7 de diciembre de 2008

Personajes - NINO BRAVO y "Libre"








José Trepat



Poco después del mediodía del 16 de abril de 1973, el repiqueteo de campanillas de la teletipo alertó a los redactores de la mesa de noticias de la agencia Reuter, sobre la inminente aparación de un despacho URGENTE.



Dos segundos después, una escueta línea quedó impresa en la máquina receptora. “Spanish singer Nino Bravo was killed today in a car accident” (El cantante español Nino Bravo murió hoy en un accidente automovilístico).

Me correspondió a mí procesar la información urgente y más tarde la ampliación de la noticia. A medida que iban llegando los datos nos enteramos de que el flamante BMW 2.800 conducido por el cantante se había salido de la carretera en una curva y dio varias vueltas de campana, cuando se dirigía a Madrid desde Valencia, su tierra. Tenía 28 años y estaba en la plenitud de su carrera.

Después de un comienzo con altibajos, su carrera de cantante que le deparó varios premios y ser considerado la mejor voz de España y de Europa, se consolidó definitivamente con el tema que le compuso Augusto Algueró: “Te quiero, te quiero”.

Luis Manuel Ferri Llopis, tal su verdadero nombre, se casó en 1971 con María Amparo Martínez Gil. Tuvo dos hijas pero no llegó a conocer a la segunda.





A poco de casarse en secreto viajó a Argentina dónde actuó en el Canal 9 junto al cantor de tangos Argentino Ledesma. Dueño de una voz excepcional, era muy conocido en América, y su canción “Libre” ocupaba y ocupa un importante lugar entre mis preferidos.

Precisamente “Libre”, un canto a la libertad, ha sido el disparador de esta nota, y ya se verá por qué.

Tres años después, en 1976 la agencia me envió a Santiago de Chile para la cobertura de la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) que iba a realizarse en el vecino país, controlado por los militares de Augusto Pinochet tras el golpe militar que derrocó al presidente constitucional Salvador Allende.

Instalado en el hotel Sheraton junto con el resto del equipo de periodistas, nuestra tarea se desarrollaba sin problemas serios en un marco de extremas medidas de seguridad que incluían un riguroso control del movimiento de extranjeros. Estaban en el país representantes de todos los países de América latina y también la delegación de Estados Unidos.

La comitiva norteamericana estaba encabezada por el Secretario de Estado Henry Kissinger, a quién tiempo después se señaló como el instigador del golpe que acabó con el gobierno y la vida del socialista Allende. Kissinger estaba custodiado por decenas de agentes del Servicio Secreto estadounidense que no permitían que nadie se le acercara a menos de tres metros.

En ese tenso ambiente desarrollábamos nuestro trabajo de unas doce horas diarias; así era la vida de los periodistas, siempre alertas y con pocas ocasiones de “desconectarnos” de lo que sucedía a nuestro alrededor.

Sin embargo una noche, el gerente general de Reuters que había llegado desde Buenos Aires para supervisar el trabajo, invitó a nuestro grupo de cuatro o cinco periodistas, a cenar en un restaurante de la zona céntrica de Santiago.

El salón comedor estaba en el subsuelo y mientras nos dirigíamos a ocupar nuestra mesa observábamos la ambientación del lugar. Con luces difusas y velas encendidas en las mesas, los comensales llenaban el recinto con sus voces mientras en un pequeño escenario un reducido conjunto de músicos amenizaba el momento.

La cena transcurría normalmente hasta que una mesa próxima se convirtió en el centro de la atención. Siete u ocho militares chilenos, todos con rangos de oficiales, hablaban y reían cada vez a mayor volumen mientras levantaban sus copas de vino y jarras de cerveza con un brindis tras otro. Sólo ellos sabían lo que habían bebido hasta ese momento.

La animación en la mesa de los militares, con sus uniformes impecables que semejaban en cierta manera a los de los oficiales alemanes de la época de Hitler, creció en intensidad hasta que uno de ellos ordenó poner la música del tema “Libre”.

Al comenzar los acordes, se pusieron de pie y a voz en cuello desgranaban las estrofas de la canción que de manera tan notable había popularizado Nino Bravo.

La música, las luces difusas, los enrojecidos rostros de los militares y las jarras de cerveza por sobre sus cabezas me hicieron recordar a la película “Cabaret” y también a “Casablanca” en la escena que las canciones de guerra de los oficiales nazis son acalladas por las voces de los parroquianos que cantan al unísono “La Marsellesa”.

Cada vez que veo un anuncio o leo alguna referencia sobre la película “Cabaret”, me viene a la mente la imagen de esa cena en Santiago de Chile.

Los militares chilenos buscaban probablemente el acompañamiento del resto de los comensales en ese tema que según supe después, había sido elegido por los oficiales de Pinochet como una especie de himno a la libertad que los identificara.

Los ocupantes de las otras mesas no los secundamos y creo que Nino Bravo tampoco lo hubiese hecho. Es más, no lo creo, estoy seguro.




El tema puede verse/escucharse en






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2 comentarios:

flaco dijo...

NINO BRAVO Y LIBRE fueron y serán un ícono en la música universal y fundamentalmente en la de habla hispana. NINO BRAVO tuvo un final igual que otro cantante de tango inigualable y contemporáneo que fue JULIO SOSA. Ambos permanecen en el recuerdo argentino en forma permanente. Son casualidades ó causalidades??. MUY BUENA LA NOTA.

Anónimo dijo...

Gracias flaco. también soy admirador de Julio Sosa, y mi mujer... no te digo nada