12 de mayo de 2014

Racismo, discriminación y tolerancia

Niña negra. Cuando crezca seguirá
siendo negra


Niños sudamericanos. Cuando crezcan
seguirán siendo sudamericanos


Niño árabe. Cuando crezca
seguirá siendo árabe

Niño blanco. Cuando crezca seguirá
siendo blanco
 José Trepat

Y así con todas las etnias que están repartidas en el planeta; no las puedo citar a todas aquí porque no las sé y porque sería redundante. Ya está bien con estos cuatro casos para desarrollar un ensayo personal de opinión sobre racismo, discriminación y tolerancia.

Alguien discriminaría a estos niños/niñas? Probablemente no, pero cuando sean mayores, algunos serán el blanco de ese estigma. Nadie elige en que religión ha de nacer, que color tendrá su piel ni cuales son los antecedentes de sus antepasados a lo largo de la historia.

Soy un acérrimo defensor de que se juzgue a las personas como individuos y no como miembros de una comunidad determinada. Eso de discriminar a alguien por su credo, color o raza, no va con mi manera de pensar y me asusta e incomoda escuchar a mi alrededor a quienes se refieren a alguien –sin conocerlo en profundidad- diciendo: “Ah, éste es xxxxxx….” marcando a esa persona con un estereotipo social.

La persona catalogada así puede, a su vez, hacer lo propio con quien la juzga tan a la ligera, y así gira la noria.

También es frecuente escuchar que por tener un documento que lo acredite con una nacionalidad determinada –lo del nacimiento es un mero accidente geográfico- alguien se crea mejor que otro que ha visto la luz tal vez al otro lado de un río que marca la frontera entre dos países.

La historia ofrece innumerables casos de crecimiento personal en base a esfuerzo, perseverancia, valores humanos como decencia, honradez, sacrificio, desinterés y amor al prójimo, independientemente de que provenga de cuna rica o pobre.

Si bien a una comunidad se la identifica por rasgos que han ido cimentándose a lo largo de las generaciones, no todos los individuos que componen esa sociedad son iguales ni tienen por qué sentirse superiores como tales en desmedro de otros congéneres que han crecido en condiciones mucho más adversas, por los distintos factores que han coadyuvado a que ello sea así.

A lo largo de mi vida he tenido la satisfacción de conocer a personas que no eran de mi religión, de mi color de piel ni de mi condición social. Quizás tenía un preconcepto de ellas en base a esos factores, pero que maravillosos individuos resultaron ser a medida que iba conociéndolos en el trato diario. Qué estúpido es eso de discriminar a alguien sin conocerle, y que recomendable es ejercer la TOLERANCIA, o sea, respetar lo que es diferente de nuestros valores; tal vez los que ellos sostienen sean más sólidos. Esto queda para sociólogos y filósofos.

Cuando en un partido de fútbol, un anónimo espectador blanco le endilga a un jugador negro el insultante “negro de m……” se auto descalifica y en el ardor de la pasión seguramente no se pregunta si él es mejor persona que el destinatario de su insulto. Sería bueno que, “en frío” lo hiciera.

Aquí entramos en lo que parece ser el meollo de la cuestión: la formación familiar que recibimos independientemente de nuestra condición social. Si todos somos producto del entorno en el que hemos crecido probablemente se dirá que hay atenuantes para justificar un comportamiento determinado. Para que una pieza de cerámica adquiera la forma buscada, hay que ir moldeándola pacientemente mientras la arcilla aún es maleable.

Si una vez terminada la cerámica se rompe, el responsable no será quien la haya moldeado… o sí, dependerá del caso. Pero a todos nos toca la responsabilidad de moldear a quienes podamos hacerlo. Claro que el resultado final nunca será idéntico a las otras “piezas”; por algo somos individuos, una persona con abstracción de las demás.

Si estas líneas han servido para que al menos una persona reflexione unos instantes sobre racismo, discriminación o tolerancia, el objetivo está cumplido.
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