8 de octubre de 2014

Para leer.... con dolor y rabia

Esta entrada es un complemento de la anterior (El ojo de la cerradura). Si el lector la leyó sabe de que se trata. También está en el libro de Juan José Millás

¡Estoy robando un artículo!. Si estoy cometiendo un delito o vulnerando algún derecho, que alguien me lo haga saber y esta página será eliminada. Pero, contando con la benevolencia de Juan José Millás, permítaseme que sume mi humilde grano de arena a la difusión de un hecho como el que comenta el escritor, el cual, pese a los años transcurridos (debe ser de 2006) mantiene toda su vigencia. Estoy convencido de que nada cambió en este mundo tan desigual y tan injusto para tantos seres marginados y olvidados.

Es una fotografía, similar a otras sobre el mismo tema, pero ésta, precisamente, es la que inspiró las siguientes líneas. Lo que dice el escritor me conmovió y siento la necesidad de compartirlo.


EL NIÑO DESCODIFICADO
Cuando un niño europeo sale fotografiado en el periódico, le codificamos el rostro, para salvaguardar su derecho a la intimidad. Tenemos un Defensor del Menor que, en caso contrario, nos llamaría la atención. Los padres, por su parte, podrían llevarnos ante la justicia y obtener una indemnización que compensara al crío de la exposición mediática. La foto que ven apareció el 27 de julio. El rostro del crío estaba descodificado porque se trataba de un niño africano, de Níger, creo, qué más da. Para atentar contra un derecho individual, lo primero que necesitamos es tener un individuo, un sujeto con identidad, un ser humano con nombre y apellidos. Este pequeño no los tenía. Era uno de los cinco millones de personas afectadas por la hambruna. Una hormiguita, vaya. Quizá cuando aparezca este artículo haya muerto. Le importará a él que lo codifiquemos o que lo dejemos de codificar... 

 Observen bien la foto. El crío apoya la mano derecha sobre una regla en la que acaban de medir sus centímetros porque todo, en su mundo, se mide en centímetros. La línea que separa la vida de la muerte, en la mayor parte de África, es centesimal. Sobreviven con tres o cuatro centímetros de semillas diarias y con cinco centilitros de agua. Cuando mueren, más que fallecer Fulano o Mengano, han muerto unos centímetros de varón, o de hembra, o de anciano, o de persona madura. Hay en el mundo excedentes agrícolas para dar y tomar, pero no hemos encontrado el modo de distribuirlos, vaya por Dios. 

 Habrán observado que el niño descodificado tiene la cabeza deformada y muy grande en relación con el cuerpo. Es uno de los síntomas del raquitismo, junto a las piernas arqueadas, y el llamado "pecho de paloma", y las protuberancias de la caja torácica, también llamadas "rosario raquítico" por razones evidentes. Si no se ataja a tiempo, el raquitismo produce en la columna vertebral deformaciones que incluyen la escoliosis o cifosis. Otros síntomas son calambres musculares, crecimiento deficiente y baja estatura. Dado que se trata de una enfermedad de los huesos ocasionada por la falta de vitamina D, del calcio y del fosfato, se puede combatir a base de la ingesta de pescado, hígado y leche, además de la exposición moderada al sol. Sabemos prácticamente todo lo que hay que saber sobre el raquitismo, incluido el modo de prevenirlo y curarlo, pero la lucha contra el terrorismo, contra el eje del mal, apenas nos deja fuerzas para estas menudencias. 

 Otra cosa que nos quita muchas energías es el combate contra la obesidad, a la que podríamos calificar de raquitismo inverso. Afortunadamente, el mismo día en el que apareció el negrito descodificado, vimos en el periódico una noticia según la cual unos científicos catalanes habían logrado obtener un 20% de pérdida de peso en ratas gracias a un compuesto inicialmente pensado para combatir la diabetes. Si la fórmula produjera los mismos efectos en los seres humanos que en las ratas (lo que es muy probable dadas las semejanzas entre ambas especies), pronto dispondríamos de un fármaco que nos dejaría apolíneos. Cuando resolvamos el problema de la obesidad en el primer mundo, quizá afrontemos el de la delgadez en el tercero. Cada cosa a su tiempo.

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