27 de septiembre de 2012

Septiembre en Portugal

El Gallo de Barcelos es uno
de los emblemas más
comunes de Portugal
Textos y fotos: Bea y José

 Desde aquella pegadiza canción de mitad del siglo pasado, Abril en Portugal, que los nostálgicos recordamos con afecto, por sus versos simples y melodía cadenciosa, este pequeño país vecino, ahora en crisis pero rico en historia, ha estado siempre entre los posibles destinos que algún día tal vez pudiésemos visitar. 

 Finalmente se dio la ocasión y así, una vez más, nos apuntamos en una empresa que organiza viajes en grupo, la misma que nos había llevado ya a los lagos de Italia y Suiza, a Asturias y Galicia, Asturias y Cantabria, a Lourdes y a otros destinos dentro de España. Viajar en grupo tiene sus ventajas y desventajas. Si bien no hay que preocuparse por nada pues está todo organizado –alojamiento, comidas y paseos- ese mismo esquema limita las posibilidades de poder visitar algún sitio en especial que no esté incluido en el programa, pero eso ya se sabe antes de comenzare el viaje y se acepta. 

 Un factor de riesgo es que no conoces a los integrantes del grupo y eso puede deparar sorpresas. Si en un conjunto heterogéneo de personas te toca algún “quejica” que no está de acuerdo con el nivel del aire acondicionado, u otros/as que se les da por parlotear cuando es momento de dormir, o de los pequeños grupos que se divierten entre ellos sin importarles que están molestando al resto, un viaje de muchas horas puede hacerse difícil. 

  Esto se ha dado en algunos casos, pero esta vez, ¡por suerte!, no ocurrió así y las veinte horas del viaje de ida y otras tantas para la vuelta, transcurrieron en perfecta armonía. Las veinte horas para cubrir 1.200 kilómetros están justificadas por las paradas para desayuno, almuerzo y merienda –además de aliviar la vejiga-, y por las detenciones obligadas cada dos horas para descanso de los chóferes. El no cumplimiento de esa disposición podría acarrearles graves sanciones. 

 Después de esta introducción necesaria, vamos a dejar constancia, así, casi a vuelo de pájaro, de esta excursión, con las fotos combinadas de ambos y breves textos elaborados en base a las anotaciones diarias sobre desplazamientos. Es un trabajo de dos dirigido a quienes entran en estas páginas y de alguna manera les pueda interesar. Para nosotros es un ayuda-memoria personal sin otras pretensiones. 

 La cita era a las 4:10 de la madrugada en un punto de Mataró fijado de antemano. El autocar llegó con veinte minutos de demora, nos recibió la guía y nos instalamos en los últimos asientos aprovechando que estaban disponibles. Después de otras paradas en poblaciones vecinas para recoger a nuevos viajeros, emprendimos el largo viaje munidos de libros, paciencia y expectativa sobre quienes iban a ser nuestros compañeros de ruta. 

 Como desconocíamos sus nombres, para identificarlos recurrimos a un pasatiempo utilizado en otras excursiones: endosarles apodos a medida que íbamos observando su comportamiento con el paso de los días. Así, armamos una galería de personajes que para nosotros eran: Juntitos, Cortito el deportista, Gorbachov, Larguirucho, Ansiedad, Purita, El pequeño saltamontes, y Odorono. El resto del pasaje –éramos 37-, quedó al margen de nuestro escrutinio. 


Una de las primeras paradas en ruta. La furgoneta no es para
asistencia mecánica, sino para atención sanitaria, dado la avanzada edad de
los longevos turistas. 
 El autocar se unió a otro similar de la misma empresa y el mismo plan de ruta, y ambos, con un total de 70 pasajeros, abordaron la autopista en dirección a Castellón, en la Comunidad Valenciana, para girar luego al oeste, cruzando el mapa de España, hasta Badajoz, cerca de la frontera con Portugal, donde pasaríamos la noche, para continuar al día siguiente hasta Lisboa, primera escala específicamente turística. 


