9 de abril de 2011

¡Se acerca el enemigo!







Se viene… se viene!, y los que sentimos por él un odio visceral tenemos que ir alistando nuestras defensas para no vernos aplastados sin piedad por esa losa ardiente que durante los próximos cuatro meses nos someterá a la más cruel de las torturas.


Sudores que perlan nuestra frente y se derraman sobre párpados, cuellos, axilas, entrepiernas. Ropas que se adhieren al cuerpo cual sanguijuelas; piernas imposibilitadas de cumplir con su misión natural de trasladarte de un sitio a otro; noches de insomnio solo soportables a medias con las vaharadas de aire caliente de algún ventilador.


Sábanas húmedas y pegajosas y un despertar con un cansancio superior al que tenías en el momento de acostarte; estado de ánimo irritable y al borde de un ataque de nervios; somnolencia que te acompaña durante toda la jornada; penoso traslado a los lugares de trabajo soportando los rayos de un sol abrasador que te calcina la piel y las ganas de emprender alguna actividad que no sea echarte a la sombra y empinar una botella de cerveza helada.


Es el verano que parece estar a la vuelta de la esquina, aunque todavía falta bastante para su debut oficial. Pero parece haberse aliado con la primavera que, obsecuente, nos está haciendo llegar un mensaje de advertencia: “van a tener que pagar con el verano los rigores que no sufrieron en el invierno”.


Quizás sea verdad, porque en el lugar geográfico desde dónde se escriben estos párrafos, Mataró, en la provincia de Barcelona, el invierno se hizo sentir como tal en muy pocas ocasiones, mientras el resto del país soportaba nieve, inundaciones, granizo, temperturas bajo cero y demás fenómenos climáticos. Ha sido el invierno más benigno que recuerdo, con temperaturas diurnas muy soportables y noches frías, como debe ser.


Crece el temor de que ese estado de bienestar desaparezca con la llegada ominosa de un estío vengativo que anula las defensas, embota los sentidos y solo permite un disfrute por parte de quienes tienen la playa a escasos metros, aunque esto supeditado a sus obligaciones laborales.


No obstante, quienes disponemos de las horas del día con entera libertad, trataremos de mirar el vaso medio lleno y no medio vacío. Si durante el amado invierno leíamos un libro en el cálido ambiente del hogar, ahora lo haremos a la sombra de un árbol o despatarrados en la arena debajo de una sombrilla, matizando ese hermoso hábito con alguna zambullida en las azules aguas de un Mediterráneo vedado a los tsunami.


Por cierto, aquí se impone un mensaje de sincera solidaridad hacia los sufridos japoneses y el deseo de que salgan rápidamente de las penurias que están viviendo.


Después de todo, alguna cosa buena debe tener el verano. Al gusto de cada uno





*


2 comentarios:

flaco dijo...

A José: durante el estío dormís en cucharita con mi primita???????????
Ahhhhh!!!!me quedo con la foto de la izquierda(te regalo la otra)Amén.

José T. dijo...

Augusto: Habría que ver desde que lado estás mirando las fotos.