17 de diciembre de 2009

Aquellas cenas y aquella calidad humana

José Trepat

La cita era a las nueve de la noche. El lugar, un restaurante elegante de Buenos Aires.
Como todos los años, la empresa en la que trabajaba, la agencia británica de noticias Reuters, había organizado la tradicional cena de fin de año para todo el personal, sin distinción de escalafón.

Poco antes de la hora fijada comenzaban a llegar los empleados con sus esposas/os o parejas –al fin y al cabo, desde directivos hasta ordenanzas, todos estábamos bajo el denominador común de asalariados-.

Algunos lo hacían en sus propios automóviles, otros preferían llegar en taxi y los menos pudientes utilizaban el transporte público.


A todos nos recibía el Director General de la agencia, normalmente de origen británico (conocí a varios en mis 30 años en Reuter).


Ese gesto de urbanidad y buenos modales nos igualaba a todos, sin distinción de cargos jerárquicos, y nos permitía confraternizar y conocernos mejor. Ese era el propósito del encuentro, además de agradecer el esfuerzo realizado por todos a lo largo de un año.




Reuters, que como toda empresa comercial, quería ganar dinero, aplicaba esa política tan simple y efectiva: pagar salarios adecuados y tratar a sus empleados con respeto; no hacían falta capataces blandiendo un látigo como en una plantación de caucho, sino que todos nos esforzábamos por hacer bien nuestro trabajo, pues nadie quería perderlo.



Al preparar esta nota, que pretendía tan sólo ser una pincelada y un recuerdo fugaz de una época pasada, me vino a la mente un nombre, cuando en los párrafos precedentes me referí al Director General de la agencia.

Entre los varios que ocuparon ese cargo a lo largo de tantos años, elegí a éste en especial por considerarlo un paradigma de cultura y buena educación, fundamentos esenciales en las relaciones humanas. En este caso, esos atributos emanaban de su propia personalidad.

En busca de algún dato adicional recurrí a Google y cual no sería mi sorpresa al leer en el diario inglés The Independent el obituario de su muerte, acaecida en 1993. La sorpresa está en que su vida fue tan intensa y apasionante que supera con creces lo que pude haber imaginado. Mientras tuve contacto con Patrick Crosse, la discreción y su carácter reservado eran otras de sus cualidades.

Son muchas las personas que uno conoce en su vida y cada uno de nosotros decide la trascendencia que puedan haber tenido en nuestro crecimiento. En el caso de Patrick Crosse puedo decir que siento un profundo orgullo de haber trabajado a sus órdenes.

Con toda la apariencia de un perfecto caballero inglés, alto, delgado, con trajes de corte perfecto y siempre con su inseparable bastón, Patrick Crosse llegaba a la oficina por la mañana y saludaba cortésmente a los empleados antes de ingresar en su despacho para seguir trabajando en la difícil tarea que tenía asignada: crear una especie de agencia latinoamericana de Reuter, como lo había hecho previamente en Medio Oriente, Asia y Africa.

Para llevar su gestión a buen puerto debía mantener duras negociaciones con los gobiernos y dueños de diarios de la región. Dada la variedad de regímenes y tendencias políticas, ya podemos imaginarnos lo complicado que eso podía ser. Pero sin duda estaba capacitado para ello. Por eso lo habían enviado.

Leyendo su obituario en The Independent me entero ahora de que durante la Segunda Guerra Mundial, mientras trabajaba para Reuter como corresponsal en el norte de Africa, fue tomado prisionero por los alemanes y estuvo dos años en un campo de concentración.

Durante su encierro se las ingenió para crear un pequeño diario convenciendo a los alemanes de que podía ser algo interesante y divertido; en realidad le servía para transmitir a los aliados información importante.

Después de la guerra y tras pasar algún tiempo hospitalizado en Suiza para recuperarse de las experiencias de la contienda, volvió a la agencia como Director de la oficina de Roma. Allí conoció y se casó con Jenny Nicholson, hija del poeta Robert Graves (Yo, Claudio).

Su esposa, periodista como él, murió prematuramente en 1964, y quizás a partir de ese golpe, la personalidad de Patrick Crosse mostró un carácter más reservado.



Entre distintas asignaciones, escaló el Everest y desarrolló tareas en Pakistán y Singapur. Tenía un dominio perfecto de los idiomas francés, italiano y español, además del inglés.



Patrick Crosse, amante de la música y el teatro, se retiró a los 55 años, por considerar que ya había cumplido su misión, después de la que fue su última asignación: su período en Buenos Aires entre 1966 y 1972. Fue en esa época cuando tuve el privilegio de conocerlo. Pensar que un día le pedí una audiencia para solicitar un aumento de sueldo. Me recibió con toda cortesía y con exquisitos modales y argumentos, me trató de egocéntrico y me convenció de que mi pedido era improcedente.

Uno conoce a muchas personas; algunas son inolvidables.
Esta nota puede no haber interesado, pero después de escribirla me siento mejor.
*

4 comentarios:

martagbp dijo...

Muy linda nota, y porque he conocido a algún personaje directivo similar en la esencia (?)al que describís y tuve la suerte de trabajar en dos empresas (en mis ya jubilados 30 años de relación de dependencia) donde, ganancias aparte, se priorizaba la "buena onda" y el respeto con todos los "asalariados",así que: rescato a Alejandro Romay (Canal 9)y a Horacio Díez (JWalterThompson).
Cariñosamente.

José T. dijo...

Muchas gracias Marta por tu comentario. El dinero no lo es todo en la vida, y eso es muy cierto. Abzs.

flaco dijo...

Me encantò la nota por la calidez de la misma ya que es difícil transmitir una sensación y en particular si la misma es producto del lugar donde trabajamos. En algo te equivocás:LO IMPORTANTE ES LA PLATA, LA SALUD VA Y VIENE...JEJEJE. Amén

José T. dijo...

A flaco. Gracias una vez más por tus comentarios. con respecto a la plata, en mi caso, VA; pocas veces VIENE. Abzs.

A Eduardo. Ya estamos enterados de tu página. Slds.