La seguidora que tenemos identificada con el mote de La hormiguita viajera ha hecho honor a su promesa y en una charla informal nos ha relatado su paso por algunos sitios emblemáticos de la geografía italiana a lo largo de siete días, demasiado pocos para tanto que hay que ver.
Consciente de lo exiguo del tiempo, la viajera se apresura en aclarar que esta breve visita no ha sido más que un aperitivo del banquete de arte, historia y cultura que piensa darse si el futuro le ofrece otra ocasión de profundizar sus conocimientos in situ de una de las cunas de la civilización occidental.
Roma, Florencia, Venecia y Pisa desfilaron ante sus ojos como un caleidoscopio de imágenes que ahora debe procesar ayudada por fotos propias y textos que le permitirán ir asimilando mejor la esencia de todo lo visto, que ha sido mucho y variado.
Fiel a su condición de viajera trashumante –hoy aquí, mañana allá- la hormiguita aprendió seguramente algo más en esta experiencia: aplicar aquello de Lígero de equipaje, el título que el periodista y escritor escocés Ian Gibson utilizó para su libro sobre la vida del poeta Antonio Machado.
Desplazarse continuamente y bajo un sol abrasador, con una maleta que casi igualaba el tamaño de su portadora, no parece lo más aconsejable, pero de todas maneras se las ingenió para llegar siempre a buen puerto.
Durante la charla recordó con humor que en una visita a Londres, debió cargar con su pesada maleta mientras recorría los pasillos de la famosa National Gallery, pues no había un sitio para dejar el equipaje. Estamos seguros de que más de un flemático británico la miraría de reojo esbozando una leve sonrisa.
La gira por Italia comenzó en la Roma eterna, donde en medio del carácter extrovertido de los italianos y el caos del tráfico en las calles, sus rápidos pasos la llevaron a los lugares de máximo interés, el Coliseo y la Basílica de San Pedro.
Construido en el año 70 de la era cristiana, el Coliseo, quizás el icono de Roma por excelencia, invita al visitante a retroceder en el tiempo y pensar en su magnificencia cuando 50.000 personas eran testigos de los espectáculos y de las atrocidades que se cometían en su arena circular. Los combates de los gladiadores y de los cristianos ofrecidos a la voracidad de los leones, son imágenes inevitables que acuden a la mente cuando se pisan las mismas piedras que 2.000 años apenas han desgastado.
Nos cuenta la viajera que el Foro Romano, enfrente del Coliseo, le llamó particularmente la atención, por su extensión y porque sus ruinas permiten vislumbrar como era la vida en los albores de la historia de la cristiandad. “Pensar que por allí caminaban emperadores, tribunos y cónsules, quizás dónde yo estaba pisando en esos momentos”, dice.
En el Vaticano es obligada la visita a La Piedad, la maravillosa escultura de Miguel Angel y la Capilla Sextina, también obra pictórica suya. En su novela histórica La agonía y el éxtasis,
Irving Stone relata la vida de Miguel Angel y muchas páginas están dedicadas a la Capilla Sixtina. Su lectura es muy recomendable.
El turista que quiere exprimir su tiempo al máximo no puede dejar de subir a la cúpula de la Basílica de San Pedro, aunque para ello tenga que ascender 500 escalones en espiral. La hormiguita lo hizo y desde lo alto tomó las consabidas fotos panorámicas de Roma.
Tampoco omitió la famosa Fontana de Trevi, en una pequeña callejuela lateral paralela a la Via Veneto. Cientos de turistas que pasan continuamente cumplen con el rito tradicional de colocarse de espaldas a la fuente y arrojar monedas con la ilusión de que alguno de sus deseos se cumpla. ¿Quién no recuerda en esos momentos la melodía y letra de Three Coins in the Fountain, inmortalizada por Frank Sinatra?.
Ah! Via Veneto.. ¿Como resistirse a la tentación de sentarse en la terraza de un bar y tomarse un capuchino, mientras se observa el desfile incesante de gente de todas las nacionalidades? Recuerdo que en un viaje a Roma, hace algunos años, se nos dio esa posibilidad y allí estábamos, yo con la ilusión de ver pasar a Alberto Sordi, Marcelo Mastroiani o ¿por qué no? a la mismísima Sofía Loren? En Roma todo es posible.
La viajera volvió a ver a Miguel Angel representado esta vez en la escultura de Moisés, en una pequeña iglesia de Roma, y paseó también por Piazza Spagna, otro de los imanes turísticos. Piazza Navona y Piazza del Poppolo, fueron capturadas por la lente de la viajera. Pero la ciudad de las siete colinas tiene más, mucho más; el tiempo no alcanza y hay que seguir con el plan de viaje.
Siguiente destino, Florencia, cuna del Renacimiento Italiano, que se extendió desde finales del siglo XIV hasta el 1600, época en la que Lorenzo de Médici se convirtió en mecenas de pintores y escultores. La viajera, al borde de la extenuación por tanto caminar bajo un calor sofocante, dedicó una jornada para conocer la escultura del David, de Miguel Angel, y la galería degli Uffizi, palacio convertido en museo, donde pudo apreciar La Primavera y El Nacimiento de Venus, de Botticelli.
