24 de octubre de 2010

Una excursión de la tercera edad

(Nota dedicada a los compañeros de viaje)




Dos matrimonios de la tercera edad decidieron unir sus recursos y el deseo de hacer un paréntesis en su actividad diaria -por momentos agotadora- y para ello planificaron, con ejecución inmediata, una breve escapada turística y cultural a la provincia de Entre Ríos, no muy distante de Buenos Aires.


Identificaremos a nuestros personajes con nombres ficticios con los que vamos a hilvanar el relato de esta historia. Se trata del matrimonio Beatriz y José, ambos jubilados, y de Noemí y Rodolfo, éste en los umbrales de la jubilación, a diferencia de su esposa Noemí, que alcanzó recientemente el ansiado retiro, y generadora de esta pequeña aventura.


A poco de comenzado el viaje en el pequeño bólido color rojo Ferrari (solo el color) y antes de llegar al primer peaje, José presentó una moción para que el grupo de cuatro realizase el periplo bajo la conducción de un líder, cuyas decisiones debían acatarse sin chistar.


La votación a mano alzada decidió por unanimidad que Noemí sería líder del grupo y a la vez guía de esta visita. Visiblemente emocionada, Noemí aceptó pero no sin advertir que no estaba preparada, como pudo comprobarse en los días subsiguientes.


Una vez finiquitado el trámite de la votación, se notó en el interior del habitáculo una sensación de alivio, pues ahora cada uno sabía cual era su rol; el chófer Rodolfo aferrado al volante como aconsejan los manuales (las manos en posición de las 10:10), fijó su mirada al frente y dejó que el paisaje pasara a su alrededor, al igual que todos los problemas que pudieran presentarse.


Beatriz, por su parte, rechazó otra moción que le asignaba la agotadora tarea de registrar los gastos que fueran surgiendo, argumentando que eso le provocaría tensiones indeseadas, y José, en su asiento de copiloto, se desentendió de todo, porque ya había un líder y le correspondía a éste (o ésta) tomar las decisiones.




Las órdenes de Noemí no se hicieron esperar y el destinatario exclusivo de las mismas era, claro está el chófer Rodolfo, que a veces hacía caso omiso ya sea por problemas auditivos o por una decisión personal; nunca podremos saberlo.


Es que Noemí hacía sus primeras armas como conductora de grupo y eso se notaba en hechos mínimos como por ejemplo cuando indicaba/ordenaba al chofer: "doblá para allá!!" sin percatarse de que el conductor no tenía ojos en la nunca y por lo tanto no sabía si debía girar a la izquierda o a la derecha. Por lo tanto, su decisión era: manos al volante, fista al frente y adelante!


Los primeros cortocircuitos entre guía y chofer comenzaron antes de llegar al puente Zárate-Brazo Largo. Un intento de solución fue utilizar el GPS, pero probablemente estaba configurado para alguna ciudad de China, su lugar de origen. La líder Noemí se hizo cargo de la situación y recurrió al viejo truco de detener el coche y preguntar a los lugareños.


Los dos primeros intentos resultaron fallidos hasta que José, aprovechando la detención en un semáforo, preguntó al chofer de un autobús que milagrosamente había respetado el disco rojo, dónde estaba el puente. La indicación fue correcta, y así finalmente el Fiat rojo Ferrari asentó sus cuatro ruedas en la ruta nacional 14 con rumbo a la ciudad de Colón, el punto de destino.


El Fiat iba devorando kilómetros sobre el asfalto liso y recto sin que nada perturbara la calma recuperada en el interior del vehículo. La tranquilidad del viaje fue aprovechada por la líder/guía para ir preparando las actividades que se realizarían apenas llegados al hotel que había reservado por Internet.


En un momento dado se decidió hacer una parada técnica en una estación de servicio, que a la postre sería el escenario del primer capítulo de lo que iba a ser una historia aparte: "la odisea del café en Entre Ríos", una verdadera tragicomedia.


