4 de febrero de 2011

Lo que importa es el contenido

José Trepat

Se acabaron las excusas; el que no lee es porque no quiere, no porque no pueda. Está bien, es una decisión personal en la que cada uno sabrá lo que tiene que hacer para que las neuronas tengan vacaciones permanentes o deban trabajar un poco para justificar su existencia.

Pero disponer de tantas y dejar que se aletarguen por inercia parece un poco tonto, por decirlo de una manera suave y respetuosa.
“No tengo tiempo” “En el medio de transporte no puedo a causa del movimiento”
“Tengo problemas de visión”
“Algunos libros pesan mucho y son incómodos para llevarlos de aquí para allá”
“Los libros no me interesan”
“Los libros (algunos) son caros”


La tecnología actual echa por tierra todas esas excusas banales y ha venido para aliarse –no a competir- con el modo tradicional de lectura, ese de la letra impresa sobre una hoja de papel, que durante siglos ha reinado sin oposición como el único instrumento que los seres pensantes tenían para ampliar sus conocimientos o simplemente entretenerse con un pasatiempo que además de agradable resultase útil.

Quien esto escribe, un apasionado por la lectura en todas sus expresiones (ya sea de autores clásicos o simplemente de los llamados best-sellers o pasatistas) alcanzó la cima para satisfacer sus apetencias, o el súmmum, para utilizar una voz latina, a lo que se muestra tan afecto un seguidor fiel de este blog.

¿Y cuales son esas herramientas para que el goce sea completo? A saber: durante el 90 por ciento del tiempo que lleva de vida, la palabra escrita sobre papel ha sido excluyente, sin oposición. Después apareció el audio: una voz humana o sintetizada que te lee los textos.


Y finalmente, lo último, algo que ha llegado para quedarse y compartir el espacio con los otros dos medios: el libro electrónico, que representa el futuro, aunque no necesariamente deba tener la hegemonía en el ámbito de la literatura. Hay quienes preferirán seguir acariciando el lomo de un libro encuadernado, oler el papel ya sea recién impreso o con ese aroma a rancio que sólo da el paso del tiempo. Por suerte las opciones existen y se puede elegir.

Abordemos ahora las “excusas” enunciadas más arriba.

“No tengo tiempo”
Depende del orden de prioridades que cada uno se imponga para hacer uso de las horas de ocio que ofrece una jornada normal. Siempre se podrá disponer de tiempo, aun
que nomás sean minutos, para dedicarlos a enriquecernos con los conocimientos que otros han escrito para compartirlos. Hay pocas inversiones más redituables que ésta; lástima que a veces lo entendemos después de muchos inviernos. Pero nunca es tarde para empezar.

“En el medio de transporte no puedo a causa del movimiento”
“Tengo problemas de visión”
Para quien esgrime esto como excusa, llegó el audiolibro en la forma de un pequeño adminículo no mayor que un encendedor y un par de audífonos. Sin forzar la vista o directamente con los ojos cerrados, la voz humana o sintetizada (las hay excelentes) te lee los textos que te apetezcan, sin cansarse nunca.

Los audiolibros también son ideales para la playa. La vista no sufre la agresión del sol y tu cerebro recibe todo lo que un libro puede ofrecer: novelas, biografías, relatos de viaje, poesía, ensayos, artículos periodísticos. A veces la mente quiere “no pensar en nada”, aunque eso sea imposible, pero esas dos horas en contacto directo con Febo pueden ser mejor aprovechadas.

Una actividad manual puede ser perfectamente compatible con un audiotexto; las neuronas estarán felices de sentirse útiles.

“Algunos libros pesan mucho y son incómodos para llevarlos de aquí para allá”
Aquí hace su aparición triunfal esta nueva revolución representada por el libro electrónico. En una pequeña tableta de un centímetro de grosor y con las dimensiones de un libro de bolsillo y un peso de pocos gramos, no sólo podrás leer en la pantalla de tinta líquida el libro que te apetezca, sino llevar además otros cientos de volúmenes (aunque sea una tontería tantos al mismo tiempo).

Pero es que entre esos centenares se pueden incluir diccionarios, textos de referencia o todo lo que se te ocurra, incluyendo una agenda personal con direcciones y datos. Todos estos adminículos tienen reloj y calendario. Se terminaron los libros gordos y pesados, eso que se pueden tener en casa dando realce a las bibliotecas.

Actualmente soy el feliz poseedor de uno de estos libros electrónicos (regalo anticipado del día del padre) y estoy leyendo “La caída de los gigantes” de Ken Follett, un voluminoso texto de más de mil páginas, que mi cónyuge deglute en su versión tradicional.




Todos los libros que se ven en la foto podrían llevarse en esa pequeña tableta. Increíble!

Como si fuera poco, en el libro electrónico (e-book, e-reader) llevo almacenadas dos películas de larga duración para ir viéndolas cuando me viene en gana, y puedo llevar a cuestas un archivo de miles de fotografías. La imagen es perfecta. Todo esto y más en ese adminículo del tamaño de un libro de bolsillo.

“Los libros no me interesan”
Tal vez la palabra “libro” no te interese, pero forzosamente habrá “temas” que sí te interesan; el espectro es infinito y no vamos a diseccionarlo aquí. Todos esos temas por los que se pueda sentir interés están contenidos en libros y textos. Su consulta te ayudará a ampliar conocimientos sobre tal o cual tópico y eso quizás alimente la avidez por profundizar en algunos aspectos que te resulten atractivos. Podría ser el comienzo de una adicción, pero ésta positiva, sin duda.

Por suerte, la oferta editorial tiene que satisfacer todos los gustos, si tenemos en cuenta que sólo en España, se editan 70.000 títulos nuevos cada mes, una cifra que parece increíble pero la leí en varias fuentes. Se me antoja apabullante e intimidante, pero nadie podrá decir “no hay nada que me interese”.

“Los libros (algunos) son caros” Falso. Algunos cuestan menos que un paquete de cigarrillos, si los buscamos en las mesas de saldos o de segunda mano. Para otros fuera del alcance del bolsillo están las bibliotecas públicas, o por qué no? la casa de algún amigo o pariente en las que las estanterías tapan las paredes y los volúmenes, adormilados y cubiertos de polvo, parecen esperar que alguien inicie con ellos una hermosa amistad.
*


1 comentario:

martagbp dijo...

En fin, que no hay excusas. Viva la actitud proclive al conocimiento a través de la lectura y en cualquiera de los soportes en que sea presentado.