2 de noviembre de 2008

BUENOS AIRES, seis años después








José Trepat


El avión que me llevaba a España despegó del aeropuerto de Ezeiza en febrero de 2002 dejando atrás un cúmulo de imágenes que configuraban la peor crisis económica del país en el último medio siglo.

Miles de argentinos pasaban noches enteras frente a los consulados, casi al borde de la desesperación por conseguir las visas que les permitieran emigrar hacia otros horizontes en busca de alcanzar algo muy simple, elemental e inherente al ser humano: tener una vida mejor.

En Argentina, país hecho por inmigrantes, se revertía el proceso. La historia de la humanidad se ha nutrido y se nutre de movimientos migratorios en escala individual y colectiva. El aporte de otras culturas, amalgamado con lo autóctono, ha sido un hecho positivo en la mayoría de los casos. No se trata de conquistar países para someterlos, sino de integrarse a sus leyes y colaborar en su crecimiento, lo que a la postre significa crecer en lo personal y familiar.

¿Por qué esto iba a ser diferente? Argentina, a principios del siglo pasado, recibió una fuerte corriente migratoria de países de Europa castigados por las guerras. Los recién llegados se integraron rápidamente y ayudaron –¡vaya si lo hicieron!- a que el país que los acogió con los brazos abiertos llegara a ubicarse entre las diez primeras potencias mundiales.

La ineptitud y corrupción de algunos de sus dirigentes, junto con los vaivenes de la economía mundial, contribuyeron a que esa ubicación de privilegio entre el concierto de naciones fuese retrocediendo cada vez más hasta convertirse, tristemente, en uno de las naciones con mayor índice de “riesgo país”. La crisis estalló finalmente en el período de transición entre el siglo XX y el actual.

Argentina tiene “ESO”

Y a eso no le encuentro explicación. Después de haber vivido 55 años en Argentina -fui también producto de la inmigración al huir de una España arrasada por la guerra civil- puedo afirmar que el argentino medio es un ser de gran inteligencia, notable intuición, sentido del humor y profundos valores humanos, como el de la amistad, de lo cual tengo ejemplos sobrados. Quede constancia aquí de mi admiración y afecto por “lo argentino”. Como bien dijo, Roberto Peralta, vinculado al mundo teatral, “Argentina tiene ESO”, imposible de definir.

Por haber estado la mayor parte de mi vida en Argentina, por haber formado una familia totalmente argentina, por haberme integrado plenamente a su modo de hablar y costumbres, siento que tengo el derecho de expresarme libremente ya sea a favor o en contra. Cuando se denuesta a dirigentes y funcionarios corruptos, el concepto se refiere a individuos, no al país en conjunto. Además, es bien sabido que la corrupción no es patrimonio de ningún país en particular, aunque en algunos sea un mal endémico. La explicación del por qué queda en manos de los sociólogos.

Volviendo al comienzo de la nota, hace seis años decidimos que había que hacer algo para superar el trance de que, de un día para otro, el gobierno nos había saqueado literalmente los ahorros de toda una vida, y con ello quedaba hecha añicos mi fe en las instituciones y en sus dirigentes. Además, como padres teníamos la obligación de intentar la posibilidad de un mejor futuro para los hijos. El desarraigo para algunos es difícil de sobrellevar; tiene su precio.

Lo que comenzó como un viaje exploratorio junto con mi hijo mayor, Pablo, derivó en una radicación en España que ya lleva seis años. Con la llegada del resto de la familia comenzó el período de adaptación. Todos se esforzaron al máximo junto con sus respectivas parejas, y aquí están. El futuro está en sus manos.

¿Por qué esta “introducción” tan extensa? No lo sé. Los dedos fueron deslizándose sobre las teclas y esto es lo que ha salido. El propósito de esta nota es compartir las impresiones recogidas durante un mes de vacaciones en Argentina, tras una ausencia de seis años. ¿Qué es lo que cambió? ¿Qué es lo que está igual? De eso se trata. Las opiniones son personales y hay aspectos que podrán compartirse, o no.


Imágenes

Al partir en el año 2002 llevaba en las retinas imágenes del caos político, económico y social que debieron sufrir los argentinos: Bancos cerrados con sus vidrieras tapiadas para evitar que fuesen destrozadas por encolerizados ahorristas que se sentían –con razón- estafados y robados.

