11 de mayo de 2009

VIAJES - Bélgica (II)

José Trepat

(Las fotos pueden verse ampliadas haciendo doble click sobre las mismas)
Comenzamos este relato de viaje con la intención de que esté enmarcado en un contexto que, independientemente del estilo literario en que se desarrolle, sea tomado como una reunión de amigos en la que se cuentan las experiencias vividas por dos de sus integrantes -en este caso nosotros- durante los cinco días de una visita a un país poco promocionado turisticamente: Bélgica, un mosaico idiomático de cuatro lenguas, pero con un denominador común: todo el mundo entiende el inglés, por suerte.


Elegimos ese destino con la mira puesta en conocer una pequeña ciudad de la que mucho habíamos oído hablar, siempre elogiosamente, y que no es otra que Brujas, nombre que no tiene nada que ver con sombreros en punta, escobas, caras de viejas desdentadas y nariz ganchuda, sino que proviene de un antiguo vocablo del flamenco -una de las lenguas- y que quiere decir "embarcadero".

A Brujas nos referiremos más adelante, respetando el orden cronológico del viaje, así que comenzaremos por el punto de llegada, Bruselas, la capital, que lo es también de Europa por albergar a la mayoría de las instituciones oficiales del Continente. También es sede de la OTAN.

Bruselas nos recibió con un cielo preñado de nubes, que no nos abandonaron durante toda nuestra permanencia, después de un vuelo de dos horas en Brussels Airlines en el que, vaya uno a saber si a causa de la crisis o política interna de la empresa, no ofrecieron al pasaje ni un mísero vaso de agua (había que comprarla). Fue la primera vez que nos ocurría esto, tanto en vuelos internacionales como de cabotaje. Punto en contra para Brussels Airlines.

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Pero en realidad, eso no es importante. Lo que uno quiere es un aterrizaje suave, sin sobresaltos, y sobre eso no hay queja. En el aeropuerto, descendimos tres niveles y allí abordamos un tren que en 10 minutos nos depositó en una de las tres estaciones que hay en la capital. Otros 15 minutos de caminata para cubrir las ocho calles que nos separaban del hotel que teníamos contratado. ¿Por qué no fuimos en taxi? Porque somos jóvenes y nos gusta caminar! Nada que ver con cuestiones de economía!, jeje.

Al salir de la estación de tren la primera imagen de Bruselas fue ésta.
Edificios modernos de paredes de cristal, pero nosotros queríamos ver la parte histórica, clásica.
Llegar a un hotel que no se conoce siempre causa un poco de aprensión pues debía ser nuestra morada durante cinco noches. Este por suerte tenía todo lo necesario para una estadía confortable y además incluía el tipo de desayuno que en lo personal prefiero: buffete libre, tipo americano, con huevos, tocino, fiambres, frutas, cereales, tostadas y variedades de pastas para consumir a discreción. Todo bien.


Nuestro plan de viaje cuidadosamene elaborado, indicaba que la visita propiamente dicha debía comenzar de inmediato para aprovechar al máximo nuestro tiempo. Desempacamos y de inmediato nos lanzamos a la calle con un objetivo inmediato y acuciante: comer.

Salimos en dirección al centro de la ciudad y haciendo caso omiso a la nutrida oferta de menús en los muchos -pero muchos realmente- restaurantes, optamos por el "fast food", siempre tan conveniente cuando no sobra tiempo ni el vil metal que rige nuestra vida cotidiana.

Primera sorpresa
¿Qué espera uno encontrar cuando llega a Bélgica? pués...belgas! ¿no es cierto?. En realidad, vimos a algún belga, pero no imaginábamos que ibamos a toparnos con tal cantidad de marroquíes, chinos, paquistaníes y negros africanos, en ese orden por cantidad. Teníamos la idea preconcebida de que Bélgica era un país conservador, no demasiado afecto a abrir sus puertas a portadores de rostros morenos, ojos oblicuos y piel oscura.

La realidad parece ser otra. Por lo que pudimos ver, sin profundizar en estudios sociológicos ni nada parecido, los marroquíes constituyen una numerosa colectividad y hay bares en que los clientes son exclusivamente de ese origen. Los paquistaníes controlan numerososo comercios de chucherías y souvenirs, los negros trabajan como empleados en muchos supermercados, y los chinos no sabemos que hacen exacamente, pero que haber, los hay!

No se observan señales de xenofobia y la sociedad se desenvuelve con toda normalidad en ese polifacético mosaico de razas y lenguas. Una torre de Babel en pequeña escala.

Después de estas disgresiones sigamos con nuestra visita. Tras el almuerzo nos encaminamos hacia el punto neurálgico de la ciudad, dónde se agrupan muchos de los edificios y monumentos importantes dignos de verse.

Casi sin darnos cuenta nos incorporamos a los muchos contingentes de turistas de diversos orígenes que se dirigían al lugar de visita obligada, la Grande Place, que impresiona de manera espectacular al toparse uno de pronto con el amplio rectángulo adoquinado flanqueado por impactantes edificios en los que resaltan los estilos barroco y neogótico cargados de historia.

La Grande Place (Plaza Mayor) es Patrimonio de la Humanidad, desde 1998Están compactados uno junto al otro en todo el perímetro de la plaza, considerada una de las más bellas del mundo, y en verdad debe ser así, pues nos impresionó sobremanera.

A través de los textos que llevabámos como referencia, pudimos localizar el lugar que tenía como asiduos clientes a Carlos Marx (el autor de El Capital, según sabemos) y Friedrich Engels, en lo que antes era una taberna y actualmente uno de los restaurantes más caros de la ciudad. Ya habíamos almorzado, así que no entramos.


Una pausa hasta la próxima nota

(Continuará)

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5 comentarios:

flaco dijo...

A José:me gustaría saber cuales son los idiomas aparte del flamenco y si fueron en tours o por cuenta propia. Largá el pucho.Amén

Noemi dijo...

hermoso lugar y muy bien contado, espero lo que sigue

Fer.T dijo...

Para cuando lo que sigue????????

José T. dijo...

Gracias por dedicar unos minutos a este espacio interactivo. La idea original era una nota diaria, pero a veces las obligaciones lo impiden. El resto será publicado a la brevedad posible.
A Flaco: fue una visita privada. Respecto a los idiomas, en realidad los oficiales son tres: el francés, el alemán y el flamenco, pero como este último es una variante del neerlandés, algunos consideran que se hablan cuatro lenguas.
A Noemí y Fernando. Posiblemente mañana siga este relato. Slds.

flaco dijo...

A José:Gracias por desasnarme...