La fotografía alegra el espíritu, exalta la belleza de cosas que nos rodean, nos lleva a sitios lejanos que probablemente jamás visitaremos, pero también la fotografía duele, impacta, golpea, nos solivianta y es como un puente entre lo idílico y lo real.
¿Quién no ha sentido gozo y admiración al contemplar un amanecer o una puesta de sol, al ver los increíbles colores de una flor, paisajes maravillosos, el primer plano de un rostro de niño o la figura serena de un animal que retoza feliz en su entorno natural?.
Pero la lente, de una cámara registra también el lado oscuro de la especie humana, ese que no queremos mirar pues al no verlo es como si no existiera. Esas dos vertientes del arte fotográfico –lo bello y lo deleznable- son válidos por sí mismos y existen; son parte de nuestra vida y de nuestro mundo.
Nos ocuparemos hoy de la foto testimonial, de denuncia, faceta que tiene como sus máximos exponentes a los corresponsales de guerra, esos arriesgados y consumados artistas que confirman el aserto de que a veces una fotografía vale más que mil palabras. Es verdad que no hace falta que la imagen sea tomada en un escenario bélico para que nos impacte o hiera nuestra sensibilidad.
Hace unas horas abrí un mail en el que se invitaba a leer el discurso pronunciado por el fotoperiodista español Gervasio Sánchez, en ocasión de recibir el premio Ortega y Gasset, por sus imágenes contra la guerra, patrocinado por el diario EL PAIS. Sánchez agradeció la distinción con un discurso que según el mail no fue bien recibido por las altas esferas oficiales.
Y no era para menos ya que el fotógrafo fustigó duramente a aquellos países que en cierta manera fomentan las guerras a través de la venta de armas. Destinatarios de sus críticas fueron los últimos gobiernos españoles, pero por extensión la denuncia alcanza también a muchos otros, incluyendo Estados Unidos, cuya economía se asienta mayormente en una colosal industria armamentista.
La crítica de Sánchez es válida para cualquier país o gobierno que se dedique al tráfico de armas.
Las imágenes testimoniales captadas por la lente de Sánchez refrendan sus palabras de manera elocuente, como lo prueba esta foto de una mujer mozambiqueña con piernas ortopédicas, junto a su hija.
O esta otra de una niña kurdo-iraquí junto a las perneras vacías y muletas de su hermano, que perdió las piernas a causa de una mina terrestre provista por la tecnología de un país del “primer mundo”.
Otra imagen que ha recorrido el mundo y refleja de manera contundente los horrores de la guerra es la ganadora del Premio Pulitzer de 1972. El momento fue captado por el fotógrafo de la agencia AP, Nick Ut. Los niños huyen de su aldea tras haber sido rociada con NAPALM.
La niña que se ve en el centro se llama Kim PSUC, y así se la veía en 2005, según consigna una página de Internet.
Los corresponsales de guerra no sólo registran escenas bélicas, sino que a veces buscan reflejar una imagen todo lo que podría decirse en un editorial de cientos de palabras. La guerra y la miseria van de la mano, como puede verse en esta memorable fotografía, ganadora también del Pulitzer.
Excepcional foto-testimonio que no necesita ni una palabra explicativa.
El valor de una fotografía depende también del instante preciso en que fue registrada. En la siguiente un prisionero del Vietcong acaba de recibir una bala disparada por un oficial sudvietnamita. El fotógrafo estaba allí y apretó el disparador en el momento justo. Mérito para Eddie Adams.
El mail sobre Gervasio Sánchez pedía que el mismo fuese divulgado, y es lo que modestamente acabo de hacer.
Una cita final de Albert Camus sobre la guerra: “La paz es la única batalla digna de emprenderse”.
*
1 comentario:
Muy conmovedor! Y aunque estas imágenes -en su momento y actualmente- recorran el mundo es bueno difundir lo que tienen de argumental y testimonial. Su mensaje contundente es para que nuestros "líderes" mundiales refresquen también sus memorias y hagan en ellos carne las palabras de A. Camus. Un beso.
Publicar un comentario