- Libro nro. 356 leído en este blog -
Género: Literatura contemporánea
Año: 2013
Páginas: 432
Título original:
Traducción:
Editorial: Siruela
Valoración: Excelente Muy bueno Bueno Aceptable Malo
(La valoración siempre es en función del interés que me despierta la lectura de un libro; no es una calificación literaria)
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Es siempre un placer leer la prosa fluída, precisa y prolija de este escritor, al que conocimos aquí por la serie de corte thriller judicial que tiene como protagonista a la jueza de instrucción Mariana de Marco. En Mentiras aceptadas, el autor deja momentáneamente de lado a la heroína de muchas de sus novelas y se dedica a asestar golpe tras golpe a la sociedad española, o parte de ella. El escritor sitúa la acción en 2005, un momento de la historia en que comenzaba a vislumbrarse la crisis que finalmente estalló y que hoy continúa con avances y retrocesos. Para algunos españoles, leer esta novela será como mirarse al espejo.
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Sinopsis
Gabriel, un guionista de televisión de mediana edad, divorciado y padre de un hijo preadolescente, presencia en una calle de Madrid un accidente de tráfico que le cuesta la vida a un niño. Justo ese mismo día, la muerte del actor protagonista de la exitosa serie original de Gabriel desencadena un cambio en su vida. Poco tiempo después, un oscuro asunto conmueve la cúpula del banco del que es consejero el actual esposo de su ex mujer, Isabel; es un asunto en el que ella se embarca por ambición y que acaba redundando en beneficio de su nuevo amante, un magnate hecho a sí mismo que cubre todas las ambiciones de ascenso social de Isabel. Gabriel, preocupado por la educación de su hijo, tantea la posibilidad de hacerse con la guarda y custodia del chico para evitar que se eduque en un ambiente que considera nocivo. Ésta es la historia de un variopinto mundo de personas que vive en un medio en el que se confunde la realidad con la conveniencia, lo que convierte la vida de todos ellos en una suerte de mentira general, aceptada y consentida. Ahí teje la novela una compleja visión de nuestro país, pero es en la figura de Gabriel y en su preocupación por el futuro de su hijo y de los valores morales que desearía inculcarle, donde se concentran la debilidad y la fortaleza de un personaje al que le toca vivir sobre el suelo de inseguridad que pisa el ser humano en el principio del nuevo siglo.
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Así comienza..
En la terraza acristalada del Café de la Plaza, Gabriel Cuneo
levantó la mirada de las páginas del diario que estaba leyendo y
vio pasar un tropel de niños agitando el aire con sus voces chillonas
y alegres. Pensó en el preadolescente Martín, en el colegio
con sus compañeros. Pensó en que era lunes y que hasta el sábado
por la mañana no lo recogería para pasar otro fin de semana
juntos, pero, con todo, su corazón se alegró. Después encendió
un cigarrillo y se quedó en actitud distraída al tiempo que exhalaba
lentamente el humo, como si le complaciera verlo disiparse
en el aire. Cuando se desvaneció, sus ojos se encontraron con el
dibujo de una mariposa tallada en el centro de cada una de las
grandes lunas de la cristalera que lo protegía del frío y le pareció
una mariposa helada. Satisfecho, se inclinó hacia delante en busca
de su taza de café negro. En ese momento, un agudo haz de gritos
se confundió en sus oídos con un violento chirrido metálico;
pero lo que le estremeció fue el sonido duro y seco de un cuerpo
alcanzado por un impacto: un sonido grave, funeral y modesto.
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El autor
José María Guelbenzu nació en Madrid el 14 de Abril de 1944. Cursó estudios de bachillerato en el Colegio Areneros de la Compañía de Jesús en Madrid y, posteriormente, ingresó en la Universidad. Realizó estudios de Derecho y Dirección de Empresas en Icade y en la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid. En 1964 se incorporó a la recién fundada revista "Cuadernos para el Diálogo" como confeccionador y colaborador; más tarde, se hizo cargo de la jefatura de producción de la sección de libros hasta 1969. Fue también uno de los co-directores del Cine-Club Imagen de Madrid y colaboró en periódicos nacionales de la época ("Informaciones", "Madrid" y el semanario "Signo") y en diversas revistas literarias. En 1970 se incorpora a la editorial Taurus y en 1977 asume la dirección editorial de la misma. En 1982 se hace cargo, simultáneamente con la anterior, de la dirección literaria de la editorial Alfaguara. Desempeña ambos cargos hasta 1988, en que abandona las dos editoriales para dedicarse exclusivamente al ejercicio de la literatura
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