12 de septiembre de 2016

Segunda visita a Lourdes

Lo que sigue es un capítulo más de lo que pretende ser una suerte de recordatorio de los viajes y excursiones que vamos haciendo, y a la vez una manera de compartirlos con el entorno familiar, amigos y quien quiera seguirnos. No se busque aquí una crónica especializada como la que podría ofrecernos un avezado profesional en este tipo de relatos. Lo nuestro es muy personal y alejado de cualquier otra pretensión.
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Algo parecido a un prólogo

Estamos a punto de emprender una experiencia más; las próximas dependerán del hilo que nos quede en el carretel. Los refranes  ayudan a veces a ejemplificar una idea, y creo que éste es adecuado.

Este relato es elaborado hurgando en nuestra memoria, pero fundamentalmente gracias a la tediosa labor de mi compañera de viaje, Beatriz, que consistió en recopilar en orden cronológico, los datos con los que armar esta relación de acontecimientos que constituyen el meollo de la narración: nuestra segunda visita a Lourdes.

Como es natural, cuando un lugar determinado se visita por segunda vez, las expectativas no son las mismas; las sorpresas que deparan un sitio desconocido se agotan una vez concluido ese primer viaje. Conocíamos el paisaje, el trayecto y el lugar, pero siempre queda algo por ver.

La pregunta que surge aquí es obvia: ¿por qué repetir la visita a un sitio que ya conocíamos cuando hay todavía tanto por ver y recorrer?. La respuesta es muy simple: se trataba de cumplir una promesa. Así que una vez explicado el motivo vamos a Lourdes y saldemos esa deuda!.



Nuestro primer encuentro con la villa de Lourdes y la gruta famosa en la que según la historia que la iglesia católica se ha encargado de divulgar, la niña Bernadette Soubirous fue testigo de varias apariciones de la Virgen, se produjo -como en esta ocasión- utilizando los servicios de una agencia con la que tenemos una relación de varios viajes y excursiones que nos dejaron conformes por lo que ofrecen –y cumplen: TODO INCLUIDO a cambio de un precio razonable. Realmente es así. El cliente no debe preocuparse de nada (viaje, alojamiento, comidas, visitas, etc.). Todo bien organizado y tranquilidad total para el viajero.

Bernadette Soubirous
Pero eso sí, todos los viajes incluyen un pequeño “sacrificio-molestia”  de dos horas en el último día de excursión, y es asistir a la sesión comercial en la que la empresa vende los productos que según ellos posibilita mantener los precios a un nivel razonable. 

Para quien no ha estado nunca en esos encuentros tal vez le resulte interesante observar el histrionismo de los vendedores que intentan convencer a los asistentes acerca de las bondades de los mismos artículos que muchos viajeros conocemos ya de memoria. Esto es sabido y se acepta de buen grado, entre otras cosas porque no queda otro remedio. 

Puntualidad "inglesa" del autocar: un buen comienzo

El encuentro con el autocar, guías y resto del pasaje estaba programado para las 3:15 de la madrugada!! en una parada del bus local de Mataró y hacia allí nos dirigimos caminando y tirando de una pequeña maleta con rueditas. Las noches de Mataró son de cementerio; parecíamos los únicos habitantes de una ciudad fantasma. El traqueteo de las ruedas sobre el asfalto debía escucharse a cien metros de distancia.

El guía Kuki a cargo de la logística, en el interior de un autocar a medio llenar
A la hora prevista llegó el autocar que había recogido ya a algunos pasajeros y haría lo propio en nuevas paradas. Nos recibió el guía Kuki y al verlo intuimos que ese personaje sería la primera “víctima” de un inocente pasatiempo: bautizar a los integrantes del grupo con apodos según su aspecto y actitudes.  Las/los guías de Loreto cumplen bien su misión: encargarse de la logística y que todo se desarrolle según el programa acordado. Permítaseme que obviemos los apodos y fotos de las "víctimas" ya que este es un blog de acceso público y no quisiéramos que nadie pueda sentirse ofendido si por casualidad accede a esta página.


La primera parada en un área de servicio, después de dos
horas de marcha
Será una manía personal, pero en los viajes de grupo me molesta sobremanera la charla de los viajeros pues no puedo concentrarme en la lectura. Normalmente nadie lee; la inmensa mayoría de los compañeros de viaje (en su mayoría matrimonios) son de la tercera o quinta edad, y prefieren dialogar con el acompañante o con amigo/as, aunque estén separados por cinco filas de asientos. El anormal debo ser yo (eso es lo que debe estar pensando el lector...).

