21 de septiembre de 2016

Mediocre pero apasionado



Trebejos Staunton. Ningún otro diseño ha podido superar
su belleza
Soy un jugador de ajedrez  mediocre, pero lo compenso con una especie de "pasión" por lo que alguien definió como "mucho más que un juego y poco menos que una ciencia". Mi ELO está en los 1800 puntos, con avances y retrocesos. Mejorar el ELO no es tarea fácil ya que depende de las victorias y derrotas con suma y quita de puntos según corresponda.

Pero más allá del puntaje circunstancial, lo que me atrae de este juego de mesa (los aficionados al ajedrez me entenderán) es que el éxito no depende de la suerte sino de la capacidad de llevar a la práctica lo que nuestra mente planea, o sea, la captura del rey rival ya sea sin darle posibilidad de escape (jaque mate) o de eliminar a los trebejos que lo defienden, hasta que el final sea irreversible.

Pero el adversario piensa lo mismo, así que los contendientes deben exprimirse la mollera para desarrollar con éxito sus estrategias de ataque y defensa. Un jugador elabora un plan de ataque en base a combinaciones, celadas o sacrificio de piezas que no pueda ser detectado o contrarrestado por el rival. Al mismo tiempo debe descubrir qué es lo que está planeando su adversario. El cerebro trabaja a todo vapor: hay que pensar cuales son los siguientes seis o siete movimientos propios y las posibles respuestas del rival. Surgen así infinidad de posibilidades cada una de las cuales debe tener la respuesta adecuada. Por eso en las partidas entre Grandes Maestros, a veces una jugada requiere una hora de concentración y análisis en la que la mente analiza todas las réplicas posibles.

Es un juego tan perfecto que la victoria sólo puede alcanzarse si el rival comete un error por no haber tenido la capacidad de prever lo que hará el adversario. También puede producirse un descuido o un error garrafal producto del agotamiento mental (en el match por el título del mundo entre el indio Anan y el noruego Magnus Carslen, actual campeón mundial, el triunfo quedó para éste último por su mayor fortaleza mental, ya que la capacidad ajedrecística de ambos es similar).

Un jugador de nivel alto se prepara convenientemente en las tres fases de una partida: apertura, medio juego y final. La memoria es fundamental (este juego ayuda a desarrollarla) ya que deben conocerse centenares de aperturas para utilizar la mejor en cada caso.  Personalmente, conozco muy pocas aperturas de memoria, por eso mi juego muchas veces es una reacción a los movimientos del rival. Ahora bien, si el rival es muy inferior, no tengo problema en desarrollar un plan de ataque y llevarlo a cabo (el rival no se percata de cuales son mis intenciones). Si el rival es superior, obviamente ocurre el caso inverso: mi razonamiento no alcanza a superar el del adversario. Esta es la diferencia de ELO entre uno y otro.

En el primer párrafo hablo de la "pasión" por el ajedrez, y puedo ejemplificarlo de la siguiente manera: Ocasionalmente, Internet transmite en directo partidas de torneos importantes entre Grandes Maestros los enfrentamientos pueden durar cuatro horas, con lapsos de entre cinco y treinta minutos para cada movimiento. El aficionado tiene en la pantalla de su PC el tablero con la posición y las movidas. ¿Que hace? Pues observa y piensa cual será la jugada que se producirá a continuación. Así transcurren 10, 15 o 30 minutos pensando a la par del Gran Maestro. Si el movimiento de éste coincide con lo que uno pensó la satisfacción es enorme pero de no ser así (la mayoría de los casos) no pasa nada, a pensar la siguiente jugada!

Si esto no es pasión.....¿qué es?

-JT
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