Sentados ante una mesa, los cuatro turistas pidieron al mozo unos bocadillos y tres cafés pequeños y uno grande, así de simple. Los bocadillos vinieron, fueron engullidos y los cafés no llegaban...Temiendo que la puesta del sol los sorprendiera en ese lugar, alguien del grupo interceptó al dependiente inquiriendo por los cafés. "uyy me olvidé....ya se los traigo" explicó con un envidiable tono relajado.


Enseguida comenzaron a escucharse ruidos provenientes de dónde estaba la máquina de café, que estaba siendo manipulada por seis manos al mismo tiempo. De toda esa maraña de brazos salieron finalmente los cafés. Un incidente sin importancia relacionado con el café, pero no sería el último, como se verá.




Bajo un sol espléndido y un excelente estado de la ruta, el bólido rojo hizo finalmente su entrada a la bonita ciudad de Colón, a la vera del rio Uruguay, y comenzó la búsqueda del hotel. Una sugerencia de apelar al GPS fue descartada de inmediato. Noemí fue a lo seguro: "Para ahí!" le ordenó al chofer, quien tampoco tenía le menor idea de dónde era "ahí".


Mientras la jefa Noemí iniciaba uno de sus muchos diálogos con los lugareños, José y Beatriz aprovecharon para tomar algunas fotografías de hermosos lapachos en flor, cuyo color rosa intenso destacaba sobre el azul del cielo. Ya orientados, los viajeros llegaron al pequeño pero reluciente hotel, un poco alejando del centro de la ciudad, pero muy cerca del rio.


El hotel mereció una calificación de 10 puntos y la guía Noemí fue ovacionada por su acertada elección. Se decidió ir caminando hasta la Oficina de Turismo bordeando el rio a lo cual el chofer Rodolfo insinuó una tímida oposición sugiriendo que se utilizara el vehículo. La iniciativa no tuvo éxito. Al momento de emprender el regreso al hotel se comprobó que el abnegado chofer debió haber sido, por lo menos, escuchado.


De todas maneras, la líder Noemí, se agenció de información en la oficina turística y con ella trazó la actividad del día siguiente. Para José estaba todo bien, Beatriz igual y Rodolfo, obviamente que también.




Después de un breve descanso en el hotel, el grupo se ubicó en el Fiat sin pensarlo mucho y comenzó la búsqueda de un restaurante en el centro neurálgio de la ciudad: la plaza donde invariablemente se encuentran la Municipalidad, la Iglesia, la Policía y el Banco Nación. No se encontraba nada que pareciera adecuado. Otra vez el último recurso: un hombre parado en una esquina vio perturbada su tranquilidad ante la pregunta: "hay algún lugar para comer por aqui?"


"Bueno, yo no soy mucho de aquí, pero si que hay.. vayan ......" y allí comenzó una larga explicación sobre dos o tres restaurantes de los cuales hasta parecía conocer el menú....


El grupo agradeció y, esperanzados y hambrientos, los turistas siguieron las indicaciones del ciudadano. Resultado: todos esos establecimientos estaban cerrados.


Finalmente recalaron en un restaurante que consideraron adecuado y tuvieron suerte; comida excelente, buen precio y todo bien hasta que llegó el momento de pedir el café. Después de dar la orden y al cabo de unos minutos, se escuchó el ruido de una máquina moliendo café. Allí, dos personas tenían las manos ocupadas como si trataran de destrabar algo. Superado el tiempo normal de espera los turistas reclamaron el café y éste llegó, pero nadie sabe los esfuerzos que se habrán hecho para satisfacer el pedido.


(Continuará)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

que linda historia que contas!! realmente muy lindo blog!!
estamos hospedandonos con mi marido en el hotel Pulitzer, y esperamos tener una linda experiencia como ellos

jose trepat dijo...

Romina: Muchas gracias por tu comentario. No nos conocemos. verdad? Deseo que lo pasen muy bien. Slds.