5 de diciembre de 2011

El costado humano del deporte

Terminó otra Copa Davis. De los dos equipos que disputaron la final, uno tenía que ganar y el otro forzosamente debía quedarse con la amargura de la derrota; esta es la esencia del deporte.

Del último partido sólo vi el primer set en el que Juan Martín del Potro despedazó prácticamente a Rafael Nadal, haciendo presagiar un quinto partido entre los dos David:  Nalbandian y Ferrer.

Enterado ya del resultado final hice un repaso de los artículos de prensa, y si bien los comentarios técnicos son interesantes, me impactó sobremanera el lado humano de esta victoria/derrota, con algunos detalles sobresalientes: la grandeza de un vencedor y la hidalguía de un derrotado. Fue una de las pocas veces que mi condición de español/argentino y argentino/español, afloró en toda su dimensión.



Otros deportistas en otras ocasiones buscaron excusas para "salvar el rostro", pero esta vez todo fue distinto y a veces hay que saber valorar más la actitud que el resultado. Pocas veces los deportistas argentinos habían exhibido tanta "hombría" en un trance adverso. Una síntesis perfecta del enfrentamiento la dio David Nalbandian: "Hay veces en que el rival es mejor", así de simple, así de contundente.

Juan Martín del Potro no se quedó atrás: "A pesar de que no tuvo un año bueno, Rafa es demasiado bueno para el resto de nosotros", dijo en la conferencia de prensa, sin apelar a excusas como lesiones (tenía una muslera o vendaje en sus piernas. Simplemente perdió ante un rival que parece jugarse la vida en cada punto.

Lo más emotivo fueron la mayoría de comentarios de los aficionados en los diarios argentinos, destacando el esfuerzo de sus jugadores a la vez que la actitud del mallorquín, que refleja claramente la foto de más arriba, cuando se separó del festejo de sus compañeros y fue a abrazar a un Del Potro abatido que lo esperaba apoyado en la red. Esto pude verlo en una repetición por TV. El gesto de Nadal me llenó de orgullo una vez más (y ya han sido muchas). Mientras sus compañeros festejaban, el héroe de esta final acompañó a su rival hasta el banco argentino y allí se abrazó con todos, hasta el último de los ayudantes.

Habrá habido probablemente comentarios tontos de los desubicados de uno y otro bando, pero lo que hace grande al deporte de un país son los representantes que además de ganar títulos y premios, saben enfrentar la amargura de la derrota. Tampoco las derrotas son una desgracia, no dramaticemos que a nadie le va la vida en ello. 

Pocas veces se había visto en España a una hinchada que alentara tan ruidosamente a sus jugadores, como lo hizo el grupo de 2.000 argentinos que estaban en las tribunas del estadio de Sevilla con sus camisetas celestes y blancas. En definitiva fue una fiesta de confraternidad, como debe ser, pero en algunos pasajes del partido, algunos confundieron el tenis con una cancha de fútbol, sobre todo cuando era Nadal el que debía hacer el saque. Normal teniendo en cuenta la pasión que ponen en el aliento, esta vez para el gigante de Tandil.

La próxima Copa Davis tal vez sea de Argentina, que ya se lo merece.


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