31 de julio de 2011

Un sábado blanco y negro




Fin de semana con un cielo enlutado de opaco poncho de nubes (parafraseando a la hermosa zamba). Por momentos, lluvias torrenciales en Barcelona y su área de influencia. Si miramos el calendario vemos que normalmente, en estas fechas, España “vende” a sus vecinos del norte de Europa, días de sol, calor y playa.

Parecería que el país no es creíble tampoco en este aspecto, sin que por supuesto haya relación alguna entre las agencias de calificación y los fenómenos meteorológicos, siempre tan veleidosos.

Quienes en las últimas horas se lanzaron a las autopistas para iniciar sus ansiadas vacaciones, tienen la opción de rezar, si creen que así se solucionan los problemas, o resignarse y apañarse con las posibilidades a su alcance.

Quienes “por suerte” no salimos ahora de vacaciones pero estamos en condiciones de pasar todo el día en la playa, lo tenemos más fácil, pues no gastamos dinero en traslados, etc. y, si bien la frustración existe, podemos pensar en alguna actividad dentro de casa.

En lo personal, el sábado lluvioso me pareció una ocasión excelente para ver cine por televisión. Pero no busqué los estrenos ni las producciones recientes, sino que fui a mi archivo y elegí dos películas en blanco y negro hechas en la década de 1940. Siento especial predilección por las producciones de esa época, muchas de las cuales fueron realizadas en plena Segunda Guerra Mundial, un período de la historia que ejerce en mí una seducción especial.

A ver esas películas no busco otra cosa que entretenimiento, porque ya sabemos quienes han de ser los buenos y los malos, si observamos cual es el país de origen de la mayoría de esas producciones (Estados Unidos), y de que lado estaba posicionado en el conflicto bélico.

La estúpida idea de colorear algunas películas filmadas en blanco y negro, fue afortunadamente un fracaso total. ¿A quién se le pudo ocurrir, por ejemplo, aplicarle esos colores tan lavados a la incomparable Casablanca, o a Nido de Ratas, Viñas de ira y A la hora señalada, entre tantas otras?

Dejemos estas digresiones y vamos con la primera parte del programa del sábado: Enviado especial, dirigida por Alfred Hitchcock, y Joel Mc Crea como corresponsal extranjero, con el trasfondo, claro está, de la Segunda Guerra Mundial. Eran los comienzos de la carrera del gran director y eso se nota.

Es una película de tantas con algunos toques de ingenuidad y puntos flojos, que Hitchcock fue corrigiendo en sus siguientes films. Un ejemplo?. El protagonista persigue a un terrorista en una calle londinense entre una maraña de automóviles y gente. De pronto, bajo una fuerte lluvia, sube a un taxi y emprende la huída. Nuestro héroe, al verlo, abre la puerta del primer coche que encuentra y, oh casualidad! estaba ocupado por “su chica” y otro periodista amigo. Estas “casualidades” son difíciles de tragar.





La segunda sección sabatina estuvo dedicada a una película que es un “clásico” del género: El halcón maltés, sobre la novela de Dashiel Hammett, y en la que el también inimitable Humphrey Bogart da vida al detective Sam Spade. Junto al gran Boogie están dos inseparables colegas de algunos de sus filmes, Peter Lorre, el pequeñín de ojos saltones, y el obeso Sidney Greenstreet.


El halcon maltés fue una reposición porque, obviamente, ya la había visto antes, al igual que muchas otras, sin contar las 40 proyecciones de Casablanca. Fin de la función.
-José Trepat




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