Los “cacerolazos” retumbaban en los barrios porteños, y en un momento dado, se produjo el hecho inédito de cinco presidentes en una semana, o algo así, no lo recuerdo con precisión. Ese era el país, o por lo menos lo que recuerdo del Buenos Aires que dejamos atrás.

Al regresar esta vez de vacaciones a fines de septiembre de este año, sabíamos que, por suerte, la situación era diferente en algunos de esos aspectos. Los Bancos operaban normalmente, la gente camina tranquilamente por las calles céntricas plagadas de comercios, y el gobierno funciona como tal –bien para unos, mal para otros- como es normal en todos los países.

Quedé asombrado por la proliferación de kioscos dedicados a la venta de una extensa gama de productos que van desde tabaco hasta aspirinas, pasando por gran variedad de golosinas, y en fin, todo lo que se quiera. Están abiertos todos los días de la semana y algunos las 24 horas. El contraste con España es notable. En España no existen.

¿Por qué hay tantos? Una posible explicación es que se requiere poca inversión, son una fuente de trabajo para paliar el alto índice de desempleo y el papeleo no debe ser muy exigente. En el radio céntrico son muy codiciados por la gran cantidad de transeúntes que pasan frente a ellos. En las zonas urbanas también los hay pero no se arriesgan a permanecer abiertos después de una determinada hora, salvo que estén protegidos por rejas –un problema del pasado y también del presente.

Buenos Aires confirmó lo que ya sabíamos: es una de las ciudades del mundo con mayor oferta de establecimientos de comida para todos los gustos y todos los precios. Argentina ha sido siempre pródiga en esto; como país gran productor de alimentos, estos abundan aunque tal vez no estén al alcance de todos, ya que el poder adquisitivo de los salarios genera muchos reclamos entre la población. Los índices oficiales de costo de vida difieren descaradamente con lo que se percibe en los costos reales. Existe la opinión generalizada de que el gobierno miente, y eso es creíble.


Las monedas

Al comenzar a hacer compras, nos llamó la atención un hecho significativo: en todas partes nos pedían “cambio”, o sea monedas. Nos enteramos enseguida de que faltan monedas, no hay en circulación la cantidad necesaria y eso es algo que incomprensiblemente, los porteños deben sufrir en su vida diaria. Un ejemplo personal: en un kiosco me exigieron el pago en monedas, de otro modo no me vendían los cigarrillos que me disponía a pagar su precio exacto, cuatro pesos….. en billetes. Cosa de locos! Por supuesto quedé atónito, di media vuelta y me fui.

Un viaje en colectivo (bus) debe pagarse en monedas (0,90 pesos) que se introducen en una caja metálica que emite el billete. ¿Por qué no se adopta el sistema de tarjetas magnéticas? Se eliminaría el problema de la falta de monedas y se evitaría la posibilidad de asalto al chofer, algo que ocurre con frecuencia en las zonas suburbanas durante la noche.

El caótico tránsito vehicular por avenidas y calles de Buenos Aires, y más en el Gran Buenos Aires, es también materia para sicólogos. Las líneas que delimitan los carriles en muchos casos no existen y si existen no se respetan. Los moteros –pocos llevan casco- circulan a su albedrío a contramano. Los transeúntes no deben confiar –y de hecho no lo hacen- en que los automovilistas se detendrán en un paso de cebra. Conscientes de su fragilidad, las personas se abstienen de cruzar la calle si se aproxima un vehículo; es mejor y más saludable esperar a que pase.

Pero esto tiene también sus ventajas. Los argentinos al volante descargan su estrés adelantando vehículos, salteándose los semáforos y circulando en contramano. Está claro que esto no es general pero es que cuando alguien se salta de las normas llama más la atención que quienes las respetan. Es cuestión de acostumbrarse. Como dijo Juan Manuel Fontecha, un argentino en Barcelona: “En Buenos Aires pones la luz de baliza y eso te habilita para todo”.



Puerto Madero



El cambio más espectacular se nota en la zona portuaria, dónde los viejos edificios que otrora pertenecían a la Aduana han sido transformados en un conjunto de oficinas y restaurantes de primer nivel, cita obligada para el visitante a esta ciudad de “cien barrios porteños”, como dice la letra del tango.

