Sí señores! Este hombre es presidente de un país, elegido por voto popular.
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Evidentemente no lo viste Armani ni se desplaza en Audis último modelo, y menos que menos dispone de avión privado.
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En base a recortes periodísticos nos enteramos de que junto con su esposa, sigue viviendo en su chacra, dónde se dedicaba al cultivo de flores.
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Otro recorte nos dice que acaba de vender la residencia presidencial en Punta del Este, y que el importe obtenido será destinado a la construcción de viviendas para personas de escasos recursos.
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En estos tiempos de tanto glamour, exhibición de joyas e indumentaria de haute couture, ejemplos como éste dignifican a quienes los exhiben, y sus conciudadanos pueden mostrarlo orgullosamente como un modelo de lo que debe ser un gobernante, que está para servir y no para servirse.
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No sabemos cuánto tiempo durará en el cargo si traemos a la memoria lo que pasó en Argentina con Arturo Umberto Illía, quien al tener que abandonar el gobierno era más pobre que cuando había asumido. ¿Cuántos pueden decir lo mismo?
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Si lo que dicen los recortes periodísticos resulta no ser cierto, habremos sufrido una decepción más, una de tantas, pero mientras tanto, confiemos en que por lo menos de tanto en tanto la política y los políticos den alguna muestra de honradez.
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El hombre es José (Pepe) Mujica, y el país es Uruguay.
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