25 de mayo de 2009

VIAJES - Bélgica (VI) Amberes

Un día en Amberes



La planificación previa del viaje incluía una jornada completa en la ciudad de Amberes, la segunda más importante de Bélgica después de Bruselas, de manera que hacia allí nos dirigimos en un día de cielo plomizo aunque sin amenaza de lluvia.

El tan deseado color celeste del firmamento salpicado de alguna nube blanca bien definida es, para quienes nos gusta la fotografía, como el néctar de las flores para las abejas, pero cuando esas condiciones no se dan, hay que aceptar la realidad, rogando que por lo menos los paraguas no tuviesen que ser utilizados. Ese era el escenario y en él nos instalamos.

Bruselas y Amberes están separados por apenas 50 kilómetros que se cubren en el transporte público más utilizado en Bélgica: el ferrocarril. Este pequeño país centroeuropeo tiene una red ferroviaria de 3.400 kilómetros, y el servicio es realmente eficiente.

Es tal la frecuencia de trenes que en la estación Bruselas Norte, la más cercana a nuestro hotel, parte uno cada dos minutos desde alguna de sus 12 vías. Nunca vimos ocupada la totalidad de los cómodos asientos, dotados de mesitas rebatibles como en los aviones, en las que algunos apoyaban sus computadoras portátiles, otros un libro y también bebidas o lo que fuese. Confort de alto nivel.


Llegamos a la estación central, conocida también como la “segunda catedral” de Amberes, ubicada al comienzo del boulevard Meir, una ancha calle peatonal flanqueada por comercios, bares y restaurantes, y que lleva hasta el centro histórico de la ciudad en una caminata de 15 o 20 minutos.

Uno de los objetivos de la visita era conocer el Museo del Diamante, mundialmente famoso por ser Amberes la ciudad que produce el 70 por ciento de los diamantes del mundo. Además aquí se encuentran los mejores talladores de esta piedra preciosa, hasta el punto de que la mayor garantía de calidad internacional es la de que un diamante haya sido tallado en Amberes (“Cut in Antwerp”). Esta tradición se mantiene desde hace cinco siglos.

En este punto se puede decir que nuestro primer objetivo fue un rotundo fracaso. Al salir de la estación consultamos el mapa de la ciudad tratando de ubicar el famoso museo del diamante. Estaba complicado; los nombres de las calles eran difíciles y formaban laberintos, así que optamos por lo práctico. Vimos a un grupo de taxistas charlando animadamente y nos acercamos a preguntarles dónde estaba dicho museo. Uno de ellos señaló con el dedo un edificio a sólo 20 metros de distancia. “Allí”, dijo.

“Que suerte!”. Estábamos a un paso y hacia allí nos dirigimos. Las puertas estaban cerradas y en el interior no se veía un alma. Tocamos un timbre y apelando al útil e imprescindible inglés preguntamos si se podía visitar. “Wednesday is closed” (Los miércoles está cerrado) nos respondieron amablemente. Efectivamente… era miércoles!



Fracaso, resignación, algunas fotos de la Estación Central por dentro y por fuera, y en marcha hacia el siguiente objetivo: la Plaza Mayor o Grote Markt, el centro neurálgico e histórico de la ciudad.

En la zona de la estación y del Museo de Diamante, está el barrio de los judíos con calles en las que se suceden uno tras otro comercios casi iguales dedicados a la venta de joyas y diamantes. Es imposible contarlos, tal es la proliferación. Un verdadero deleite para quienes disfrutan mirando o admirando estas creaciones.

Caminando por el boulevard Meir y admirando las fachadas barrocas de antiguos edificios, llegamos a la Plaza del Pueblo, más pequeña y menos impresionante que la Grand Place de Bruselas, pero también interesante y atractiva.

Llegamos pasando por antiguas callejuelas y otras en las que las vias de tranvias -uno de los medios de transporte público- nos traen el recuerdo de calles de Buenos Aires de hace 50 años, con sus adoquines castigados por el traqueteo de aquellos ruiodosos tranvias. Los actuales son obviamente más modernos, pero cumplen la misma función ecológica de contaminar menos el aire.