Esta transformación ya existía hace seis años por obra y gracia de gobiernos anteriores y de particulares que invirtieron mucho dinero para convertir a la zona en lo que hoy es Puerto Madero.

Pero lo que el visitante ve ahora es que detrás de la línea de restaurantes y más cerca del Rio de la Plata, se ha levantado una serie de edificios escandalosamente altos apiñados uno al lado del otro que serán destinados probablemente a vivienda para personas de muy alto poder adquisitivo. Es como una concentración de riqueza no muy lejos de los numerosos bolsones de pobreza extrema que también forman parte del paisaje urbano.

Esta nota se refiere, como puede comprenderse, sólo a Buenos Aires y sus alrededores, sin mencionar la situación en el resto del enorme país, pues no lo hemos visto, con excepción de un viaje a las Cataratas del Iguazú, una maravilla de la naturaleza.

La impresión entonces es que en un extremo hay una clase pudiente que vive muy bien y otra que está abandonada a la mano de Dios, como suele decirse. La mayoritaria clase media mantiene el equilibrio entre los extremos. La opinión personal es que el rico goza de facilidades y prebendas para realizar inversiones que le reditúen pingues beneficios mientras que los pobres siguen olvidados por los gobiernos de turno, como lo demuestran las carencias en hospitales públicos y otros centros de asistencia.

Lo que no ha cambiado en Buenos Aires es la proliferación de las llamadas villas de emergencia, habitadas por personas sin recursos que han instalado sus precarias viviendas en terrenos ocupados y lo más cerca posible de centros urbanos.

Entrando a Buenos Aires desde los cuatro puntos cardinales se pueden observar estos asentamientos, algunos históricos, que han sobrevivido a los distintos gobiernos que han prometido erradicarlos.

La llamada villa 31, a poca distancia de Puerto Madero, tiene una llamativa particularidad. Las viviendas originales de chapa y cartón están siendo sustituidas por construcciones de ladrillo y cemento que crecen hacia arriba sin cimientos que garanticen su estabilidad. La población de estos asentamientos aumenta día a día ante la inercia de las autoridades. ¿Es que la recaudación de impuestos no permite encontrar una solución a este problema? ¿Qué intereses económicos hay en todo esto? Son preguntas sin respuesta.

Otro asentamiento famoso, el barrio La Cava, en el distrito de San Isidro, uno de los más caros del radio suburbano, se mantiene hace años y se lo conoce como “el impenetrable”. ¿Cómo puede ser impenetrable para la fuerza de policía o aún para la intervención del ejército? Misterios. En última instancia, no se trata de expulsarlos por la fuerza sin antes contar con un lugar alternativo para su radicación. Pero es que nadie parece buscar este tipo de soluciones.


La inseguridad

No se ven cambios en lo que es para mí el peor de los flagelos: la inseguridad. Un quebranto económico puede superarse, pero perder la vida es algo irreparable. En el Gran Buenos Aires los comercios y las viviendas siguen protegidos por rejas, y pocas personas se atreven a caminar de noche por algunas zonas suburbanas.

Estas impresiones negativas están sustentadas por la lectura de la prensa diaria y como son un hecho palpable, real, se deben mencionar en una crónica que pretende dar una imagen de lo que hemos visto en Buenos Aires. Tratar de ocultarlo y esconder la cabeza como el avestruz, es el peor de los remedios.

Todo lo que se ha mencionado en esta nota forma parte de la realidad. Es tangible. Pero el visitante seguramente no se irá de excursión nocturna por el Gran Buenos Aires, sino que dedicará su tiempo a disfrutar de esta ciudad cosmopolita que le brinda casi todo lo que apetezca.
La oferta cultural sigue siendo sumamente variada en cuanto a teatros, espectáculos, museos, lujosas y bien surtidas librerías, innumerables restaurantes y centros comerciales de primer nivel. Las Galerías Pacífico, en la peatonal calle Florida, es de una belleza única. Extrañábamos la esmerada atención en los bares, dónde un simple café es servido acompañado de un pequeño chocolate, una servilleta de papel y un vaso de agua. Tan simple como eso, pero que buen efecto causa.

