La tarea más importante que tenía agendada para hoy era una visita al cardiólogo para comprobar como evolucionaba el infarto sufrido hace año y medio en Turquía.
La cita estaba programada para las 11.20 en el hospital de Mataró, así que con toda parsimonia me levanté a la hora de costumbre (07:00) y después del aseo y el desayuno dediqué una hora a leer los periódicos y consultar los correos electrónicos en mi ordenador (PC).
Completada esa rutina, una ducha y a vestirme sin prisas.
Mi concepto de la puntualidad hizo que saliera a la calle con bastante antelación, de modo que comencé a caminar lentamente hacia la parada del autobús; los tres que pasaban por mi casa iban al hospital así que cualquiera serviría.
La mañana era espléndida: cielo azul sin nubes y 20 grados de temperatura; no se puede pedir más. Enfrente del piso en el que vivimos hay espacios verdes y muchos bancos debajo de los árboles. Una pareja de ancianos charlaba tranquilamente en uno de ellos. Otro hombre mayor con gorra y bastón caminaba llevando en una mano la correa del pequeño perro que husmeaba aquí y allá mientras avanzaba al ritmo de su amo. Ninguno de los dos parecía tener ningún apuro.
El césped de los espacios verdes, que había crecido después de una lluvia reciente, estaba siendo prolijamente recortado por operarios municipales con sus uniformes de rigor. El agradable aroma del pasto recién cortado se mezclaba con la leve brisa perfumando el ambiente. Al pasar frente a una panadería ese olor fue sustituido por el del pan recién horneado.
Llegó el bus a la hora que estaba indicada en la parada. El chófer era una mujer bastante joven. A los siete pasajeros que subíamos nos recibía con un “Hola, buenos días” y una espléndida sonrisa. Pequeños gestos que no cambiarán la vida de nadie pero que reconcilian con lo que entendemos por educación y buenas costumbres.
Llegué al hospital, un dechado de limpieza y orden, con más del tiempo suficiente para hacerme un electrocardiograma y ser atendido por el médico a la hora pactada (11:20).
Un poco de expectativa y ansiedad por el resultado del electro y otros estudios que me habían hecho en días anteriores: comparado con el 31% de capacidad operativa del corazón en los días posteriores al infarto, la misma era ahora del 43%, una mejoría notable en opinión del cardiólogo.
En el marco de la crisis “terminal, terrible, catastrófica, etc., etc.,” que atraviesa España, este ciudadano, plenamente consciente de las penurias que eso plantea, había tenido una mañana ideal. Quedan los problemas económicos y las limitaciones a causa de la enfermedad, pero a veces tenemos que saber extraer el lado positivo de una situación. Cuando toca protestar, también lo hacemos.
J.T.
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1 comentario:
Arriba José!!!!!!!!!!!!!!!
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