8 de marzo de 2012

De mi amigo Arturo


(Fragmento extraído del libro Con ánimo de ofender (Artículos 1998-2001) de Arturo Pérez-Reverte, un español miembro de la Real Academia, que no tiene reparos en hablar pestes de los españoles que han hecho méritos para ganarse su furia...como debe ser).
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Ha sido como volver atrás en el tiempo, regresando a la biblioteca del abuelo: el día de lluvia, la luz gris, los viejos volúmenes alineados en los anaqueles. Un niño de diez años lee sentado junto a la ventana. El libro se titula El caballero de Casarroja y tiene las tapas encuadernadas en tela, con el nombre de Alejandro Dumas en la portada. Y el niño pasa absorto las páginas, sobrecogido por el drama que allí se relata: la historia de amor y amistad, la guillotina ensangrentada en los días tumultuosos de la revolución francesa..
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...Y es que a veces una lectura en apariencia intrascendente, cualquier página leída al azar en el momento adecuado, inicia una cadena imprevisible que lleva a páginas insospechadas, o a mundos complejos, apasionantes. Por eso me causan tanta hilaridad los estúpidos que desprecian un libro, cualquiera que sea; aun el peor escrito. Porque un libro es un libro pese a que en apariencia no tenga nada dentro, y nadie sabe nunca dónde puede saltar la chispa que abre tantos caminos mágicos. Que se lo pregunten si no a un par de amigos: uno empezó devorando El Coyote y ahora es un experto mundial en misiones franciscanas en California y en la huella cultura hispana en Norteamérica. Otro empezó con Los tres mosqueteros y El prisionero de Zenda, y ahora dirige la Biblioteca Nacional.
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El tiempo pasa, y cambia nuestro corazón, y aquel niño que leía en la biblioteca del abuelo pudo ver después, y no precisamente en novelas de Dumas, demasiados cadáveres de otros niños que también tenían diez años y estaban en fosas comunes. Y me pregunto, por ejemplo, cómo sería ahora España si aquí hubiéramos tenido la lúcida previsión de guillotinar a Carlos IV y a María Luisa, y si a ese pérfido hijo de puta que luego reinó como Fernando VII alguien le hubiera hecho a tiempo una buena autopsia.

Obviamente, el niño de diez años es él

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