-J.T.
Si una película ha sido vista 42 veces es que algo debe tener; algo irresistible que atrae como un imán la atención de ese fanático que al instalarse cómodamente en su sillón y disponerse a dedicar 102 minutos de su vida a seguir el desarrollo de la obra que ya conoce de memoria, piensa que en ese momento es lo que más le gustaría hacer, lo que más le apetece.
Claro que es una opinión cargada de subjetividad; es lo que esa persona siente, es lo que captan sus sentidos y obedece a sus gustos puramente personales. Así es como una y otra vez me he sentido atrapado por esta película filmada en 1942, en pleno desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, el período de la historia que ha alimentado tal vez la mayor cantidad de películas y libros sobre un tema en particular.
Una obra de ficción, ya sea literaria o cinematográfica, queda grabada en la retina y la memoria de quien la transita según se inserte en el entorno de lo que ha sido su vida, de los elementos que han ido girando a su alrededor en circunstancias determinadas de su tiempo. No recuerdo cuando fue la primera vez que ví Casablanca pero algo me debe haber impresionado para que a lo largo de más de 40 años disfrutara –y sigo disfrutando- de esta película hecha con prisas, a los tropezones y un presupuesto mínimo.
Al intentar buscar los motivos de la pasión –quizás desmedida- por esta película, afloran varios elementos que, unidos, son más que suficientes para colmar mis apetencias. Contiene todo lo que necesita una trama y su desarrollo: amor, odio, decepción, muerte, suspenso, gratitud, desengaño, virtud, renunciamiento, bajeza moral, grandeza de espíritu, etc. Todos esos elementos están reunidos en un escenario sugerente, la ciudad marroquí de Casablanca, perteneciente entonces a la parte de Francia no ocupada por los nazis.
Un guión excepcional basado en una obra de teatro que nunca llegó a estrenarse (Todos vienen al café de Rick – Everybody Comes to Rick’s) fue entregado al director Michael Curtiz y este fue amalgamando los fragmentos de una manera tan precisa que el resultado es una obra maestra.
La música
Cuántas películas son recordadas por su banda sonora. El consagrado Max Steiner hilvanó el hilo musical de Casablanca en torno al tema central “As time goes by” (Según pasan los años)- Película y música parecen una unidad indisoluble.
El elenco
Y los actores. Los actores! ¿Qué pareja ha superado a la formada por Ingrid Bergman (Lisa) y Humphrey Bogart (Rick)?. Los une y los separa alternadamente una historia de amor muy simple, pero las actuaciones son tan soberbias que sus personajes llegan a calar muy hondo en el alma del espectador. Su primer encuentro en París (que se inserta como backstage durante el transcurso de la película, el posterior abandono por parte de Lisa, que deja a Rick esperándola infructuosamente en la estación de tren, su reencuentro en el Rick's Café Americain , en Casablanca, y su última despedida en el aeropuerto cuando Lisa se dispone a abordar el avión que la llevará a Lisboa y a la libertad, son de antología.
Allí se produce una de las frases que han quedado grabadas en la historia del cine, cuando Rick le dice a Lisa –ambos mirándose a los ojos: “Siempre nos quedará París” («We'll always have Paris»). El resto del elenco no desentona; quizás la excepción sea Paul Henreid, a quien se ve un poco acartonado en su papel de Victor Lazslo, líder de la resistencia checa. Lo llamativo es que Henreid se sentía una estrella del séptimo arte al exigir que su nombre figurara en la cabeza del reparto junto a los colosales Bogart y Bergman.
En el rubro actores de reparto se destaca la actuación de Claude Rains como el capitán Louis Renault, un corrupto policía de la Francia de Vichy que se esfuerza por complacer a los nazis mientras por otro lado obtiene pingües beneficios económicos en la forma de un sobre diario con parte de las ganancias que dejan las mesas de juego del Café de Rick.
Este actor londinense recibió una nominación al Oscar por esta película. Peter Lorre, un actor judío austrohúngaro, siempre en papeles de delincuente de poca monta, no defrauda en su recreación del señor Ugarte, lo mismo que Sydney Greenstreet, como el obeso propietario de un club de la competencia que finalmente se queda con el Rick’s Café. Ambos actores habían trabajado junto a Bogart en la recordada “El halcón maltés”.
Insustituibles
Volvamos a la pareja central. La belleza de Ingrid Bergman se ve favorecida por una fotografía en blanco y negro que proporciona a su rostro lo que se pretendía: una apariencia inefablemente triste, tierna y nostálgica. Por obra y gracia del director de Fotografía, en sus ojos aparecen destellos luminosos en el momento adecuado, lo cual da a su personaje un halo de verosimilitud que roza la perfección. Cada primer plano de la actriz sueca es una obra de arte.
Humphrey Bogart venía precedido por papeles de gangster, pero en Casablanca esa imagen de “duro” se conjuga perfectamente con un tinte de romanticismo, que es lo que el director seguramente buscaba: en lo externo, un hombre cínico, amargado e insensible, pero en su interior, un sentimental. ¡Pensar que en un primer momento se consideró al pétreo Ronald Reagan para interpretar el personaje de Rick!
La trama
Para entender un poco mejor la conjunción de genialidades que se han plasmado en esta joya del cine, hagamos algunos extractos de su trama argumental. Durante la Segunda Guerra Mundial, Rick Blaine, un estadounidense de pasado dudoso, es el propietario del local nocturno y salón de juego más popular de Casablanca, el Rick’s Café. Allí se da cita noche tras noche una clientela variada: gente de la Francia de Vichy, oficiales de la Alemania nazi, asilados políticos y delincuentes. Rick aparenta ser neutral pero en el transcurso de la película se revela que estuvo involucrado en el tráfico ilegal de armas para combatir la ocupación italiana de Etiopía, y que participó también en la Guerra Civil española, en el bando republicano.