Por eso, antes de subir al autocar pregunté al guía Kuki cuántos pasajeros habría en el grupo. “Sólo 32”, me dijo. “Fenomenal”, pensé. Podríamos instalarnos en los últimos asientos y así quedarnos a buena distancia del resto.  Dicho y hecho. Después de algunas paradas más, el vehículo ingresó a la autopista y, como era temprano, algunos dormitamos lo que se pudo hasta la primera detención reglamentaria en el Area de L’Empurdá, donde tomamos sendos café con leche y comimos dos bocadillos que habíamos llevado. Eran las 05:30.




A las 06:15 reanudamos el viaje hasta la siguiente detención, ya en Francia. Bajamos a desentumecer las piernas. Dos cortados y dos cruasanes y a seguir, el reloj indicaba las 10:30 hrs. Una acotación: en este establecimiento francés observamos mucha más variedad de pastelería y bocadillos que en su similar de España. Punto a favor para Francia, cuya campiña -dicho sea de paso- es extraordinariamente bonita por lo cuidados que se ven sus casas y sembradíos.




A diferencia de otras excursiones en las que el/la guía suele amenizar el viaje con alguna explicación acerca de lo que íbamos viendo, Kuki optó por el silencio y se mostró poco dispuesto  a interactuar con el pasaje.

De repente, las dos pantallas se encendieron y comenzó la proyección de una película “de cuyo nombre no quiero acordarme” a la que nadie prestó la más mínima atención, por el sonido defectuoso y la preferencia por seguir con el cotilleo, o chismorreo, según dónde se lea esto. Una película a la mañana no es algo que me atraiga especialmente; mejor hubiera sido saber dónde estábamos y que estábamos viendo. Siempre hay algo para contar. Todo depende del guía; nuestro Kuki optó por pulsar el botón de PLAY y descabezar otro sueñito.


Lourdes en el horizonte




Finalmente, la tortura terminó porque ya estábamos en la localidad conocida como el Santuario de Nuestra Señora de Lourdes, con sus edificios y lugares dedicados al culto de la Virgen María. Destaca obviamente La Gruta de las Apariciones, dónde según la creencia católica, la niña Bernardette Soubirous,  afirmó haber visto a la Virgen en el año 1858, no una sino varias veces.

Seis millones de visitantes recibe por año esta pequeña población que tiene no obstante, 250 hoteles, un record mundial según la relación habitantes/hoteles.


Volviendo al momento de la llegada a Lourdes, nos encontramos con un inconveniente: la ruta de acceso al centro de la población, por donde debíamos pasar para llegar a nuestro hotel, había sido cortada porque precisamente a esa hora pasarían por allí los ciclistas del Tour de France, una de las tres pruebas más importantes del mundo en ciclismo, junto con el Giro d’Italia y la Vuelta de España.

La Larga Marcha hacia el hotel, dispuesta por el guía 



El inefable Kuki debía tomar una decisión: esperar a que pasara el Tour, dar un rodeo de varios kilómetros para entrar por otro lugar, o dejar el autocar allí y llegar a pie al hotel Alba, de cuatro estrellas dicho sea de paso. Momentos de reflexión para Kuki que iba y venía meditando que hacer. 


Aquí tenemos a Kuki y a la guía del otro autocar, porque… olvidé decir que al nuestro se le unió después otro con pasaje procedente de otros puntos geográficos de la región de Catalunya. Pues como decíamos. Después de mucho cavilar, Kuki dispuso que continuásemos a pie hasta el hotel. “Son apenas 15 minutos”, dijo con gran aplomo. 

Allí comenzó La Larga Marcha, que hubiera sido de 15 minutos al trote ligero, pero Kuki no tuvo en cuenta que en el grupo había hombres que probablemente participaron en La Gran Guerra y debían desplazarse con ayuda de bastones y arrastrando los pies. Resultado: cada cien metros insumía 15 minutos, bajo el sol del mediodía y el calor normal del verano. En un momento dado alguien le preguntó a Kuki “¿no habías dicho 15 minutos? ya llevamos una hora caminando!”.  Pero el guía no se dejó sorprender y ya tenía la respuesta: “Quince minutos en línea recta, pero hemos dado muchas vueltas”.  Una mezcla de estupor y pánico envolvió al grupo, al ver en manos de quién habíamos caído.


(Continuará)


2 comentarios:

Noemi dijo...

Caramba con la caminata, que paso cuando llegaron...continuare con la 2da.parte.....

jose trepat dijo...

Hola Noemí. Aquí también damos las cosas en capítulos jaja