10 de abril de 2013

Los 100 - Cien años de soledad

Muchos hemos visto en diarios, revistas y blogs, artículos que se refieren a "Los mejores 100 libros jamás escritos", "Los cien mejores libros de la historia", "Los 100 libros que todos deberían leer antes de morir", y así por el estilo. Se trata de opiniones subjetivas que, sin embargo, son bastante coincidentes en cuanto a los autores y títulos elegidos. Algunos los he leído y otros no, por motivos diversos y que también hacen a la subjetividad en cuanto a los gustos personales de cada uno.

Se me ha ocurrido esta nota como una manera de compartir con seguidores y visitantes de este blog, una especie de acercamiento a esas magnas obras de la literatura. Si alguno se ve "tentado" a aventurarse en esos textos, el objetivo principal habrá sido logrado. Otro de los propósitos es acercarnos, aunque sea por curiosidad, a esos libros y sus autores. ¿Cómo? A través de datos, portadas de la obra y la transcripción de la primera página.

Por alguno tenemos que empezar, no porque sea el más importante ni por orden alfabético. Aquí va el primero; otros irán desfilando sin un orden establecido. 

CIEN AÑOS DE SOLEDAD  (Gabriel García Márquez)   

Considerada una obra maestra de la literatura hispanoamericana y universal, es una de las más traducidas y leídas en castellano. 


La primera edición de la novela fue publicada en Buenos Aires en mayo de 1967 por la editorial Sudamericana con un tirada inicial de 8.000 ejemplares; hasta la fecha se han vendido más de 30 millones y ha sido traducida a 35 idiomas. Los originales fueron enviados por correo en dos partes porque el escritor no tenía dinero suficiente para pagar el paquete entero.

"Yo creo que esa novela no va a tener éxito" fue lo que dijo el editor Carlos Barral a Gabriel García Márquez cuando éste le presentó Cien años de soledad a mediados de los años 60. Seix Barral era entonces la editorial de vanguardia en lengua castellana.

La novela fue escrita en 18 meses, entre 1965 y 1966, en Ciudad de México. La idea original surge en 1952 durante un viaje que realiza el autor a su pueblo natal, Aracataca, en compañía de su madre. En su cuento Un día después del sábado publicado en 1954, García Márquez hace referencia por primera vez a Macondo, y varios de los personajes aparecen en algunos de sus cuentos y novelas anteriores.

Las 471 páginas del libro están divididas en 20 capítulos no titulados, en los cuales se narra una historia con una estructura cíclica temporal, ya que los acontecimientos del pueblo y de la familia Buendía, así como los nombres de los personajes se repiten una y otra vez, fusionando la fantasía con la realidad. En los tres primeros capítulos se narra el éxodo de un grupo de familias y el establecimiento del pueblo de Macondo, desde el capítulo 4 hasta el 16 se trata el desarrollo económico, político y social del pueblo, y los últimos cuatro capítulos hablan de su decadencia.
- J.T.

La primera edición. 5 de junio de 1967

Primera página 

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarías con el dedo. 
Todos los años, por el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea, y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer los nuevos inventos. Primero llevaron el imán. Un gitano corpulento, de barba montaraz y manos de gorrión, que se presentó con el nombre de Melquiades, hizo una truculenta demostración pública de lo que él mismo llamaba la octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia. 
Fue de casa en casa arrastrando dos lingotes metálicos, y todo el mundo se espantó al ver que los calderos, las pailas, las tenazas y los anafes se caían de su sitio, y las maderas crujían por la desesperación de los clavos y los tornillos tratando de desenclavarse, y aun los objetos perdidos desde hacía mucho tiempo aparecían por donde más se les había buscado, y se arrastraban en desbandada turbulenta detrás de los fierros mágicos de Melquíades. «Las cosas, tienen vida propia -pregonaba el gitano con áspero acento-, todo es cuestión de despertarles el ánima.»
 José Arcadio Buendía, cuya desaforada imaginación iba siempre más lejos que el ingenio de la naturaleza, y aun más allá del milagro y la magia, pensó que era posible servirse de aquella invención inútil para desentrañar el oro de la tierra. Melquíades, que era un hombre honrado, le previno: «Para eso no sirve.» Pero José Arcadio Buendía no creía en aquel tiempo en la honradez de los gitanos, así que cambió su mulo y una partida de chivos por los dos lingotes imantados. 
Úrsula Iguarán, su mujer, que contaba con aquellos animales para ensanchar el desmedrado patrimonio doméstico, no consiguió disuadirlo. «Muy pronto ha de sobrarnos oro para empedrar la casa», replicó su marido. 
Durante varios meses se empeñó en demostrar el acierto de sus conjeturas. Exploró palmo a palmo la región, inclusive el fondo del río, arrastrando los dos lingotes de hierro y recitando en voz alta el conjuro de Melquíades. Lo único que logró desenterrar fue una armadura del siglo xv con todas sus partes soldadas por un cascote de óxido, cuyo interior tenía la resonancia hueca de un enorme calabazo lleno de piedras. 
Cuando José Arcadio Buendía y los cuatro hombres de su expedición lograron desarticular la armadura, encontraron dentro un esqueleto calcificado que llevaba colgado en el cuello un relicario de cobre con un rizo de mujer. 
 En marzo volvieron los gitanos. Esta vez……..
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