Poco a poco vamos a ir desgranando lo referente a los apodos. El primero que tenemos es Juntitos, ¿y por qué?. Es fácil de explicar. Después de recogernos en Mataró, el autocar hizo otra parada en la vecina Vilassar. Allí subió un grupo de nueve turistas que fueron distribuídos por la guía en sus asientos. Uno del grupo protagonizó de inmediato un rifi-rafe con la guía porque no los había sentado juntos. El hombre le dijo que ello había sido pedido expresamente al contratar el viaje y que si no los ponía a todos “juntitos” se bajaban y cancelaban la gira. El problema se solucionó pero a partir de ese momento, ese compañero de ruta pasó a ser para nosotros "Juntitos” para identificarlo de alguna manera. 

 “Esto promete”, le dije a mi compañera Bea en un momento de la discusión, pero luego las aguas se calmaron y todo fue paz y concordia. Había por delante muchas horas de viaje y muchos días de convivencia. El sentido común prevaleció, afortunadamente.

Después de almorzar en ruta cerca de Ciudad Real proseguimos el viaje matizado por algún chiste contado por la guía. "No me acuerdo de otros porque tengo mala memoria", dijo a modo de justificación, lo cual era de agradecer, así cada uno pudo dedicarse a lo suyo: leer o charlar con voz normal sin molestar al resto. En determinado momento se produjo el "bautismo" de otro pasajero. En el asiento delante del nuestro, un señor de mediana edad que viajaba solo, nos ofrecía su reluciente calva salpicada de algunas manchas.


"Gorby"

 Su aspecto general y la calva en particular nos hizo acordar de Mijail Gorbachov, el ex presidente de la desaparecida URSS, y la escena de la película La pistola desnuda, en la que un agente de la CIA irrumpe en una reunión entre Gorbachov, Muammar Gaddafi, Fidel Castro y otros líderes enemigos de los Estados Unidos. El agente los barre a todos con su ametralladora y al ver a Gorbachov muerto, extrae un pañuelo y frota la famosa mancha de Gorby. Esta desaparece y el agente exclama triunfante: "Lo sabía". Esa escena me causó mucha gracia. Tal vez a alguien le ocurrió lo mismo, y si no, mala suerte. 

Un poco cansados, después de casi 20 horas con el trasero pegado al asiento, llegamos a Badajoz, cenamos revuelto con setas y lomo de cerdo con patatas, y a dormir en el Gran Hotel Zurbarán. Quedaba para el día siguiente el último tramo hasta Lisboa.

Badajoz, junto al río Guadiana, es la capital de la provincia del mismo
nombre, en la comunidad autónoma de Extremadura

 Antes de entrar en el país de mi admirado José Saramago, es inevitable pensar un poco en lo que creemos que nos vamos a encontrar. Los despachos de prensa nos presentan a Portugal como un país prácticamente en ruinas, con recortes y medidas de austeridad pocas veces vistas. Está claro que los paquetes turísticos no llevan al visitante a los lugares donde la pobreza se hace más patente, así que tendremos que llevarnos una impresión en base a lo que veamos, sin que eso refleje la realidad de un país.

 De acuerdo con las informaciones periodísticas, la situación es parecida a la de España, aunque Portugal ha recibido ya un paquete de rescate de 78.000 millones de euros, y España todavía no lo pidió. Ambos países tienen millones de parados y se producen manifestaciones contra sus respectivos gobiernos, que han recortado ya hasta el aire que se respira. En España hay millones que oficialmente no perciben ingresos, pero conozco a varias personas que están en paro y trabajan en negro. Extrapolando esto al total de desocupados, serían bastantes los que todavía pueden ir capeando esta tormenta. ¿Ocurrirá esto también en Portugal? Es lo que vamos a tratar de averiguar in situ.

Cuesta separar un viaje de vacaciones del contexto en que se desarrolla, pero a partir de la siguiente nota trataremos de circunscribirnos al aspecto turístico, dejando la economía y las finanzas para los analistas de turno.
(PD: La referencia a la furgoneta en la foto de los autocares, es broma; prometo que no volverá a repetirse. En las siguientes notas habrá más fotos y menos texto)
(Continuará)
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