7 de diciembre de 2011

Mildred Pierce (James M. Cain)


Género:   Novela
Páginas:   244
Año:        1941
Valoración: Bueno



Tenía catalogado a James M. Cain como autor de novelas negras, después de haber leído la magnífica El cartero siempre llama dos veces, Pacto de sangre y El estafador, pero en Mildred Pierce el asesinato no es el tema central, sino que se trata de un drama en torno a los sacrificios que debe hacer una mujer divorciada para mantener a sus dos hijas en la época de la Gran Depresión de los años 30 en Los Angeles.

La novela parece hecha a medida para el lucimiento de las actrices que se pusieron en la piel de Mildred al ser llevada esta obra al cine y la televisión, eso sí, con medio siglo de diferencia entre ambas versiones. Primero fue Joan Crawford la encargada de personificar la atormentada vida de Mildred, en una interpretación que le valió ganar el Oscar de la Academia de Hollywood en 1945. La película se tituló Alma en perdición o El suplicio de una madre (en Argentina).

Como una prueba de la vigencia de la novela de James M. Cain, este año la televisión realizó su propia versión en una serie de cinco capítulos, con Kate Winslet en el papel de Mildred, con el que ganó el reconocido premio Emmy. O sea, dos grandes actrices que debieron dar lo mejor de sí mismas para reflejar en la pantalla la fuerte personalidad de la sufrida madre nacida de la pluma de Cain.

Si la novela mereció el interés de los productores de Hollywood y de la televisión actual (HBO), es dable suponer que la obra debe tener los méritos suficientes para que su lectura pueda interesar. Y así es, en efecto. El texto tiene continuidad, fuerza y dramatismo en el planteamiento de la relación entre la madre y su consentida y orgullosa hija mayor, Veda.

Sinopsis

Mildred es una mujer adelantada a su tiempo, al menos para algunas cosas. Separarse en 1931 en California no era una decisión que se tomara fácilmente por todo lo que conllevaba, pero ella se atreve a dar el paso. Se siente capaz de sacar adelante a sus dos hijas sin más ayuda que su trabajo. Aunque, para una mujer acostumbrada a un nivel de vida medio-alto y sin experiencia laboral fuera de casa más allá de las tartas que hace para amigos y conocidos, no será fácil empezar. Mildred no está dispuesta a rebajarse, ni que lo hagan sus hijas. Pero tendrá que vencer sus propios prejuicios para lograr hacerse un hueco en un mundo en el que a las mujeres no les quedaban muchas opciones entre las que elegir. En ese camino que se dispone a recorrer sabe que tendrá que sacrificar cosas, aunque no se imagina cuántas ni cuáles.


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