Pero sobre todo.. viva la posibilidad de tener dos televisores en una casa si en ella viven dos personas, cuyos gustos televisivos no tienen por que coincidir siempre.
Un solo televisor significaría que uno de los cónyuges tendría que ceder y aceptar lo que le impone el otro en desmedro de sus apetencias circunstanciales. Ceder es una buena acción si con ello pueden satisfacerse los deseos del cónyuge. Pero ceder siempre atentaría contra la autoestima de uno de ellos y se alimentarían rencores innecesarios.
Por eso es tan bueno contar con dos televisores; todos felices y a utilizar el zapping a nuestro antojo, ya sea evitando lo que uno detesta, o disponiéndose a presenciar el programa que más se avenga a los gustos personales.
Para poder juzgar a un programa primero hay que verlo y después opinar.
La opinión desatará adhesiones y rechazos.
En este caso mi opinión quedará reducida a transcribir lo que otros han escrito, así que el mérito le pertenece totalmente a Sergio Espí, con quien coincido en cada palabra. Sus comentarios me parecieron muy acertados y es justo que se lleve todo los créditos.
Tomemos tres series norteamericanas que he llegado a aborrecer. Confío en no ser el único.
Con la colaboración de Sergio, vamos a descuartizarlas, eso sí, con una sonrisa y sin creernos dueños de la verdad.
Un solo televisor significaría que uno de los cónyuges tendría que ceder y aceptar lo que le impone el otro en desmedro de sus apetencias circunstanciales. Ceder es una buena acción si con ello pueden satisfacerse los deseos del cónyuge. Pero ceder siempre atentaría contra la autoestima de uno de ellos y se alimentarían rencores innecesarios.
Por eso es tan bueno contar con dos televisores; todos felices y a utilizar el zapping a nuestro antojo, ya sea evitando lo que uno detesta, o disponiéndose a presenciar el programa que más se avenga a los gustos personales.
Para poder juzgar a un programa primero hay que verlo y después opinar.
La opinión desatará adhesiones y rechazos.
En este caso mi opinión quedará reducida a transcribir lo que otros han escrito, así que el mérito le pertenece totalmente a Sergio Espí, con quien coincido en cada palabra. Sus comentarios me parecieron muy acertados y es justo que se lleve todo los créditos.
Tomemos tres series norteamericanas que he llegado a aborrecer. Confío en no ser el único.
Con la colaboración de Sergio, vamos a descuartizarlas, eso sí, con una sonrisa y sin creernos dueños de la verdad.
CSI Miami – Horatio Caine (David Caruso): El policía pedante
Miami es una ciudad luminosa, alegre, famosa por sus playas, mujeres hermosas y ambiente caribeño, el lugar perfecto para relajares y divertirse.
Esto es algo que a Horiato Caine le molesta y mucho. Al protagonista de CSI:Miami parece irritarle la vida, el sexo y el amor.
El policía científico vive sumido en una intensidad insufrible. Parece que al sentido del humor y a él les separaron al nacer. El inspector, más cercano a sus colegas escandinavos a que los del ambiente cálido de Florida, el mundo le parece una tortura continua. Como jefe es despótico y poco amable.
Horatio se pasa la jornada dictando frases funestas como si fuesen mandamientos religiosos. De su vida privada sólo le conocimos una novia y justo después de que se casaran a la joven la asesinaron. Ésto le vino muy bien a un hombre que hace del pesimismo su razón de ser.
Lo peor: que cree que sienta cátedra y que tiene el poder moral para juzgar a sus prójimos. Nota a guionistas: ser inteligente y frío no es lo mismo que ser carismático.
Diagnóstico: Demasiada intensidad y falta de humor.
Diagnóstico: Demasiada intensidad y falta de humor.
Consejo: Que deje de leer a Shakespeare, que se compre el Ibiza Mix o que ingrese en un seminario.
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Anatomía de Grey – Meredith Grey (Ellen Pompeo): La cirujana insatisfecha
Meredith Grey es una joven aspirante a cirujana que vive bajo la sombra de su brillante y tiránica madre. Está liada con su jefe, Dr. Derek Shepherd. Esta es posible la relación más estúpida que ha dado la televisión.
Al final de la primera temporada descubríamos que él estaba casado. Rompían. Derek vivía con su mujer aunque seguía enamorado de Meredith. Entonces, ¿Por qué no estaban juntos? Porque lo ponía el guión.
Grey se pasa las horas atendiendo a pacientes moribundos, es testigo de grandes dramas y tragedias; le da igual. Ella cree que el hecho de que el "macizo" del hospital no le haga caso o que su madre pase de ella la convierten en una auténtica mártir.
Es un personaje frío, egocéntrico, chismoso y poco empático. Trata mal a su hermana, a sus compañeros y a su padre y encima se cree que es "guay" por hacerlo.
Diagnóstico: Complejo de Edipo y egocentrismo crónico.
Consejo: Un año en misiones africanas.
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Sexo en Nueva York – Carrie Bradshaw (Sarah Jessica Parker) – Zapatos y neurosis
Carrie es una periodista obsesionada por conseguir marido. Después de seis temporadas de preguntas, amores y sexo, esta es la conclusión: Sexo en Nueva York giraba en torna a una mujer desesperada, ególatra y superficial.
La serie es buena, ojo, pero el personaje llegó a ser irritante. De hecho, del cuarteto protagonista de amigas, ella es la que menos evoluciona. Carrie termina su andadura igual que al comienzo: colada por un hombre, Mr. Big, vacío y materialista.
Daba igual que una de sus amigas padeciese cáncer, otra se quedase embarazada o que otra se separase. Para Carrie, lo más importante era el poder comprarse una zapatos carísimos con el sueldo de una columnista y el acostarse con el galán de turno.
Diagnóstico: Adicción a las compras.
Consejo: La crisis económica le viene bien.
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