Extrañaba las llamadas librerías “de viejos” en la avenida Corrientes, en las que revolviendo entre las mesas pueden encontrarse libros olvidados, leídos y releídos, que han sido canjeados por otros, también usados. La vida nocturna es intensa. Los bares y restaurantes cierran muy tarde, a la madrugada y los servicios de transporte, los colectivos, circulan toda la noche. Un lujo para el visitante, que también encuentra taxis a cualquier hora y en cualquier lugar.

Buenos Aires es eso y mucho más. Un lugar de afectos y amigos. Para todos ellos, un fuerte abrazo.


Una reflexión final. Los argentinos fueron estafados hace seis años por un gobierno autodefinido como neoliberal. Ahora, un gobierno estatista acaba de adoptar una medida que ha creado incertidumbre, por definirla de alguna manera. Treinta mil millones de dólares correspondientes a jubilaciones privadas han sido nacionalizados. ¿Podrán dormir tranquilos los jubilados argentinos? ¿O será esto una vuelta al pasado? Espero que no.


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8 comentarios:

Ana dijo...

Muy buena nota!!! Qué grande mi papi, el periodista!!!!!

martagbp dijo...

Como siempre, claro, realista y conciso (compartan o no algunos las apreciacionres).
Es para reflexionar y no para ofenderse con un falso nacionalismo.
martagbp

José Patricio Sabatini dijo...

"Sin ánimos de ofender". Dicen que la verdad no ofende. Y todo lo que escribe José es verdad, simple y objetivo.
No hay mucho que agregar y no le llego ni a los talones en redacción. Incluso safo si no meto la pata en la ortografía, pero voy a sumar al menos un par de cosas.
Tocayo: Quiero informarte que una mente sumamente inteligente quiso solucionar el problema de las monedas . Si! aunque no lo creas...alguien se preocupó. En Cordoba se venden cospeles en reemplazo de las escasas monedas.
Lo curioso es que para obtener los cospeles tenes que acercarte a algún quiosco y acá viene lo mejor: SOLO TE VENDEN LOS COSPELES SI LOS COMPRAS CON MONEDAS.
Por otro lado, en Capital creo: Hace poco se desmontó un improvisado puesto en las cercanias de una estación de tren que se dedicaba a vender monedas. ( una casa de cambio made in argenthina ).
Y por último, y para cerrar: Alguien se acuerda de la Lujanera!?
Ahora linea 57. Costo del viaje: 4 - 5 pesos. Tenés que pagar su totalidad en monedas. Algo increible; si vos decias que era dificil conseguir o,90 ctvs...imaginate 5 pesos y el tiempo que lleva poner las monedas en la maquina. ( ni hablar cuando te las devuelve a todas a cual maquina tragamonedas en JACKPOT )

José Patricio Sabatini dijo...

Nota: estoy muy feliz, cada nota que escribiste; siempre quise opinar, y esta es la primera vez que el PUTO BLOGSPOT me lo permite. Muy bueno tu blog, lo leo siempre, generalmente cuando algún cliente molesto me llama para fastidiarme.

Saludos desde B.A, la verdad no sabia que habian venido. No hubiese estado de mas un cafecito.

Anónimo dijo...

A José Sabatini. Muchas gracias por tu interesantísimo aporte sobre el tema de las monedas; es curioso e insólito. Con respecto al cafecito queda la promesa de concretarlo en una próxima visita que esperamos sea pronto. Nos "mató" el trabajo en los dos deptos y quedó mucha gente que no pudimos ver. Valoro tus comentarios y te envidio tu capacidad como ilustrador. Cada uno a lo suyo. Un gran abrazo.

Anónimo dijo...

Que buena nota José!! Demuestra una gran capacidad de observación y descripción de la triste realidad argentina. Desde acá seguiremos remando!!!
Un beso grande para vos, Beatriz y sobre todo para mi amiga Ana!!
Luciana Bianchimano

Anónimo dijo...

Muchas gracias Luciana por tu comentario. En ningún momento tuve una intención peyorativa, al contrario, creo que la nota rescata muchos aspectos positivos de Argentina. Se trató simplemente de reflejar como ví a Buenos Aires tras una ausencia de seis años. Un abrazo.
Jose

Anónimo dijo...

Seguro, la parte peyorativa esta a mi cargo!Vos conocés bien la idiosincracia argentina y somos quejosos por naturaleza!! jaja
Tu intención se entendió claramente! Y fue una excelente descripción, de alguien que conoce y quiere a este país.
Un abrazo.
Luciana.