Un delincuente menor conocido como Señor Ugarte (Peter Lorre), llega una noche al local portando dos salvoconductos obtenidos tras asesinar a dos mensajeros alemanes. Los documentos permiten al portador el libre tránsito por la Europa ocupada y llegar incluso a la neutral Lisboa, y desde allí al mundo libre. Ugarte quiere vender los salvoconductos pero es arrestado por la policía local al mando del capitán Louis Renault (Claude Rains). El delincuente se las ingenia para dejar los documentos en manos de Rick.
Bogart-Rick, impecable siempre con chaqueta blanca, pantalón negro y un cigarrillo, ya en sus labios o entre los dedos, se ve sorprendido por la llegada al local de su ex amante, Ilsa Lund, quién le había abandonado en París sin explicación alguna. Ilsa está acompañada por su marido Victor Lazslo, interesado en comprar los salvoconductos para poder abandonar Casablanca y continuar su lucha contra los nazis.
En una de las escenas tal vez más recordadas de la película, Rick exhibe en su rostro el dolor que le ha producido la presencia de Ilsa mientras en su mente desfilan los momentos vividos por ambos en Paris y el triste final de esa relación. Se acerca al piano de Sam y pide a éste que ejecute el tema que los había unido, “Según pasan los años”. El fiel Sam se resiste pero Rick le ordena que lo haga . "Si ella puede soportarla, ¡yo también puedo! Tócala”.
A la noche siguiente, Lazslo se reune con Rick pues sospecha que éste tiene los documentos. En este punto la película ofrece la escena que personalmente más me ha impactado de todas las que he visto en el cine. Me es imposible no emocionarme cada vez que la veo, y eso que ya son 42! Mientras están hablando en el despacho de Rick, un grupo de oficiales nazis sentados en una mesa frente a grandes jarras de cerveza comienzan a cantar a voz en cuello un himno patriótico de la Alemania nazi. Al escuchar sus voces, Lazslo reacciona y sin poder contenerse, se dirige al estrado de la orquesta del local y ordena al director que interprete La Marsellesa.
El director busca a Rick con la mirada y éste, desde la puerta de sus despacho, hace un leve gesto de asentimiento con la cabeza. Al comenzar a escucharse los acordes del himno nacional de Francia, Lazslo comienza a cantar, sólo al principio, pero enseguida lo secundan las voces de parroquianos y empleados del local –muchos refugiados políticos- que ahogan el canto de los alemanes. El oficial nazi y su séquito suben a más no poder el volumen de sus voces, pero el largamente reprimido fervor patriótico de los parroquianos vuelve a taparlos.
Una sucesión de primeros planos muestra rostros encendidos y ojos brillosos mientras desgranan los versos de La Marsellesa. El oficial nazi se da por vencido y en venganza ordena el cierre del local, orden que hace cumplir –no podía ser de otra manera- el obsecuente capitán Renault. Cuando se le pregunta cual es motivo para la clausura, Renault dice que es debido al juego ilegal. En ese momento un empleado le entrega un sobre diciendole: “sus ganancias del día capitán”. La escena es un poco rebuscada, pero evidencia la doble moral en la que se desenvolvía el capitán Renault.
Esa noche, con el local ya clausurado, Ilsa llega para hablar con Rick. Le confiesa que sigue amándolo y le explica que cuando ambos se conocieron en París, pensaba que su marido había muerto en un campo de concentración nazi. Pero en cuanto supo que Lazslo en realidad había logrado escapar, decidió no acudir a la cita con Rick y regresó junto a su marido. Rick entiende la actitud de Ilsa y piensa que ella se quedará con él cuando Lazslo abandone Casablanca mediante uno de los salvoconductos. Lazslo llega al Café una vez que se ha ido Ilsa y le dice a Rick que se ha dado cuenta de que algo sucede entre ella y Rick. Con el propósito de salvar la vida de ella, pide a Rick que salga de Lisboa junto con Ilsa.
El final
Ya en la parte final, los personajes centrales confluyen en el aeropuerto y cuando Ilsa está dispuesta a abordar el avión junto con Rick, éste finalmente cede el salvoconducto a Lazslo. Ilsa se resiste a irse, pero Rick la convence de que si se queda se arrepentirá. “Tal vez no hoy. Tal vez no mañana, pero pronto y para el resto de tus días”. La escena de la despedida de ambos, en medio de una densa niebla, es memorable. El oficial alemán, advertido por Renault llega al aeropuerto para impedir la partida. Rick, con la pistola en el bolsillo de su gabardina, lo mata de un disparo. Cuando los soldados alemanes, atraídos por el estampido, se aproximan al lugar, el capitán Renault, sacando a relucir sus verdaderos sentimientos, salva la vida a Rick ordenando a sus hombres: “Arresten a los sospechosos de siempre”.
Una vez que el avión levanta vuelo llevando a Ilsa y su marido hacia Lisboa, ambos hombres se alejan caminando, tomados desde un plano elevado y casi tragados por la densa niebla. Se escucha entonces otra de las frases memorables en la historia del cine: “Louis, creo que este es el comienzo de una hermosa amistad”. ("Louis, I think this is the beginning of a beautiful friendship").
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1 comentario:
Te quedaste calentito parece.... ;)
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