Tanto arte reunido en un lugar relativamente pequeño como es Florencia realmente puede llegar a agobiar si no se dispone del tiempo suficiente. La viajera se sintió por momentos saturada de tanto arte, y es comprensible. Acota que seguramente pasó frente a la casa de Dante Alighieri, el autor de La Divina Comedia, pero no la vio. Pero lo que sí pudo apreciar es Florencia desde lo alto de la catedral, con el rio Arno y el Ponte Vecchio como fondo.
La escultura del David, que ahora se halla totalmente protegida en la Galería de la Academia, había estado expuesta hasta 1947 en la Plaza de la Señoría, dónde ahora hay una copia.
Un amable guía del museo explicó a nuestra viajera que para su realización, Miguel Angel recibió un trozo de mármol estrecho y muy alto, que llevaba varios años abandonado en la catedral de Florencia.
Para simbolizar la fortaleza, no sólo física del rey bíblico, Miguel Angel dio mayor volumen a ciertas partes del cuerpo, como la mano derecha con la que arrojó la piedra que abatió al gigante Goliat, y la cabeza, con ojos de mirada penetrante cargada de tensión, dijo el guía.
Como dato de interés, agregó que Miguel Angel, dio el último golpe de cincel a su obra, cuando tenía sólo 29 años. Previamente había esculpido La Piedad.
Desde Florencia, a una hora de tren, esta Pisa y hacia allí se dirigió para comprobar que su famosa torre seguía en pie. Claro que subió hasta la cúpula, venciendo la sensación de claustrofobia que producen esos lugares tan estrechos y cerrados.
Tras regresar a Florencia, volvió a empacar y al día siguiente llegó al sitio que superó sus expectativas: Venecia y sus canales.
“Es hermosa. Me encantó!”, comenta con satisfacción. Su primer destino fue la Plaza San Marcos, a la que llegó en el vaporeto, una especie de autobús que navega por el Gran Canal pasando por debajo del Puente de Rialto, motivo de gran cantidad de fotos para todos los turistas.
En la Plaza San Marcos subió al campanario, como no podía ser de otra manera, vio la fachada del Palacio Ducal y el Puente de los Suspiros. Tuvo suerte de que no era época de inundaciones, cuando la Plaza suele quedar bajo un metro de agua.
Dijo que emprendió el regreso por las laberínticas callejuelas en las que es muy fácil perderse, pero siguiendo los carteles que indicaban “Ferrovía”, la estación de tren, llegó sin inconvenientes a su hotel, próximo a la terminal ferroviaria.
Ya para entonces el agotamiento era total y los pies comenzaban a protestar por tanto esfuerzo, de modo que decidió no entrar en ningún otro museo o catedral que se le pusiera por delante. Es como si el banquete hubiese sido muy abundante y su apetito estaba saciado completamente.
Regresó a Roma viajando siete horas en un tren nocturno y, con los pies a la miseria, se dirigió al aeropuerto para aguardar la salida de su avión, siete horas más tarde. Italia había pasado a engrosar su larga lista de destinos turísticos, pero la hormiguita viajera es incansable y ya está pensando en algún lugar exótico, aunque con escala previa en Grecia.
“Ya que conocimos la cultura romana y anteriormente la egipcia, ahora nos toca la griega”, dijo al terminar la charla.
El Partenón la espera.
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9 comentarios:
Muy bueno! Qué pedazo de reportaje... Debo aclarar algunos puntos:
-Fueron casi 10 días, y no siete.
-Por la Casa de Dante Alighieri SI que pase!
Creo que nada más...creo!
Bueno, fueron 10 días. Es que no puedo recordar todo lo que me contaste sobre el Renacimiento y la influencia de los Medici en esa epoca de esplendor. Y también recuerdo ahora que me recitaste una parte de la Divina Comedia. Me está fallando la memoria.
Ja, ja, lo mismo la nota está muy linda, igual que las fotos. Los felicito!!
Gracias Marta. Con modelos así las fotos tienen que salir bien.
Para la Hormiguita Viajera y José:
Te envidio como el que más. Con respecto al equipaje tomaste la opción más inteligente. Siempre en mis Nubes de Ubeda pienso que si alguna vez voy a Italia lo primero que conicería sería Florencia porque me la imagino tal cual le contaste a José que es un museo a cielo abierto y hay que caminar con unas cómodas alpargatas, los mismos pasos de los genios que existieron en un lugar y en un momento determinado y nunca más.
Una Duda:Al Moises, Miguel Angel le dió un golpe en la rodilla derecha y gritó "parla cane", como que estaba vivo. Al David, donde le dió el golpe?.Los felicito por la narrativa completa de este viaje a los dos.Amén
A flaco. Muchas gracias por tu comentario que es siempre bienvenido. No sé dónde le dio el golpe a David. Plantealo en uno de tus enigmas! un abrazo
A flaco. Y con respecto a parte de tu comentario, Italia es toda un museo abierto. Hermosísimo país, que ojalá algún día pudieran visitar. Con respecto a ciudades "monumentales", París y Londres, en ese orden. Abzs.
París, Londres, Roma... Puedo cambiar el orden, pero no las ciudades!!
Estoy de acuerdo con ese orden. París, entre las grandes capitales, es la ciudad más hermosa del mundo. Londres abruma con la enorme carga de su historia, y Roma es una ciudad absolutamente querible para un latino, tal vez por lo extrovertidos que son los italianos. Cubells está en cuarto lugar.
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