Ubicados en el centro de la plaza de suelo adoquinado vemos a nuestro alrededor el impactante edificio de la Municipalidad con su fachada casi cubierta por coloridas banderas, y otras construcciones colmadas de ventanas y esculturas doradas en su punto más alto.
En el medio de la plaza se yergue el que se considera el monumento más representativo de Amberes, dedicado a Silvio Brabo, quien le dio el nombre a la ciudad. Según la leyenda, un gigante que vivía en el río Scheldt cortaba las manos de los marineros que se oponían a pagarle cierto dinero. Pero Brabo logró matarlo, cortar su mano y tirarla al río. Por ello, el nombre de la ciudad en flamenco, Antwerpen: "Ant" significa mano; "werpen", tirar. Y la mano se transformó en símbolo de la ciudad. En foto pequeña puede verse a Brabo sosteniendo la mano del gigante. Leyenda o verdad, forma parte de la historia de Amberes.
En otra de nuestras fotos vemos un curioso autobús de tracción a sangre que se utiliza evidentemente para paseos turísticos.


Rubens y Amberes

La ciudad está ligada indisolublemente a su famoso pintor Peter Paul Rubens. Se dice que Rubens es Amberes y Amberes es Rubens. La metamorfosis entre ambos puede verse por doquier. Estatuas en las calles y posters en los comercios hacen palpable esta fusión. El pintor flamenco vivió aquí la mayor parte de su vida y su casa-museo es visita obligada.


Pero antes, y aprovechando que la Catedral de Nuestra Señora se encuentra junto a la plaza, el paso siguiente fue ingresar al edificio de estilo gótico que comenzó a construirse en 1352 y se finalizó en 1559. En su interior, las paredes están prácticamente cubiertas con obras de reconocidos artistas, pero se destacan dos enormes trípticos de Rubens: Elevación de la Cruz, y El descenso de la Cruz.

Como no podía ser de otra manera, tomamos varias fotos de esas pinturas, pero el resultado no fue el mejor por haber quedado ligeramente fuera de foco. Así que tras reconocer nuestro “fracaso artístico” incluimos en esta nota sendas fotografías de esas obras, similares a las nuestras pero con mejor definición. Queda aclarado entonces que estas dos fotografías son las únicas que no nos pertenecen.

Son apenas un poco mejores que las nuestras, pero como puede apreciarse, distan mucho de ser tecnicamente aceptables; una especie de consuelo para nosotros...

Después de la visita a la Catedral entramos en otra iglesia con historia, San Jacobo, en cuyo interior puede verse la tumba de Rubens, que junto con , Van Dijck, Jordaens, Bruegel y Plantin, constituyen el patrimonio pictórico de Amberes.

Después de una mañana en la que procuramos aprovechar cada minuto, hicimos una pausa para un almuerzo ràpido y ya entrada la tarde nos dirigimos a la casa-museo de Rubens, donde el artista tenía su atelier y en la que pueden verse algunas de sus obras. La mayor colección de pinturas de Rubens está en el Museo de El Prado, de Madrid.

La tarde llegaba a su fin y el día había sido corto. La visita a Amberes quedó circunscripta a su núcleo céntrico y antiguo. No hubo tiempo para más. Queda ahora la tarea de indagar más a través de textos y documentos gráficos para almacenar en la memoria todo lo que pueda caber en la "carpeta Amberes".

Regresamos a la estación también por el boulevard Meir con la última imagen de este buscavidas uno de los tantos que suelen verse en las grandes urbes del planeta, sin distinción de nacionalidad.

Suerte muchacho! Hay que sobrevivir!

(Próxima nota: Gantes, apenas dos horas)
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3 comentarios:

martagbp dijo...

Muy linda descripción. a falta de diamantes, bien vinieron otras "piedras preciosas" de otros tantos "talladores" famosos. Bueno lo del tranvía y los adoquines. Besos.

flaco dijo...

A José: tengo una duda, sacando la última fotografía, en el resto aparece muy poca gente (comparado con el centro nuestro ó con algún barrio). Fué porque rea muy temprano, porque era día laboral, ó simplemente porque no había ó sí había y no la sacaste?. Ahora SIN DUDA las notas son exelente.

José T. dijo...

A flaco: Respondiendo a tu inquietud, considero que la cantidad de gente era la normal, a pensar de que no se vea mucho en las fotos. Hay una calle peatonal (el boulevard Meir) que viene a ser como Florida pero más ancha, en la que sí transita mucha gente. de todas maneras, Amberes es una ciudad tranquila, no tiene nada de caótico y todo es muy civilizado (no hay bocinazos, ni gritos, ni discusiones, ni apuro... en fin, normalito todo). Slds.