7 de octubre de 2012

Septiembre en Portugal (V)


Textos y fotos: Bea / José

Para éste, que sería el penúltimo día de excursión, los organizadores nos habían preparado un viaje a la fascinante y misteriosa Edad Media, comenzando con una visita a una ciudadela amurallada, y finalizando el día con el ingreso a un Monasterio cargado de historia, como lo son casi todos. Entre una y otra visita, tendríamos un paréntesis al mediodía para almorzar en un restaurante sobre la playa.

Monasterio de Alcabaça
Para estos viajes largos con desplazamientos continuos, normalmente suelo comprar un mapa de carreteras, en el que voy siguiendo la marcha del autocar por los diversos pueblos y ciudades. Qué útiles pueden llegar a ser, sobre todo para algún automovilista despistado que no tenga un GPS. Pero en mi caso  me sirve a veces para un acto masoquista: comprobar cuan cerca pasábamos de un determinado lugar sobre el que había leído algo interesante.

Pero lamentarse por eso no sirve de nada, así que preparémonos para lo que nos depara esta jornada.

Indudablemente, estos viajes no son para descansar, sino todo lo contrario. En los hoteles había orden de despertarnos a determinada hora y todos, como soldados en un cuartel, éramos siempre puntuales a la hora del desayuno para comenzar el día con buen espíritu y buenas piernas para seguir el ritmo del grupo.

Óbidos

A las 08:00 todos en el autocar y en marcha rumbo a Óbidos, con parada a mitad de trayecto para conocer los lavabos portugueses, todos pulcros y limpios, es justo reconocerlo. Llegamos a la pequeña población encerrada entre murallas, que también sufrió los efectos del devastador terremoto de 1755 y perdió buena parte de su patrimonio. Pero fue restaurada y actualmente es una colorida villa acondicionada para el turismo.



El nombre de Óbidos deriva del latín oppidum y significa precisamente ciudadela o ciudad amurallada. Tras ingresar por una de sus puertas nos encontramos ya en su calle principal, angosta y adoquinada, el eje sobre el que gira toda la actividad comercial de esta pequeña villa. Coloridos geranios y glicinas adornan los frentes de los comercios, uno al lado de otro, todos pintados de blanco con ribetes amarillos y azules.



Los turistas teníamos media hora para este paseo, tiempo escaso pero aprovechado al máximo. Degustamos un producto local: un vino dulce que se sirve en una tacita de chocolate que obviamente se come tras el último sorbo. Curioso y placentero. Las personas de más edad o con dificultad para desplazarse podían hacer el breve recorrido en carruajes tirados por caballos, disponibles a la entrada del portal.







Si había tiempo y ganas, se podía subir por escalinatas de piedra hasta lo alto de la muralla y circunvalar el pueblo desde lo alto para tener una visión panorámica de los alrededores. Bea y yo no hicimos uso de esa opción pues "perdimos" mucho tiempo en tomar fotografías a lo largo de la calle principal. Es que todo no se puede y hay que optar por lo que a uno más le interesa. En este caso eran las fotos a nivel del suelo y el deseo de observar los objetos de cerámica y porcelana, además de bordados y encajes, que vestían de color y buen gusto las numerosas tiendas.





Nos despedimos de Óbidos y partimos en dirección a la ciudad de Nazaré con su ancha y larga playa frente al Atlántico, la que pudimos apreciar desde un mirador a una altura considerable. Tiempo justo para volver a estirar las piernas hasta la hora del almuerzo, que sería en un restaurante sobre la playa. Hacia allí fuimos cual masa aborregada siguiendo a la guía. ¿Qué comimos.....? Exacto: Variedad de pescados con ensalada, precedido de una sopa y, para terminar, melón y café.







Nazaré

Playa de Nazaré
Monasterio de Alcabaça

Una hora libre para caminar por Nazaré, y en el momento pactado llegó el autocar que nos llevaría a conocer el Monasterio de Alcobaça, en la población del mismo nombre. Para esta visita íbamos a tener una guía local que nos daría su versión de la historia.






La guía comenzó su exposición señalando que este lugar, la Abadía de Santa María de Alcobaça, es la primera construcción gótica erigida en suelo portugués, y que es considerado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Además, en 2007, este monasterio fue elegido como una de las Siete Maravillas de Portugal.






Después de esta introducción iniciamos el recorrido por el interior siguiendo a la guía que de tanto en tanto se detenía para dar alguna explicación. El grupo la seguía fielmente pero algunos nos desperdigamos un poco  en busca de hacer alguna fotografía que nos parecía interesante. Bea le prestaba más oídos que yo y así pudo enterarse de que en el monasterio vivían 999 monjes que se alimentaban de pescado  pero sin embargo eran bastante gorditos, porque ingerían los apetitosos dulces que ellos mismos elaboraban.  Para frenar esa tendencia se ideó una "balanza" singular: una abertura algo estrecha en un muro; si el monje excedido de peso no podía pasar a través de ese boquete....a dieta!



El caballito de batalla de la guía era aparentemente la historia de amor entre Pedro I y Doña Inés de Castro. La sintetizo porque es curiosa: Pedro, heredero al trono de Portugal, se casó por poder con Constanza Manuel, a la que conoció personalmente cuando ella llegó con su séquito a Portugal. Traía como dama de compañía a Inés de Castro. Pedro se enamora de Inés y ambos se convierten en amantes. El padre de Pedro, el rey Alfonso IV de Portugal, se entera de esa relación y ordena desterrar a Inés. Pero la maniobra no surte efecto pues ésa se refugia en Albuquerque, pequeña localidad extremeña cerca de la frontera portuguesa. Pedro e Inés siguen con su relación, tienen cuatro hijos y se casan en secreto. El rey ordena elu asesinato de Inés, que se ejecuta en la propia residencia de la pareja, en Coimbra. El 7 de enero de 1355, Inés es degollada en presencia de sus hijos. Pedro jura vengarse, y a la muerte de su padre, tras ser coronado rey, ordena ejecutar a los verdugos. Pedro I exhuma a su amada Inés y la corona reina, ordenando a sus súbditos que se arrodillen y besen la mano del cadáver. Curioso, no?. La mujer que reinó después de muerta.

Después de relatar esta historia de amor y sangre, la guía nos mostró los sarcófagos que contienen los restos de Pedro e Inés como corolario de la visita al monasterio de Alcabaça.

Sarcófago de Inés de Castro


Lo que ocurre casi siempre un uno de estos viajes: una turista se extravió; media hora de búsqueda y luego, con el pasaje completo, el autocar partió hacia Fátima, dónde nos aguardaba la cena.
(Continuará)
 *


3 comentarios:

martagbp dijo...

Cuánto colorido, armonía y arte en todos lo recorridos. Me encantó!

Noemi dijo...

Estoy tratando de comunicarme por esta via, besos

jose trepat dijo...

Gracias Marta. Noemí: veo que ya estás comunicada. un abrazo.