay. Federer lo va a partir como un queso al gallego”, dijo un "entendido" antes de la final de Montecarlo, dónde Nadal se impuso también al suizo.
Hasta se llegó a decir que el rendimiento físico del fornido manacorí era “sospechoso”, dando a entender que habría alguna sustancia extraña de por medio. Como si eso fuera tan fácil en el tenis de hoy. Basta con ver los músculos de Nadal en brazos y piernas para concluir en que fuera de las canchas su entrenamiento tiene que ser muy intenso. Y ese es el secreto: trabajo, fuerza mental y muchas horas de entrenamiento.
En esto se compara con el argentino Guillermo Vilas, que en su época de gloria –también ganó en Roland Garros- suplía alguna carencia técnica con un notable despliegue físico que apabullaba a sus rivales.
Nadal ha elegido ese camino y es un ejemplo para imitar.
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