(Las fotos pueden verse ampliadas haciendo doble click sobre las mismas)Comenzamos este relato de viaje con la intención de que esté enmarcado en un contexto que, independientemente del estilo literario en que se desarrolle, sea tomado como una reunión de amigos en la que se cuentan las experiencias vividas por dos de sus integrantes -en este caso nosotros- durante los cinco días de una visita a un país poco promocionado turisticamente: Bélgica, un mosaico idiomático de cuatro lenguas, pero con un denominador común: todo el mundo entiende el inglés, por suerte.
A Brujas nos referiremos más adelante, respetando el orden cronológico del viaje, así que comenzaremos por el punto de llegada, Bruselas, la capital, que lo es también de Europa por albergar a la mayoría de las instituciones oficiales del Continente. También es sede de la OTAN.
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Pero en realidad, eso no es importante. Lo que uno quiere es un aterrizaje suave, sin sobresaltos, y sobre eso no hay queja. En el aeropuerto, descendimos tres niveles y allí abordamos un tren que en 10 minutos nos depositó en una de las tres estaciones que hay en la capital. Otros 15 minutos de caminata para cubrir las ocho calles que nos separaban del hotel que teníamos contratado. ¿Por qué no fuimos en taxi? Porque somos jóvenes y nos gusta caminar! Nada que ver con cuestiones de economía!, jeje.
Edificios modernos de paredes de cristal, pero nosotros queríamos ver la parte histórica, clásica.
Nuestro plan de viaje cuidadosamene elaborado, indicaba que la visita propiamente dicha debía comenzar de inmediato para aprovechar al máximo nuestro tiempo. Desempacamos y de inmediato nos lanzamos a la calle con un objetivo inmediato y acuciante: comer.
Primera sorpresa
¿Qué espera uno encontrar cuando llega a Bélgica? pués...belgas! ¿no es cierto?. En realidad, vimos a algún belga, pero no imaginábamos que ibamos a toparnos con tal cantidad de marroquíes, chinos, paquistaníes y negros africanos, en ese orden por cantidad. Teníamos la idea preconcebida de que Bélgica era un país conservador, no demasiado afecto a abrir sus puertas a portadores de rostros morenos, ojos oblicuos y piel oscura.
No se observan señales de xenofobia y la sociedad se desenvuelve con toda normalidad en ese polifacético mosaico de razas y lenguas. Una torre de Babel en pequeña escala.
Después de estas disgresiones sigamos con nuestra visita. Tras el almuerzo nos encaminamos hacia el punto neurálgico de la ciudad, dónde se agrupan muchos de los edificios y monumentos importantes dignos de verse.
Casi sin darnos cuenta nos incorporamos a los muchos contingentes de turistas de diversos orígenes que se dirigían al lugar de visita obligada, la Grande Place, que impresiona de manera espectacular al toparse uno de pronto con el amplio rectángulo adoquinado flanqueado por impactantes edificios en los que resaltan los estilos barroco y neogótico cargados de historia.
A través de los textos que llevabámos como referencia, pudimos localizar el lugar que tenía como asiduos clientes a Carlos Marx (el autor de El Capital, según sabemos) y Friedrich Engels, en lo que antes era una taberna y actualmente uno de los restaurantes más caros de la ciudad. Ya habíamos almorzado, así que no entramos.
(Continuará)
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5 comentarios:
A José:me gustaría saber cuales son los idiomas aparte del flamenco y si fueron en tours o por cuenta propia. Largá el pucho.Amén
hermoso lugar y muy bien contado, espero lo que sigue
Para cuando lo que sigue????????
Gracias por dedicar unos minutos a este espacio interactivo. La idea original era una nota diaria, pero a veces las obligaciones lo impiden. El resto será publicado a la brevedad posible.
A Flaco: fue una visita privada. Respecto a los idiomas, en realidad los oficiales son tres: el francés, el alemán y el flamenco, pero como este último es una variante del neerlandés, algunos consideran que se hablan cuatro lenguas.
A Noemí y Fernando. Posiblemente mañana siga este relato. Slds.
A José:Gracias por desasnarme...
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